El recorrido descrito en esta entrada -apto para todos los públicos y todas las épocas del año- deparará grandes placeres a los amantes del contacto tranquilo con la naturaleza. Y aquellos que nunca hayan practicado la saludable actividad del senderismo, si deciden estrenarse aquí, ya no podrán abandonarla. Sólo una advertencia que no ha de asustar a nadie, pero debe ser tenida en cuenta: en dos o tres puntos del camino hay que ir con mucho ojo para evitar resbalones o tropezones que podrían tener muy malas consecuencias.
Estamos en el noroeste de la provincia de Guadalajara, en medio de los agrestes parajes que atraviesa el curso alto del río Jarama. Río humilde, que proporciona a los madrileños, junto con su hermano el Lozoya, una de las mejores aguas de España. Río inmortal desde que Sánchez Ferlosio lo eligiera para dar nombre a una de las grandes cumbres de la literatura española.
Para llegar al punto de inicio de nuestra excursión debemos tomar en la capital alcarreña -junto a la vieja estación del ferrocarril convencional- la CM-101 hasta la localidad de Humanes. Desde aquí proseguiremos luego, por la CM-1004-, en dirección a Tamajón, puerta de entrada a la comarca de los Pueblos Negros, de la que quizá hablaremos otro día. Cinco kilómetros antes de llegar a Tamajón, tomamos a mano izquierda la carretera hasta Retiendas.
El camino arranca justo a la entrada del pueblo, antes de cruzar el puente que salva uno de los pequeños arroyos tributarios del Jarama. Es una pista forestal que se aleja de la aldea, sin pérdida posible, paralela al arroyo por su margen izquierda. Una de las primeras cosas que veremos son las tapias del cementerio, que, como todos los camposantos de Castilla, fue construído a una prudencial distancia de las casas. Veremos también las cárcavas profundas que las lluvias torrenciales han horadado en las laderas.
A los tres o cuatro minutos de comenzar la caminata se presenta una bifurcación. La pista que traíamos gira bruscamente a la derecha para dirigirse hacia la presa del embalse de El Vado, pero nosotros seguimos de frente, por la pista de tierra que enseguida se adentra en un espeso bosque de robles y encinas. Antes de media hora habremos avistado la primera sorpresa de la jornada: Las ruinas de lo que fue el monasterio cisterciense de Bonaval. Según parece, este cenobio, con extensas y fértiles tierras de cultivo a su alrededor, estuvo habitado hasta la Desamortización de Mendizábal. Luego vinieron el abandono y el latrocinio. Sus estancias fueron utilizadas como aprisco para el ganado y sus sillares de roca caliza -la renombrada roca caliza de Tamajón- se usaron como material de construcción en los pueblos cercanos. La belleza de su traza arquitectónica sigue emocionándonos pese a la decandencia de siglos, pero nos entristece la certeza de que nunca recuperará el antiguo esplendor.
Unos ochenta metros antes de llegar al monasterio, sale a mano izquierda otra pista, un poco más estrecha que la anterior y que poco a poco se va convirtiendo en un camino de herradura. Nada más cogerla, veremos lo poco que queda de lo que fue el molino que utilizaban los monjes de Bonaval. La compañía que llevamos ahora por la derecha son ya las rumorosas aguas del Jarama, que se despeñan entre las rocas y forman remansos de irresistible atractivo para el baño ( en verano,claro). Una media hora después de las ruinas, el camino desemboca en un terreno llano, que estuvo cultivado hasta hace pocos años. Al otro lado de este espacio abierto nos sale al encuentro otra grata sorpresa: una encina de gran porte ofrece su sombra protectora a los caminantes. Seguimos avanzando en la misma dirección que traíamos, pasando en ocasiones por el único y angosto espacio disponible entre las paredes de roca y el cauce del río, y en cosa de un cuarto de hora nos topamos con la carretera de Puebla del Vallés a Valdesotos.
Al poco de caminar por el asfalto en dirección a Valdesotos, encontramos otro de los atractivos paisajísticos de la jornada: El puente medieval, hoy en desuso, que permitía salvar el río en el camino de tierra que unía estas dos localidades antes de que se hiciera la carretera. Hay que ir atentos, porque está casi cubierto por la vegetación. Desde aquí hasta Valdesotos nos queda otra media hora de andar por la cuneta casi inexistente. Antes de llegar al pueblo nos cruzaremos con las enormes tuberías del Canal de Isabel Segunda y justo a la entrada encontraremos una zona de juegos infantiles y unos merenderos construidos con lajas de pizarra, ideales para sentarnos un rato a reponer fuerzas. La vuelta la haremos por el mismo camino. En total, contando con la parada para comer y tomar un cafelito en el bar que han abierto en los bajos del Ayuntamiento, pueden ser unas cinco horas.
Estamos en el noroeste de la provincia de Guadalajara, en medio de los agrestes parajes que atraviesa el curso alto del río Jarama. Río humilde, que proporciona a los madrileños, junto con su hermano el Lozoya, una de las mejores aguas de España. Río inmortal desde que Sánchez Ferlosio lo eligiera para dar nombre a una de las grandes cumbres de la literatura española.
