Había pensado escribir algo sobre la toma de posesión de Patxi López, algo que podría haberse titulado "La esperanza se llama López...y el mal perder se llama Ibarretxe". Pero un amable lector anónimo me sugiere un comentario sobre el partido de anoche, así que voy a complacerle pese a que no soy una persona muy versada en lo que podríamos llamar los detalles o los intríngulis del juego. Por ejemplo, no sabría decir si las varias jugadas polémicas que hubo en el área del Barcelona fueron o no fueron penalty.
Vi el partido, en efecto, acompañado por una de mis hijas, que es culé de pro y que estuvo todo el rato al borde de las lágrimas para acabar derramándolas muy generosamente al final del encuentro. Y lo vi en un sitio donde se supone que la gente debería dedicarse a disfrutar con los lances del juego, en lugar de regodearse en los insultos estentóreos e irracionales: una cafetería del campus universitario. Se conoce que la buena educación, el juego limpio, el respeto por el contrario ya no importan y lo que importa es ganar o clasificarse a cualquier precio. Los parroquianos madridistas estaban deseosos de revancha, así que de la manera más mezquina se dedicaban a corear las acciones del Chelsea. Y los parroquianos barcelonistas caían en la más absurda de las contradicciones: se dedicaban a hacer el simio cuando la tocaban los negros del equipo británico y seguían el juego con arrobo cuando los que conducían la pelota eran los negros que militan en el equipo catalán.
Durante todo el encuentro los jugadores del Barcelona me recordaron a los cardenales cuando se reunen en la Capilla Sixtina: una vez que se cierran las puertas, todo depende de que llegue o no llegue la inspiración del Espíritu Santo. ¿Cómo es posible -me preguntaba- que los mismos jugadores que hace cuatro días crearon una catarata de oportunidades en el Bernabéu ahora sean incapaces de tirar una sola vez entre los tres palos? Misterios del fútbol, aunque cabe suponer que los del Chelsea habían adoptado todas las precauciones para evitar que llegara a su destino el influjo benéfico de la tercera persona de la Santísima Trinidad. Pero todo era una cuestión de fe, según han subrayado los protagonistas del choque. El Barça inistió una y otra vez, con más dedicación que acierto, hasta el pelotazo final.
Antes del remate de Iniesta estaba convencido de que los británicos se habían ganado a pulso el pase a la final porque habían sabido practicar su juego mejor que los catalanes el suyo. Quizá hubiera sido injusto, porque el Barcelona ha hecho un gran fútbol a lo largo de la temporada y merecía estar en la final de Roma. Y entonces sucedió lo que tantas veces con tantos encuentros en busca de la "fumata blanca": que Dios vio que era bueno escribir derecho con renglones torcidos. El disparo del manchego me recordó vivamente aquel inolvidable zurdazo de Zidane que significó la "novena" para el Real Madrid. Ojalá el Barça pueda conseguir su "tercera" frente al histórico Manchester United.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
2 comentarios:
Querido Santiago: el Barcelona baila con el balón mientras la mayoría de los rivales lo patean. Dirceu, un brasileño del Atlético de Madrid de los 80, decía: "Doy balones y los compañeros me devuelven sandías". En el Barça de ahora nadie devuelve sandías. Iniesta o Xavi son expendedores de fantasía y Messi o Eto´o magos que cualquier pase lo convierten en gol. Alabo el gusto de tu hija. El mío no es tan elevado en lo formal, soy del Atlético, pero celebra la grandeza blaugrana. En mi blog también he escrito de esto, del fútbol como expresión de felicidad.
Muy bueno el comentario por parte del barça, aún tenemos que esperar para celebrar algo, hay un dicho afgano, conocido a Hillary Clinton hace pocos días, que dice : "la paciencia es amarga pero su fruto es dulce", en esas estamos, y también una frase muy sevillana que dice : " para presumir hay que sufrir", espero que este año sufra mucho pero pueda presumir un poco, desde la mayor humildad y no de la prepotencia de otros. Atentament.
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