domingo, 6 de septiembre de 2015

ARTUR MAS A LOS ESPAÑOLES: ENSOÑACIONES, MENTIRAS, CURSILERÍA Y VICTIMISMO

El Presidente de la Generalitat de Cataluña, acompañado por algunos de los más destacados miembros de su candidatura, publicó el domingo día 6 de septiembre, en el diario EL PAÍS, un artículo de contestación a la carta abierta que había publicado siete días antes en el mismo diario el ex-Presidente del Gobierno español, Felipe González.
Lo que más me llamó la atención del artículo de los líderes soberanistas, aparte de la pobreza y ramplonería de los argumentos, fue que estaba mal escrito desde el punto de vista sintáctico e incluso contenía algunas faltas de ortografía ( si bien no eran de las que provocan la suspensión de un examen sin remisión posible). En un primer momento pensé en la escasez de correctores de estilo, como consecuencia de los recortes de plantilla. Pero luego caí en la cuenta ( y lo confirmé leyendo el editorial) de que la dirección del periódico había decidido publicarlo tal como lo recibió, quizá con el ánimo de subrayar la escasa estatura intelectual de quienes inspiran o encabezan el proyecto independentista. 
Los firmantes del texto, entre los que se encuentran mi muy querido Lluis Llach y mi no tan querida Carme Forcadell, tienen la osadía de hablar en nombre de toda Cataluña y no de una parte de Cataluña, que es lo que en realidad son. Osadía mal informada, que les lleva a decir cosas como que "Cataluña siempre ha luchado por la paz, la democracia y la libertad". ¿Qué hacemos entonces con los catalanes que se pusieron del lado de la rebelión franquista y luego estuvieron la servicio de la dictadura, como tantos otros españoles, durante décadas?. Osadía que se arrastra hasta la cursilería infumable cuando afirman que "Cataluña ama a España y ha amado mucho a pesar de no ser amada, lo ha dado todo a pesar de no recibir nada a cambio". Si tanto aman a España, ¿cómo es que el idioma español recibe en las escuelas de Cataluña el mismo tratamiento que una lengua extranjera?
Osadía mentirosa hasta la ignominia cuando afirman que en una hipotética Cataluña independiente se podrá seguir siendo español con toda normalidad, mientras que hoy es casi imposible ser catalán en España. Yo he sido opositor y puedo decir lo que pasaba: si eras catalán podías aspirar a cualquier plaza en cualquier parte de España, pero si no eras cataloparlante no podías aspirar a ninguna plaza en ningún territorio donde el catalán es lengua cooficial. ¿Alguién puede imaginar qué carrera profesional le esperaría, en esa Cataluña independiente, a un profesor que, invocando su libertad de cátedra, decidiera dar sus clases en español? 
Hay que tener mucha mala fe, mucha voluntad de engañar a la gente, para decir que "Cataluña ha dado mucho y recibido poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y gobiernos". De una frase como esa cabría deducir que los firmantes del texto lo que quieren es fomentar el odio o la inquina hacia España, en lugar de ese amor que tan hipócritamente proclaman. Hay que tener mucha voluntad de engaño para olvidarse de que una gran parte de la prosperidad actual de Cataluña se debe a las favorables relaciones comerciales con el resto de España. Y hay que tener mucha capacidad de ensoñación para decir que en las elecciones del 27 de septiembre se trata de decidir "si queremos forjar una Cataluña que se asemeje a Holanda o Suecia". Probablemente se parecería más a Albania, como decía Felipe González en su artículo. Ni en Holanda ni en Dinamarca ni en Suecia, paraísos míticos del nacionalismo excluyente, se atan los perros con longaniza. Y a día de hoy -digámoslo con humildad, pero también con el necesario punto de orgullo- este territorio al que llamamos España tiene poco que envidiar de esos presuntos paraísos nórdicos, si exceptuamos el hecho obvio de que ellos tienen una renta per cápita superior a la nuestra.
A la vista de los planteamientos nacionalistas, cabe terminar con una pregunta: ¿es posible sentarse a dialogar con alguien que afirma paladinamente que no piensa respetar el marco constitucional y que el estado español le trata como a un súbdito? Para el Gobierno de España, me parece, ha llegado la hora no de emprender una reforma extemporánea y oportunista del Tribunal Constitucional, sino de adoptar las decisiones que le corresponden, de acuerdo con el citado marco constitucional.    

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