Para llegar al punto de inicio de nuestra excursión debemos tomar en la capital alcarreña -junto a la vieja estación del ferrocarril convencional- la CM-101 hasta la localidad de Humanes. Desde aquí proseguiremos luego, por la CM-1004-, en dirección a Tamajón, puerta de entrada a la comarca de los Pueblos Negros, de la que quizá hablaremos otro día. Cinco kilómetros antes de llegar a Tamajón, tomamos a mano izquierda la carretera hasta Retiendas.
El camino arranca justo a la entrada del pueblo, antes de cruzar el puente que salva uno de los pequeños arroyos tributarios del Jarama. Es una pista forestal que se aleja de la aldea, sin pérdida posible, paralela al arroyo por su margen izquierda. Una de las primeras cosas que veremos son las tapias del cementerio, que, como todos los camposantos de Castilla, fue construído a una prudencial distancia de las casas. Veremos también las cárcavas profundas que las lluvias torrenciales han horadado en las laderas.
A los tres o cuatro minutos de comenzar la caminata se presenta una bifurcación. La pista que traíamos gira bruscamente a la derecha para dirigirse hacia la presa del embalse de El Vado, pero nosotros seguimos de frente, por la pista de tierra que enseguida se adentra en un espeso bosque de robles y encinas. Antes de media hora habremos avistado la primera sorpresa de la jornada: Las ruinas de lo que fue el monasterio cisterciense de Bonaval. Según parece, este cenobio, con extensas y fértiles tierras de cultivo a su alrededor, estuvo habitado hasta la Desamortización de Mendizábal. Luego vinieron el abandono y el latrocinio. Sus estancias fueron utilizadas como aprisco para el ganado y sus sillares de roca caliza -la renombrada roca caliza de Tamajón- se usaron como material de construcción en los pueblos cercanos. La belleza de su traza arquitectónica sigue emocionándonos pese a la decandencia de siglos, pero nos entristece la certeza de que nunca recuperará el antiguo esplendor.
Unos ochenta metros antes de llegar al monasterio, sale a mano izquierda otra pista, un poco más estrecha que la anterior y que poco a poco se va convirtiendo en un camino de herradura. Nada más cogerla, veremos lo poco que queda de lo que fue el molino que utilizaban los monjes de Bonaval. La compañía que llevamos ahora por la derecha son ya las rumorosas aguas del Jarama, que se despeñan entre las rocas y forman remansos de irresistible atractivo para el baño ( en verano,claro). Una media hora después de las ruinas, el camino desemboca en un terreno llano, que estuvo cultivado hasta hace pocos años. Al otro lado de este espacio abierto nos sale al encuentro otra grata sorpresa: una encina de gran porte ofrece su sombra protectora a los caminantes. Seguimos avanzando en la misma dirección que traíamos, pasando en ocasiones por el único y angosto espacio disponible entre las paredes de roca y el cauce del río, y en cosa de un cuarto de hora nos topamos con la carretera de Puebla del Vallés a Valdesotos.
Al poco de caminar por el asfalto en dirección a Valdesotos, encontramos otro de los atractivos paisajísticos de la jornada: El puente medieval, hoy en desuso, que permitía salvar el río en el camino de tierra que unía estas dos localidades antes de que se hiciera la carretera. Hay que ir atentos, porque está casi cubierto por la vegetación. Desde aquí hasta Valdesotos nos queda otra media hora de andar por la cuneta casi inexistente. Antes de llegar al pueblo nos cruzaremos con las enormes tuberías del Canal de Isabel Segunda y justo a la entrada encontraremos una zona de juegos infantiles y unos merenderos construidos con lajas de pizarra, ideales para sentarnos un rato a reponer fuerzas. La vuelta la haremos por el mismo camino. En total, contando con la parada para comer y tomar un cafelito en el bar que han abierto en los bajos del Ayuntamiento, pueden ser unas cinco horas.
9 comentarios:
¿Y no se podría ir en taxi?
Es cierto Santiago; hay que pensar en senderos para personas con algún tipo de minusvalía. Este anónimo debe ser el/la mismo/a que me dijo aquella chorrada de que participar en tu blog me impediría atender mis obligaciones profesionales. Que criatura mas… graciosa: que le vamos hacer.
He mirado la zona en el google Earth y es una maravilla. Lo único desolador es el estado del monasterio.
Saludos cordiales,
José Antonio
En efecto, se podría ir en taxi, al menos hasta Retiendas. A partir de aquí el taxista podría reclamar algún recargo por daños posibles en los bajos del coche. De modo que no lo recomiendo: saldría mucho más caro y sería mucho menos divertido. Un saludo a todos.
¿Se puede ir al museo del Louvre en burro?
Querida Alice, desde luego, si no tiene demasiada prisa, se puede ir al lubre en burro. Lo difícil es encontrarlos de cuatro patas. De dos patas hay muchos.
Platero
A estas envidiables expediciones –como aficionado del buen yantar autóctono- faltaría añadir las costumbres gastronómicas de la zona en cuestión.
Saludos cordiales,
Niko
El lugar lo conozco y ciertamente merece la pena la visita.
A la entrada a Tamajón, en el lado derecho hay un restaurante que creo se llama del "Del Cazador". He comido un par de veces y no está mal. Existe también uno a la Izquierda, pero la última vez que pasé por allí estaba cerrado.
Para ir en burro, algo fundamental es preguntarle si le apetece ir
Un cordial saludo.
M.Sant Macía
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