¿Cuál sería la reacción de un
colegial colocado ante esta disyuntiva: si renuncias a esta apetitosa chocolatina
que tengo en la mano, vendré dentro de seis meses y te daré diez chocolatinas?
Lo más probable es que nuestro hipotético infante aplicase la vieja sabiduría
popular según la cual vale más pájaro en mano que ciento volando.
El gran problema del ahorro, como el niño
frente a la tentación de la chocolatina, es que es un exigente acto de fe. El
esfuerzo de voluntad que requiere es real e inmediato, mientras que los frutos
sólo se materializan a largo plazo. Se trata de renunciar a una capacidad de
consumo actual a cambio de una mayor capacidad de consumo o mayor bienestar en
el futuro.
El Presidente del Gobierno, ese hombre gris
hecho a sí mismo a base de mucho sentido común y muchas precauciones para no
meterse en líos, ha tenido a bien recordarles a los ciudadanos españoles la
conveniencia de ahorrar con vistas al futuro. Hasta ahí bien, puro sentido
común que encaja a la perfección con el sentido común que desde tiempos
inmemoriales aplican las familias españolas. Pero, a despecho de tantas y
tantas precauciones, el inquilino de La Moncloa se ha metido, como suele
decirse, en un jardín: conviene ahorrar – ha dicho – para pagar la educación de
los hijos y complementar las pensiones que puedan cobrarse en la vejez.
¿Por qué precisamente tenemos que ahorrar
para educación y pensiones y no para otra cosa? Inevitable que muchos
ciudadanos y muchos portavoces de los partidos de oposición hayan pensado que
en las palabras de Rajoy había gato encerrado. Inevitables las sospechas de que
los que tanto se llenan la boca con promesas de rebajar impuestos estén
pensando en “complementar” dichas rebajas con nuevos y dolorosos tijeretazos en
dos de los pilares decisivos del estado del bienestar. Inevitable el barrunto
de que Rajoy esté queriendo echarles una mano a esas entidades aseguradoras y
gestoras de planes y fondos de pensiones que tanto pelean por captar el dinero
de los ciudadanos.
Unas entidades, agrupadas en
una asociación llamada INVERCO, que
practican a rajatabla la filosofía del “a Dios rogando y con el mazo dando”.
Solo que ahora el mazo que han decidido enarbolar puede considerarse abusivo o
propio de los aficionados a propinar golpes bajos: se llama Anne Igartiburu. Y
está claro que si Anne, con su vestido rojo de presentar las campanadas, nos
dice ven, lo dejaremos todo e iremos. No importa que seamos jóvenes o viejos,
mileuristas o acomodados, los de INVERCO nos tendrán a sus pies, sin importar
tampoco que las cacareadas ventajas fiscales de ahorrar a través de planes de pensiones sean en gran
medida un puro espejismo.
A los concienzudos esfuerzos para ir
“ablandando” a las frívolas cigarras
hispanas han venido a sumarse los técnicos de la Asociación de Analistas
Financieros Internacionales con unos cálculos hechos, cómo no, a petición de
UNESPA, la patronal de las aseguradoras: entre unas cosas y otras, los
ciudadanos que se jubilen a partir de este año perderán hasta 2035 unos 350
euros mensuales de poder adquisitivo y para compensar dicha pérdida deberían
acumular como mínimo un capital de 63000 euros con el fin de constituir unas
rentas vitalicias complementarias a su pensión de jubilación.
Muchas voces se han alzado para
preguntarse cómo podrán ahorrar las familias con los sueldos y la precariedad
que hoy se estilan en España. Por otra parte, la inmensa mayoría de los
jubilados son propietarios de la vivienda en que residen, lo cual les proporciona
unas rentas implícitas ( el alquiler que se ahorran) mucho mejores que las
señaladas por AFI en sus cálculos. Porque muchas décadas antes de que
existieran INVERCO, los planes de pensiones, UNESPA y AFI las familias
españolas decidieron, con gran intuición en vista de los resultados, que la
mejor previsión para la vejez era tener una vivienda en propiedad.
Así que sería estupendo ver
anuncios en los que la bella Anne lanzara a la ciudadanía este mensaje: haga
usted el esfuerzo de ser propietario de su vivienda y olvídese de todo lo
demás. Lo malo – siempre tiene que haber un lado malo – es que ese esfuerzo
hace unas décadas duraba unos 15 años y hoy en día es difícil que baje de los
30 ó 35. Y tampoco podemos olvidar que las separaciones son ahora más numerosas
que en el pasado, con las hipotecas añadiendo ruina económica a la ruina
sentimental. En fin, que la vida, si uno se pone a pensar en el futuro, se
presenta como un gran lío, uno de esos líos que Rajoy recomienda evitar a toda
costa.