viernes, 19 de febrero de 2010

CÁNDIDO MÉNDEZ ASEGURA QUE NO HABRÁ ACUERDO CON EL GOBIERNO SI INSISTE EN RETRASAR LA EDAD DE JUBILACIÓN


El jueves pasado fui uno de los asistentes a la conferencia que ofreció Cándido Méndez en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de Alcalá de Henares. Actuaba como anfitrión mi buen amigo José Morilla, Decano de la Facultad, inmerso estos días en la competición por el Rectorado.
En un discurso informal pero no improvisado,Cándido Méndez aseguró que la “repercusión tan brutal de la crisis en pérdida de puestos de trabajo se debe a la estructura de nuestro sistema productivo, demasiado dependiente del sector de la construcción”. “Una buena parte de nuestros problemas -añadió- se deben al maridaje de intereses entre los sectores inmobiliarios y financieros”. Y la solución a esos problemas no son las tan traídas y llevadas reformas laborales, aunque el máximo responsable de UGT aseguró que “nosotros vamos a hablar de esos cambios posibles, pero lo que debe quedar claro es que el motor de la creación de empleo es la actividad económica, el crecimiento económico, en contra de lo que dicen muchos que desearían una salida de la crisis basada en unos cambios laborales que permitan una explotación más intensiva de la mano de obra”.
En cuanto al futuro de las pensiones, Cándido Méndez acusó al Gobierno de estar contradiciéndose a sí mismo, con una propuesta que va en contra de las posiciones que defendía hace tan sólo unos meses. Recordó que ya existe un acuerdo para incentivar el retraso voluntario de la edad de jubilación, pero, en su opinión, la propuesta de retrasar la edad legal de retiro hasta los 67 años, sólo ha servido para generar incertidumbre en la opinión pública española. “Los sindicatos -afirmó rotundamente el Secretario Geeneral de UGT- nos oponemos a ese retraso de la edad legal de jubilación de una manera firme y razonable. No creemos que el consenso nacional planteado por el Gobierno pueda pasar por una propuesta como esa”.
Méndez subrayó el dato de que el gasto en pensiones es inferior en España -en términos de porcentaje sobre el PIB- a la media europea. Y crítico un doble fenómeno que acorta dramáticamente la vida laboral media de los trabajadores: cada vez se retrasa más la edad de incorporación al mercado laboral y cada vez son más los trabajadores de poco más de 50 años que son expulsados del citado mercado laboral por estrategias empresariales. Unas estrategias -añadió Méndez- que “acaban teniendo costes muy altos para el Estado y para los propios individuos afectados por planes de prejubilación”.
El máximo responsable de UGT comenzó su disertación diciéndoles a los estudiantes que tomaban notas aplicadamente que “no está mal recordar el origen de la crisis actual, que no es otro que la especulación financiera, aunque las víctimas principales estén siendo las clases trabajadoras de todo el mundo”. A su juicio, otra víctima “colateral” de la crisis es la política democrática, el poder de los parlamentos como máximos representantes de la soberanía nacional, ya que “son los mercados financieros los que siguen marcando la pauta y no hemos visto una reacción adecuada desde las instancias políticas de la Unión Europea”.
Una prueba de ese poder de los mercados financieros por encima de los representantes democráticos la ve Cándido Méndez en la exigencia indiscriminada de reducir los déficit públicos, cuando, no es lo mismo el déficit en que se incurre para financiar gasto corriente que aquel otro que va destinado a infraestructuras, educación e inversiones que garantizan el desarrollo futuro del país. Esos déficit en “aras del futuro” no deberían ser tenidos en cuenta a la hora de establecer los límites que marca el pacto de estabilidad.
Esta cita con Méndez era especialmente oportuna, me parece, para esclarecer algunos aspectos esenciales que están siendo abordados estos días en las conversaciones que mantienen el Gobierno y los grupos parlamentarios para tratar de sellar un pacto sobre las medidas que necesitamos para iniciar la recuperación.

