Es preferible un país sin Gobierno antes que un país sin periódicos, dejó escrito Thomas Jefferson, uno de los padres de la Constitución americana. Siempre me ha parecido una frase muy hermosa, un poco ácrata como corresponde a los hombres de credo liberal, que resume muy bien la importancia decisiva de la información para constuir una sociedad libre. Sin libertad de expresión no es posible el derecho a la búsqueda de la propia felicidad, como proclama solemnemente otro de los textos obra de Jefferson: la Declaración de Independencia, de 1.776.
El periodismo, tal como lo entendemos hoy, nació para satisfacer esta necesidad vital del ser humano. Y en consecuencia, quien maneja o controla la información, quien decide qué hechos, qué datos y qué opiniones se le ofrecen al público, dispone de un poder inmenso. Bien es verdad que en una democracia, en una sociedad libre en la que existen multitud de medios de comunicación que compiten entre sí, ese poder que confiere la información está muy repartido. Y en los últimos años, la eclosión de Internet ha venido a democratizar todavía un poco más ese derecho a la información y a la libre expresión de las ideas.
Hoy en día, cualquiera puede ejercer de "periodista por libre" a través de la Red, porque hay pocas cosas más fáciles que poner en marcha un blog o cuaderno de bitácora en el que uno puede ir publicando lo que le da la gana. Otra cosa distinta son las audiencias que uno pueda conseguir frente al seguimiento que tienen los grandes medios de comunicación, pero esto es secundario; lo esencial es que el derecho a comunicar y recibir libremente informaciones y opiniones está al alcance de todos.
Este fenómeno de la "blogosfera" a mí recuerda aquel periodismo de hojas volanderas, propio de los Siglos XVIII y XIX, que estudiábamos en la facultad. ¿Cuántas páginas tenían los periódicos en que publicaba sus artículos Mariano José de Larra? ¿Qué tirada tenían? ¿Cómo se distribuían? ¿Cuánta gente formaba parte de su plantilla? En muchas ocasiones, el propio redactor lo hacía todo: escribía los textos, los componía en la imprenta y luego repartía las hojas en las esquinas más transitadas. Yo mismo viví una situación parecida en los inicios de mi carrera profesional: escribía los textos del boletín municipal, los llevaba a la imprenta con mi propuesta de maquetación, recogía luego los ejemplares, los cargaba en el maletero de mi viejo R-8 y me hacía una ruta por toda la ciudad, dejando un buen manojo en cada quiosco. La gran ventaja que representa Internet para este periodismo de corte volandero es que te lo hace todo gratis: sólo necesitas sentarte a la mesa y darle al teclado.
Así pues, el universo de la "blogosfera" constituye una auténtica tierra prometida para todos los ciudadanos en general, pero especialmente para quienes hemos ejercido profesionalmente el oficio de periodistas y, por las razones que sean, nos hemos visto de pronto expulsados del mercado laboral. No sólo es la tierra prometida, es también una magnífica e irresistible tentación para quienes tenemos al menos tres cosas: una cierta vocación por la tarea de juntar palabras ( no digamos escribir, que es palabra mayor que no debe usarse en vano), una cierta cantidad de tiempo que no sabemos, o no podemos, emplear en otra actividad y una cierta vanidad para creer que lo que pensemos o digamos puede interesarle a alguien.
ACERCA DEL NOMBRE Y LOS PROPÓSITOS DE ESTA BITÁCORA
Estaría yo exagerando mucho si dijera que el puente Zulema -con sus cinco ojos de medio punto y sólida fábrica de hormigón armado- es a la ciudad de Alcalá de Henares lo que el puente de Brooklyn a Nueva York. Pero forma parte, sin lugar a dudas, de sus señas de identidad más reconocibles. Fue levantado en uno de los parajes más atractivos de los perezosos meandros que traza el río por el costado sur de la milenaria villa. Nada más cruzarlo, comienza la sinuosa subida hacia el monte Gurugú. La carretera atraviesa un paisaje muy quebrado, en el que la erosión ha ido abriendo profundísimos surcos a lo largo del tiempo. Delimitan este paisaje otros dos cerros, cuyos contornos sobresalen por encima de todos los demás. Hacia el oeste, el Viso, donde los arqueólogos sitúan el primitivo asentamiento humano que dio origen a la urbe actual; y hacia el este, el Ecce Homo, con los restos de una antigua fortaleza mora en su base. La caprichosa repoblación de décadas pasadas vistió al primero con el manto verde de los pinos, mientras que el segundo quedó con sus rojizos predegales al aire, expuestos a la acción inmisericorde de todos los elementos, y en los que a duras penas sobrevive una rala vegetación mesetaria.
Cualquiera de estos nombres -y también el de Complutum, que los romanos dieron a Alcalá- habría encajado bien con mis propósitos. Si elegí el del puente - aparte de que me parece el más bonito, sonoro y redondo de todos- fue por un puro sentido de la oportunidad o del oportunismo. La Z, última letra de nuestro abecedario, manda mucho en la política española. Se instaló en La Moncloa con Adolfo Suárez y ha llegado a su glorificación absoluta con ZP. Y, si se me permite un juego de palabras, podríamos decir que seguirá mandando mucho, pase lo que pase el 9 de Marzo, porque o gobierna ZP o gobierna PZ, o sea, Manuel Pizarro. Aunque en este último caso, el protagonismo habría de compartirlo con su vecina la Y, que acudiría al baile del bracete de Rajoy Brey.
Por otra parte, con Zulema Digital he querido rendir un pequeño homenaje a la ciudad que me acoge desde niño. Cuando uno arroja un mensaje a ese océano inmenso que es Internet, nunca sabe quién acabará encontrando y leyendo ese mensaje. Pero si en algún sitio están mis lectores favoritos, ese sitio no es otro que Alcalá de Henares, muy cerca de Meco, en el exacto centro geográfico de la península Ibérica. Más difícil será, por el contrario, que esta bitácora llegue a ser la favorita de mis convencinos en la milenaria Complutum. Se hará lo que se pueda.
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Hace 4 años
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