miércoles, 6 de junio de 2018

EL GOBIERNO DE SÁNCHEZ: ENTRE EL ESCEPTICISMO Y LA ESPERANZA



Sagacidad, arrojo y una alta dosis de suerte. He aquí la combinación de factores que han llevado al socialista Pedro Sánchez a La Moncloa. Muy posiblemente ni él mismo confiaba en que todas las variables que definían el momento histórico que hemos vivido se alineasen a su favor, pero así ha sido y, como pasa a veces con las carambolas a cuatro bandas en el billar, la bola fue a caer por la tronera. Una de esas variables, y no la de menor importancia precisamente, era que Mariano Rajoy tenía en su mano la posibilidad de dimitir y dejar con ello sin efecto la moción de censura. Pero posiblemente el gallego calculó que esa jugada llevaba a elecciones anticipadas en el otoño, cosa que habría  favorecido a Ciudadanos y perjudicado al PP. Y entonces le pareció mejor la jugada de asistir a su propia ejecución política, con la esperanza de que el tiempo que Sánchez se dispone a consumir al frente de un Ejecutivo acorralado  acabe perjudicando al Partido Socialista y beneficiando al PP.


    Tengo algunos amigos que, muy en la línea de lo que escribía Almudena Grandes hace unos días, dicen sentirse alegres como chico con zapatos nuevos con la expulsión de los populares y la llegada de los socialistas al poder. No voy a decir que tenga yo más conchas que un galápago, pero los años me han dejado un poso de escepticismo y desconfianza que me incapacita para compartir tanta alegría. Para empezar, resulta que el Secretario General del PSOE se convierte en Presidente del Gobierno, con los mismos apoyos que horrorizaban a los dirigentes de su partido hace dos años: los votos de los independentistas que han perpetrado un golpe puro y duro contra la Constitución española más los votos de quienes no tenían ningún empacho en justificar las muchas atrocidades cometidas por la banda terrorista ETA.

     Puede argüirse, y esto es muy cierto, que el ambiente había cambiado por completo después de la sentencia de la Audiencia Nacional, y que el imperativo moral categórico era echar a Rajoy sin hacer ascos a nadie. ¿De verdad estaba España ante la emergencia nacional que se nos ha vendido para justificar la moción? Yo creo que no, y más si tenemos en cuenta, como recordó Rajoy en el debate, que los hechos a que se refiere la sentencia eran sobradamente conocidos por la opinión pública cuando se celebraron las elecciones que dieron la victoria al PP.  

    Dado que ni él mismo tenía claro que la moción podía salir adelante, Sánchez ha tardado unos cuantos días en confeccionar la lista de sus ministros. Más mujeres que hombres, como característica más sobresaliente. Esto ya constituye toda una declaración de principios, en vista de la importancia que el movimiento y las reivindicaciones feministas han cobrado en los últimos tiempos. Gente, en general, conocedora y experta en las materias que serán de su competencia. Y algunos nombres de gran impacto, como el del astronauta Pedro Duque o el del veterano socialista Josep Borrell. La presencia de este último en el Consejo de Ministros es una garantía de claridad y firmeza frente a las exigencias de nacionalistas e independentistas. En conjunto, es un equipo sólido y brillante, equilibrado en cuanto al reparto del poder entre las distintas federaciones socialistas, y desde luego tiene el perfil de quien ambiciona no ir a las urnas en unos meses, como dijo el Presidente al presentar su iniciativa. El mensaje que está enviando Sánchez es que piensa agotar la legislatura pese a solo contar con el voto asegurado de sus 84 diputados, y si no puede agotarla, su intención es no convocar hasta el otoño del año que viene.
    

     ¿En qué condiciones llegará Sánchez a la cita con las urnas? Los que dicen sentirse tan contentos como chico con zapatos nuevos, se aferran al mantra de que la sociedad española es de centro izquierda. Piensan que Ciudadanos ha quedado fuera de juego y que con media docena de cosas que Sánchez y sus ministros hagan bien será suficiente para generar una marea de votos progresistas como la que aupó a Rodríguez Zapatero en marzo de 2004. A mí me recuerdan a aquella mayoría natural de la que tanto hablaba Manuel Fraga en los años ochenta del siglo pasado. No creo que exista tal mayoría natural ni a derecha ni a izquierda, pero las últimas encuestas de opinión vienen detectando un giro sociológico hacia el centro derecha, posiblemente motivado por la prosperidad económica y los cambios estructurales en el mundo del trabajo. A este respecto, me parece muy revelador que los dirigentes de las movilizaciones de pensionistas se hayan negado a dar protagonismo alguno a los sindicatos de clase y al mismo tiempo estén defendiendo propuestas de tanto tufo derechista como que todas las pensiones queden exentas del IRPF.
    

   ¿Qué vía elegirá Sánchez para ejercer su tarea de gobierno? Al tomar posesión del cargo dijo que “escuchar, dialogar y consensuar” tenían que ser las señas de identidad de la política, no en lo que resta de legislatura, sino en todo el siglo XXI nada menos. Sorprende ese canto al consenso en alguien que dimitió de todos sus cargos con tal de no avenirse al pequeño consenso que le pedían sus compañeros de la dirección socialista en bien de la estabilidad política de España y de su propio partido. Y si la tarea de la política es consensuar, ¿con quién preferirá hacerlo Pedro Sánchez: con quienes le han votado o con quienes son sus adversarios pero al mismo tiempo aliados en la defensa del orden constitucional? Muy pronto comenzaremos a ver la respuesta.