martes, 16 de febrero de 2010

EN LA CARRERA HACIA EL RECTORADO DE LA UAH

Este pasado martes ha comenzado la campaña oficial para las elecciones al Rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares, que se celebrarán el próximo 4 de marzo. Se han presentado cuatro candidatos para sustituir a Virgilio Zapatero, que dimitió del cargo para irse con Rodrigo Rato a Caja Madrid. Los cuatro aspirantes son José Morilla, Decano de la Facultad de Económicas; Manuel Peinado, que fue Alcalde de Alcalá; Antón Alvar y Fernando Galván. Estos dos últimos catedráticos de filología. Por razones de amistad y de proximidad ideológica, estoy echando una mano a Morilla, alcalaíno de la emigración, como yo mismo. Así que me parece obligado ofrecer aquí la tribuna de opinión que el Decano de Económicas ha enviado a Diario de Alcalá.
POR QUÉ QUIERO SER RECTOR DE LA UAH
Escrito por José Morilla Critz
Los responsables de Diario de Alcalá me han pedido amablemente que escriba unas líneas para explicar las razones por las que he presentado mi candidatura para las elecciones al Rectorado de la Universidad de Alcalá de Henares.
La primera de esas razones es el cariño que le tengo a esta institución a la que he dedicado prácticamente toda mi vida laboral. Una institución de importancia capital en la economía y la cultura de la sociedad alcalaína actual, heredera de la histórica Universidad fundada por Francisco de Cisneros, y en la que espero jubilarme, aunque no todavía, siguiendo la máxima de San Agustín.
Decía Camilo José Cela que el patriotismo no consiste en creer que la patria de uno es la mejor, sino en amarla a sabiendas de que puede haber otras mejores. Ese es el tipo de cariño que yo siendo hacia la UAH. Sé que hay otras mejores, en España y en el mundo, pero a la que yo quiero es a la nuestra y la ambición que tengo es verla crecer en excelencia hasta situarse entre las mejores de nuestro país.
Obviamente, no basta con tener una ambición, con haber forjado un sueño. Hay que tener las capacidades profesionales y las cualidades de liderazgo necesarias para ponerse manos a la obra. Yo creo reunir todos esos requisitos que deben exigírsele a un aspirante a la máxima responsabilidad de una institución que cuenta con más de veinte mil estudiantes, unos mil ochocientos profesores e investigadores y setecientos trabajadores de administración y servicios. Tengo las ideas necesarias, tengo ilusión y ambición, ofrezco un buen programa que está abierto a las aportaciones y al diálogo con todos los sectores de la comunidad universitaria, y me acompaña un equipo de colaboradores de la más alta capacitación personal y profesional.
Vayan desde aquí mi respeto y consideración hacia los tres rivales que compiten conmigo en esta carrera apasionante hacia las elecciones del 4 de marzo. Todos ellos son dignísimos candidatos a desempeñar el cargo de Rector, pero, si me he lanzado a la carrera, es porque estoy seguro de mis propios méritos para ganarla. Y no oculto mi convicción de que esos méritos y capacidades míos son superiores a los de mis competidores, aunque la última palabra la van a tener las casi veinticinco mil personas que integran la comunidad universitaria.
En los próximos años nos vamos a desenvolver en un marco de creciente competencia entre universidades para captar alumnos y también los recursos escasos que nos aportan el Gobierno regional y las empresas privadas. La UAH va a necesitar un Rector volcado exclusivamente hacia esa gestión de los recursos escasos. Un Rector que no vea a la universidad como un trampolín para saltar hacia otros objetivos, sino una persona que se implique a fondo en la resolución de los problemas que tenemos. Mi condición de economista acentúa ese perfil de gestor puro que yo creo necesario para nuestra institución.
Unidos podemos hacer el cambio. Ese es el lema que he elegido, junto con mis colaboradores, para mi campaña electoral. Con esas cinco palabras hemos querido decirle a la comunidad universitaria que nuestra institución necesita renovarse, tiene que desechar los viejos vicios burocráticos del pasado, debe hacer el esfuerzo de adaptarse a los retos que nos plantea el Espacio Europeo de Educación Superior. Cinco palabras con las que también hemos querido decir que el diálogo y la cooperación son las herramientas más poderosas para unir los esfuerzos de todos. Y creo que mi perfil personal y mi trayectoria profesional en la UAH avalan esas promesas de diálogo y cooperación que todos hacemos, pero que a lo mejor resultan más creíbles en unas bocas que en otras.
El diálogo y la cooperación van a ser imprescindibles no sólo en la gestión de los problemas internos de la universidad, sino también en las relaciones con el entorno empresarial, con las autoridades locales y con el Gobierno regional. Creo que mi condición de ciudadano alcalaíno desde hace décadas, mis vinculaciones estrechas con el tejido social y cultural de la ciudad, son cualidades de gran relevancia que me distinguen de mis competidores.
Las dos grandes prioridades de mi mandato, si los miembros de la comunidad universitaria me eligen para la máxima responsabilidad, serán la mejora de la docencia y la calidad de la investigación y avanzar con rapidez en la adaptación de todas las estructuras universitarias a los requerimientos del Espacio Europeo de Educación Superior. Para conseguirlo, es clave la implantación de los estudios de postgrado en forma similar a como lo han hecho los centros universitarios más prestigiosos del mundo. La búsqueda de la excelencia será el norte de mi gestión al frente de la UAH, una gestión en la que serán decisivas las medidas para incentivar a los docentes, a los investigadores y al personal de administración y servicios. Sin incentivos no hay esfuerzo y no hay productividad –lo sé muy bien porque para algo soy economista-; y sin esfuerzo no podremos mejorar nuestra clasificación en el conjunto de las mejores universidades españolas y mundiales.
Yo quiero asumir, desde el compromiso moral y la lealtad, el liderazgo de esos esfuerzos que tenemos que hacer. Y no puedo imaginar un honor mayor para mí que el de ser elegido por mis propios compañeros de tarea para desempeñar el cargo de Rector de la Universidad de Alcalá de Henares.

