jueves, 24 de febrero de 2011

PEGARSE UN TIRO EN LA CABEZA (O EN LOS PIES)

Siempre se acaba volviendo al lugar del crimen. En estos días de recuerdo de lo que fue el 23-F (con el deseo plausible de que no se repita) también hemos recordado lo que fue aquella expropiación de Rumasa que el primer Gobierno de Felipe González se vio obligado a llevar a cabo por la vía de urgencia.
Ocurre que Ruíz Mateos y su familia han vuelto a las andadas, a las prácticas fraudulentas y escapistas que dieron origen a la intervención. Ahora le deben dinero a la Seguridad Social, a los bancos (me pregunto qué gestores de riesgos son los que han tramitado los préstamos a un señor llamado Ruíz Mateos)a los suministradores de sus empresas y a los 5.000 incautos que les prestaron unos 70 millones de euros en pagarés de 50.000 euros cada uno. El patriarca familiar ha dicho que, si su fe religiosa se lo permitiese, se pegaría un tiro en la cabeza en caso de no poder devolver hasta el último céntimo de capital más intereses a las personas que confiaron en ellos. ¡Qué grande es esto de tener una fe religiosa que te blinda frente a las malas tentaciones en caso de no ser capaz de cumplir tu palabra! Así que está claro que Ruíz Mateos se acogerá a su fe en el Altísimo y no se pegará un tiro en la cabeza ni tampoco se hará el "haraquiri" en la plaza pública.
Los que sí que se han pegado un buen tiro en los pies son los 5000 ahorradores (puede que entre ellos hubiera algún potentado al que no le importara perder una calderilla con tal de seguir alimentando a la abeja presuntamente laboriosa) que compraron los pagarés contra las advertencias de la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Yo recuerdo muy bien el enorme despliegue publicitario que hizo la Nueva Rumasa para captar el dinero de los ahorradores/inversores. Supongo que también lo recuerdan los que en estos días han escrito editoriales sobre los peligros de confiar en alguien no solvente y sobre cierta responsabilidad que podría caberles a la CNMV y al Gobierno del señor ZP.¿Y no le cabe ninguna responsabilidad a los periódicos que tan alegremente publicaron aquellos anuncios y añadieron a su cuenta de ingresos el precio de los mismos? Porque no recuerdo haber leído ningún editorial sobre lo que podría ocultarse tras aquella desaforada campaña. Y lo cierto es que el tratamiento informativo y tipográfico que se les dio a las notas de advertencia de la CNMV no tenía comparación posible con el recibido por los anuncios. El resultado es que ahora, según leo en los papeles, algunos de aquellos prestamistas están intentando vender sus títulos y las compañías intermediarias -hay intermediarios para todo- calculan que tendrán que aceptar como mínimo un descuento del 75 por ciento sobre el precio original. Más les habría valido, y más últil habría resultado para todos, que le prestaran su dinero al Estado. Pero en aquel momento la deuda del Estado sólo ofrecía un 4,5 anual y los pagarés de Nueva Rumasa elevaban la promesa hasta el 8 por ciento anual. No hay fe religiosa que sea capaz de vacunarnos contra la avaricia.

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