miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL CONSTITUCIONAL Y EL ESTATUTO DE CATALUÑA: LA IMPORTANCIA DE ATENERSE A LAS REGLAS

Una de las características de la democracia es que no admite atajos. Para llegar a las soluciones justas hay que seguir el procedimiento adecuado, de lo contrario la solución estará viciada de origen y acabará invalidada. Y no vale cambiar de reglas a mitad del partido. El encuentro completo debe jugarse con las reglas preestablecidas. No vale decir, por ejemplo, "nadie puede echar abajo lo que refrendó el pueblo de Cataluña", porque todos sabemos que el texto sometido a referendum podía ser impugando ante el Constitucional y todos sabemos que el Constitucional tiene competencias para decir qué ley se ajusta y qué ley no se ajusta a nuestra Carta Magna.
El Tribunal Constitucional es la clave de bóveda de nuestro sistema democrático y poner en cuestión sus decisiones es como querer echar abajo todo el edificio. Evidentemente, el método escogido para elegir a los magistrados del Constitucional no es el más satisfactorio y provoca a veces que éstos actúen de acuerdo a los intereses partidistas del grupo que les propuso o de acuerdo con su propios prejuicios ideológicos, morales o políticos. A lo mejor sería más satisfactorio -o quizá no- designar a los 12 miembros por sorteo entre todos los catedráticos de Derecho Constitucional. O por sorteo entre los 44 millones de ciudadanos españoles. Pero lo cierto es que no hemos encontrado un método que nos garantice la pureza, la honradez, la probidad y el sentido común de los elegidos. Así, pues, tendremos que atenernos a lo que hay, si lo que queremos es que el sistema democrático salga fortalecido. Y habrá que tener el valor de explicárselo a los conciudadanos catalanes, en el supuesto de que la esperada sentencia rechace cosas como el término "nación", los "símbolos nacionales" o la obligatoriedad de aprender el catalán.
Cuando los debates constitucionales, un senador de designación real, Antonio Pedrol Ríus, ya avisó de los conflictos que podrían venir si el Constitucional invalidaba una ley previamente refrendada por la ciudadanía. La enmienda de Pedrol lo que proponía es que el pronunciamiento del Tribunal se hiciera antes y no después del referendum. Enmienda que no se aceptó y ahora estamos donde estamos: El Estatuto de Cataluña puede sufrir un "cepillado" algo más severo del que, según Alfonso Guerra, se hizo en la Comisión Constitucional del Congreso. El Alto Tribunal tiene la palabra y lo que diga "va a misa", de acuerdo con el lenguaje popular. Y todo lo que no sea respetarlo será poner palos en las ruedas de nuestro sistema democrático.