lunes, 8 de febrero de 2010

LAS PENSIONES SON UN PROBLEMA DE ESTADO QUE DEBEMOS RESOLVER ENTRE TODOS

El debate sobre el gasto público, la protección social, los impuestos, etc., es la madre del cordero de la sociedad que queremos construir. Y dentro de este debate, las pensiones y la forma de asegurarlas en el futuro ocupan un lugar central, porque es un asunto que nos afecta a todos, a los más de ocho millones de personas que están cobrando y a los casi veinte que cobraremos algún día. Yo sostengo la idea de que sin sacrificios individuales no habrá futuro colectivo, pero es precisamente la cuantía o la amplitud de esos sacrificios individuales lo que tenemos que discutir. Os ofrezco aquí, como modesta aportación al debate, el artículo que tuvieron a bien publicarme los responsables del periódico Diario de Alcalá.

EL FUTURO DE LAS PENSIONES: HAGAMOS EL DEBATE SIN HISTERIAS

¿Ustedes recuerdan aquel accidente aéreo a primeros de 2009 en Nueva York? La pericia del piloto hizo posible que el avión se posase suavemente sobre las heladas aguas del río Hudson y todos los pasajeros fueron rescatados sanos y salvos.
Yo creo que el sistema público de pensiones, que debemos cuidar y defender, es como un gigantesco Jumbo en el que viajamos todos, los pensionistas actuales y los que estamos en camino de serlo un día. Es imprescindible que el piloto ponga en juego toda su pericia e introduzca las correcciones necesarias para que la nave no se salga de la ruta marcada. ¿Y cuál es esa ruta que debe seguir nuestro sistema de pensiones?
Sería muy complejo detallar todos los parámetros utilizados para trazarla, pero existe un consenso muy extendido en que la ruta ideal es aquella que obliga a que el gasto anual en pensiones se mantenga en torno al 10-12 por ciento del PIB. Es decir, que la parte de la "tarta" destinada a los pensionistas no debe sobrepasar esos límites, so pena de no tener recursos para atender a otras necesidades y políticas de gasto que juzgamos también imprescindibles.
Pero hay al menos tres factores importantísimos que empujan a nuestro Jumbo fuera de la ruta señala. En primer lugar, el número total de pensionistas, que aumenta a un ritmo anual de no menos de 150.000 personas; en segundo lugar, las pensiones de los nuevos jubilados, por regla general, son más altas que las que cobraban los jubilados que pasaron a mejor vida, determinando así un incremento, leve pero incesante, de la cuantía media de las prestaciones; y por último, el venturoso incremento de la esperanza de vida, que hoy está por encima de los 80 años en el caso de las mujeres y muy cercana a los 80 en el caso de los hombres.
¿Qué hacer? Es evidente que algo hay que hacer, con calma y con tiempo, con sosiego, pero algo debemos hacer para que la suma de los derechos individuales, derechos subjetivos que pueden reclamarse al Estado, no exceda de ese fatídico 12 por ciento de la riqueza que generamos anualmente. Para eso se constituyó el Pacto de Toledo, que es a quien corresponde legítimamente el gobierno de la nave. Pero uno de los tripulantes, sin duda impacientado por la inacción del resto y creyendo tener en su cabeza las propuestas más adecuadas, ha tratado de hacerse con los mandos y el forcejeo subsiguiente está provocando unas turbulencias espantosas.
Este tripulante aguerrido e intrépido -a quien todos en la nave conocen familiarmente como ZP- ha ideado, en efecto, algunas medidas dignas de ser tomadas en consideración, pero su maniobra arriesgada y unilateral -no consultada al parecer con nadie, aparte de sí mismo-, ha ocasionado el rechazo y el cabreo del resto de tripulantes y de la gran mayoría del pasaje.
Pero una cosa son las formas y otra el fondo. En la nave existe una corriente de opinión -bien es cierto que minoritaria, porque nadie renuncia de buen grado a lo que cree suyo- favorable al fondo de las propuestas presentadas, aun reconociendo que ZP se desautoriza a sí mismo con su penoso proceder. Elevar, en el muy dilatado plazo de diez años, la edad legal de jubilación desde 65 a 67 años, incrementar progresivamente de 15 a 17 el número de años cotizados para tener derecho a pensión contributiva, subir desde 15 a 25 el número de años que se toman para el cálculo de la prestación, repensar las pensiones de viudedad, que fueron diseñadas para una época histórica en la que no existía la incorporación de la mujer al mercado laboral. Medidas todas ellas, y otras que podrían estudiarse, con un denominador común: generarían un pequeño recorte no en las pensiones ya reconocidas, sino en las expectativas de los que ya avizoramos la fecha en que será reconocida la nuestra. También es cierto que alguna de esas medidas, como la ampliación a 25 años del período de cálculo, incluso podría ser beneficiosa para muchas personas.
Otro denominador común de todo lo que hemos conocido es que, en general, tendería a reforzarse la llamada "contributividad", un principio que está en el Pacto de Toledo y que significa una relación más estrecha entre la prestación que se recibe y lo que se ha aportado a lo largo de la vida laboral. Es verdad que no todos en la nave han tenido la misma suerte en el reparto de asientos. Los hay que dormitan plácidamente junto a las ventanillas y otros que no paran de moverse garcias a sus asientos de pasillo. Los de los asientos centrales van un poco constreñidos e incómodos, pero la ingeniería social no ha encontrado aún la fórmula para resolver este reparto desigual de incomodidades. Sin embargo, una cosa debemos tener clara: el interés general exige que la aeronave no se desvíe de su ruta, porque si se desvía demasiado o demasiado bruscamente corremos el riesgo de un choque en pleno vuelo o una caída en picado. Necesitamos adoptar las correcciones hoy para que puedan ser eficaces el día de mañana; y necesitamos inteligencia, pericia, valor y coraje. Lo que nos sobran son las reacciones histéricas.

