viernes, 1 de enero de 2016

LA DIFÍCIL LECTURA DEL 20D

     Resulta sorprendente la forma tan rotunda en que los dirigentes socialistas descartaron desde el primer día la posibilidad de consentir un gobierno encabezado por el candidato del Partido Popular. Según ellos, el mandato recibido de los electores es el de no permitir bajo ningún concepto que Mariano Rajoy siga en La Moncloa. Sorprendente, porque ellos mismos se estaban achicando el terreno de juego, sin esperar a que sea el propio Rajoy, como candidato más votado, el que lleve a cabo los movimientos necesarios para un posible debate de investidura. Y sorprendente porque con esa actitud tan cerrada a un hipotético acuerdo el PSOE se arriesga a ser presentado como el culpable de una posible repetición de las elecciones.
     Si no hay un gobierno del PP, con los apoyos externos que sean necesarios, la única alternativa posible es un gobierno del PSOE en alianza con Podemos, el PNV y los nacionalistas catalanes.  Ese experimento sería un suicidio para las socialistas, porque una cosa es gobernar en ciertos municipios y otra bien distinta gobernar el país. Por otra parte, los propios dirigentes socialistas han excluido cualquier posibilidad de pacto con Podemos - y cabe suponer que también con los nacionalistas - mientras estas fuerzas exijan el reconocimiento del derecho a la secesión. 
     ¿Es posible pactar la derogación de la reforma laboral con quien ha impulsado la reforma laboral?, ¿es posible pactar la derogación de la Ley Wert con quien ha elaborado la Ley Wert?, se preguntaba estos días de atrás en RNE Patxi López, Secretario de Acción Política del PSOE. La respuesta es sí, claramente sí, pero López daba a entender que no para justificar la negativa a un posible acuerdo con el PP.  Es verdad que los populares se han comportado en los últimos años con un gran sectarismo, pero eso es  el pasado  y ahora se trata de encarar el futuro. Un  partido se puede comportar de modo muy distinto según que cuente o no con mayoría absoluta en el parlamento. No hay más que recordar al Aznar de 1996 frente al mismo Aznar en 2000, o al Felipe González de los años del rodillo socialista.
     Ahora, dada la aritmética  parlamentaria salida de las urnas, tenemos una magnífica ocasión para pactar las reformas consensuadas que la sociedad española necesita para mejorar o consolidar aquellos aspectos que más afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos. En los programas de todos los partidos hay propuestas descartables y otras razonables para conseguir esas mejoras en sanidad, mercado laboral, educación, prestaciones sociales, limpieza y transparencia de las instituciones, etc. Nadie tiene la razón completa de su parte y necesitamos recuperar el espíritu de colaboración que se plasmó en el texto constitucional bajo el cual se desarrolla hoy nuestra vida pública.
     Tener que repetir las elecciones no sería bueno para España, por muchísimas razones, aunque tampoco deberíamos rasgarnos las vestiduras se hubiera que volver a las urnas. Lo cierto es que esa sería una opción de alto riesgo para el Partido Socialista, porque el voto ciudadano podría radicalizarse hacia los extremos y favorecer al PP y a Podemos. También es arriesgado consentir un gobierno encabezado por Mariano Rajoy, pero lo cierto es que el PSOE podría obtener a cambio importantísimas concesiones  en todas las materias que más afectan a los españoles,  y esas concesiones - esos logros, podríamos decir - serían una gran baza para reclamar el apoyo de los votantes dentro de cuatro años. 

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