lunes, 9 de noviembre de 2009

DON QUIJOTE, EL MURO, LAS BELLOTAS Y LA MAGDALENA DE PROUST

Por el título que le pongo a estas reflexiones, alguien no muy misericordioso podría pensar, en este lunes 9 de Noviembre de 2009, que lo que yo tengo es una considerable empanada mental, provocada quizá por un desayuno algo indigesto. Y sí, algo de razón tendría quien tal pensara porque la confusión y la desorientación han sido notas características en la evolución de la izquierda (también en la evolución del mundo entero) durante los veinte años transcurridos desde la caída del Muro de Berlín, aquel muro llamado "de la vergüenza".
Al recordar el nombre que se le dio a aquella obra siniestra comenzada por sorpresa en una madrugada aciaga de hace 48 años, me pregunto por qué no llamamos "muro de la vergüenza" al que construyen los isaraelíes para liquidar toda esperanza del pueblo palestino, por qué no llamamos "muro de la vergüenza" al que nosotros mismos hemos construido en nuestra frontera sur con África, por qué no llamamos "muro de la vergüenza" al que han construido los americanos en su frontera sur con México. Por qué a los que conseguían saltar el Muro de Berlín se les acogía al otro lado con los brazos abiertos y por qué a los que consiguen saltar los muros que nosotros hemos levantado lo que les espera es todo el aparato represivo del Estado, comenzando por las metralletas (o los fusiles de la Asociación Nacional del Rifle) en ristre.
¿Dónde estaba usted cuando cayó el Muro de Berlín? He tratado de recordarlo pensando en que, al salir a la calle, algún reportero enviado a hacer un trabajo de urgencia podría hacerme esa pregunta. Pero no lo he conseguido, mientras que sí puedo recordar perfectamente dónde estaba en la tarde del 23-F, en la tarde del 11-S o en la mañana del 11 de Marzo de 2004. Y el caso es que, desde un punto vista histórico, la caída del Muro tuvo más repercusión que cualquiera de esas otras fechas. Fue la confirmación, por si alguien no lo tenía claro ya a aquellas alturas, de que el sistema comunista era inviable. Y no sólo por la dictadura asfixiante en que había degenerado, sino por algo que afectaba a los propios fundamentos filosóficos del sistema: la imposibilidad de construir una economía eficiente y competitiva sobre la base de la propiedad colectiva de los medios de producción. Falta de libertad, violación continua de los derechos humanos y ausencia de estímulos individuales para ser más productivos fueron los ingredientes del cóctel que causó la ruina total de aquella gran esperanza que había nacido con la Revolución de Octubre 70 años atrás. Para las mentes más lúcidas de la izquierda, sin embargo, esa esperanza había dejado de existir varias décadas antes de que los berlineses del Este y el Oeste decidieran abrazarse encaramados a aquel Muro que les había dividido durante más de un cuarto de siglo.
Propiedad privada sí o propiedad privada no. Este vigésimo aniversario del comienzo de la unificación alemana me ha cogido leyendo El Quijote y me ha hecho recordar unas palabras que el valiente caballero les dirige a unos cabreros que acaban de invitarle a una cena a base de bellotas:
-"¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío! Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes"...Y siguió un buen rato, el caballero, con una larga y asombrosa perorata. Marx había leído El Quijote, pero quizá no prestó mucha atención a este pasaje ideado por el descreído Cervantes. Si lo hubiera hecho, habría comprendido cuán lejana e irrecuperable era aquella edad, presuntamente venturosa, en que todas las cosas eran comunes. El propio escritor alcalaíno relata que "toda esta larga arenga... dijo nuestro caballero, porque las bellotas que le dieron le trujeron a la memoria la edad dorada". Está claro que la magdalena de Proust -y los recuerdos que provoca en el autor- no se habrían convertido en el desayuno -o la merienda- más celebrados de la historia de la literatura si los especialistas hubieran caído en la cuenta de que su invención estaba ya inventada. Pero, ¿cómo poner al mismo nivel el glamour de los recuerdos provocados por una magdalena en un hijo de la alta burguesía que veranea en una playa de Normandía con las prosaicas bellotas recolectadas por unos cabreros analfabetos? También en la literatura ha habido y sigue habiendo clases.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL HAYEDO DE TEJERA NEGRA: UNA JOYA DE LA NATURALEZA CASTELLANO-MANCHEGA


Y cómo huir cuando no quedan islas donde naufragar, dice la canción que cantaba Ana Belén ("Peces de Ciudad", con letra de Sabina, creo) con esa voz suya tan hermosa que tanto nos ha emocionado. He aquí un lugar donde uno desearía naufragar para curarse del asco y el hartazgo de tantas corrupciones grandes y pequeñas, de tantas luchas miserables por el poder y el dinero. Un sitio que conserva toda su espectacular belleza al norte de la provincia de Guadalajara, mientras al sur de la región, por las Tablas de Daimiel, las entrañas de la tierra arden sin control.
El Hayedo de Tejera Negra tiene una superficie de 1641 hectáreas y fue declarado Parque Natural en 1978. Su importancia, según cuenta el folleto que entregan a los visitantes, no reside tanto en su extensión como en el hecho de haberse conservado en el centro de la península, gracias a la especial topografía de los valles umbríos en que se encuentra, lo cual favorece la formación de nieblas y el incremento de la humedad a temperaturas bastante bajas. Se encuentra en la localidad de Cantalojas, a la que se trada en llegar unas 2,5 horas desde Madrid. A la entrada hay un pequeño centro de interpretación y a partir de ahí una pista forestal conduce hasta el aparcamiento. En los días otoñales y festivos la afluencia de visitantes constituye una auténtica romería, pero en días laborables uno puede pasearse sin encontrar demasiada gente.

Hay dos itinerarios posibles, si bien el más recomendable para un paseo tranquilo que permita disfrutar a fondo los atractivos paisajísticos, es la llamada Senda de Carretas, que recibe su nombre del antiguo tránsito de carros que transportaban el carbón que se producía quemando muy lentamente la madera de las hayas y los robles. A lo largo del recorrido (6 kilómetros) encontraremos una reproducción de las antiguas carboneras antes de llegar al extraordinario mirador que constituye la pradera de Matarredonda. Es una ruta circular que discurre primero por la margen derecha del río Lillas (riachuelo, más bien) y luego se separa hacia la izquierda para ir ascendiendo suavemente por la ladera hasta llegar al Collado del Hornillo, desde donde se puede bajar de nuevo al aparcamiento. La mejor época para visitar este santuario de la naturaleza castellano-manchega es el comienzo del otoño, pero vale la pena en cualquier otra estación.