miércoles, 3 de febrero de 2010

EL FUTURO DE LAS PENSIONES: ATERRIZA COMO PUEDAS

Resulta asombrosa la torpeza con que está manejando el Gobierno de ZP el asunto de las reformas necesarias en nuestro sistema público de pensiones. Un asunto en el que todos nos jugamos mucho y a cuya clarificación no contribuyen precisamente los titulares de prensa exagerados o alarmistas. Tampoco contribuye la excesiva sensibilidad o temor que parece percibirse entre la población pensionista o potencialmente pensionista por la repercusión que las posibles medidas puedan tener en su queridísima nómina mensual.
Yo creo que el Gobierno ha planteado el problema y sus propuestas para abordarlo de la peor manera posible. Pero el problema existe y me parece que lo más razonable es debatir las medidas (que en general son recortes, para qué nos vamos a engañar) sin histerias y pensando en qué es lo más conveniente para el interés general, aunque haya que aceptar algunos pequeños sacrificios individuales.
La cuestión de fondo es que el gasto en pensiones (como el gasto en sanidad o los intereses de la deuda pública) es un caballo que puede desbocarse y es de importancia vital mantenerlo bien embridado. ¿Qué quiere decir esto? Lo que quiere decir es que el gasto actual en pensiones representa más o menos el 10 por ciento de la riqueza que producimos anualmente. Todavía tenemos margen, pero no mucho más margen, porque existe el consenso de que si esa partida sube dos o tres puntos porcentuales más estará a un paso de convertirse en inmanejable. Porque ese 10 por ciento no es fruto de una decisión política de reservar esa parte concreta de la "tarta" nacional para los pensionistas y a continuación repartirla de manera más o menos justa entre todos ellos. Es producto de la suma de todos los derechos individuales subjetivos que los pensionistas han generado con sus cotizaciones y que ahora están legitimados para reclamarle al Estado.
¿Qué pasaría si un día esa suma de los derechos individuales alcanzase una cantidad que, como decíamos más arriba, resultara inmanejable para las arcas del Estado? Por eso hacen falta reformas, pequeñas correcciones del rumbo que, en efecto, suponen recortes no tanto en las pensiones ya consolidadas, sino en las expectativas de quienes nos jubilaremos en los próximos años.