domingo, 7 de diciembre de 2008

DIVAGACIONES SOBRE CRISIS E HIPOTECAS

Lo que antes te hirió ahora te cura, le dice el ciego de El Lazarillo de Tormes a su joven y voluntarioso guía. Estoy citando de memoria, así que no os lo toméis al pie de la letra, pero ese pasaje de la novela fundacional de la picaresca se me vino a la cabeza mientras leía una información sobre los tipos de interés del Banco Central Europeo y su lento traslado al Euríbor. Las hipotecas enloquecidas fueron el detonante del gran torbellino y su abaratamiento podría ser ahora al menos un alivio para la asfixia económica en que se encuentran -nos encontramos- millones de empresas y familias.
Podría ser un alivio, pero no está claro que lo vaya a ser, en primer lugar porque los tipos de interés más bajos no son un factor suficiente para animar a la gente y recuperar una tendencia compradora; en segundo lugar, porque los mismos bancos que antes daban créditos con desbordante alegría ahora exigen y exigen, y cuantas más garantías piden menos posibles compradores o consumidores están en condiciones de asumirlas; y en tercer lugar, porque los efectos de la crisis (en forma de despidos y aumento del desempleo) incrementarán el número de familias que no pueden hacer frente a su hipoteca, ya sea ésta cara o barata. Y si aumenta la morosidad, aumentarán las dificultades de los bancos y también las garantías que éstos reclaman antes de conceder nuevos créditos. Puede que hayamos entrado en un círculo vicioso después de descarrilar el tren que parecía circular por un círculo virtuoso durante los 15 años anteriores de crecimiento ininterrumpido.
Entre las medidas aprobadas por el Gobierno, antes de que el INEM estuviera al borde de los tres millones de parados registrados, destaca por su vistosidad la que permitirá a los desempleados aplazar por dos años el pago de los intereses de su hipoteca. No es un regalo, puesto que esos intereses hay que pagarlos más tarde, pero puede ser una ayuda. Sin embargo, no sirve para maquillar el problema de fondo, que no son los intereses, sino el precio de las casas y los cientos de miles de familias endeudadas hasta el cuello para poder ejercer su derecho constitucional a una vivienda digna. Un problema que se vino incubando, a la vista de todos, durante muchos años, sin que nadie hiciera gran cosa para remediarlo o frenarlo. Ahora estamos atrapados en un "atascamiento general", como decía Adam Smith, y no sabemos hasta cuándo durará.
A mí esta posibilidad de aplazar los intereses me recuerda esas ofertas comerciales de "compre hoy y no empiece a pagar hasta el año que viene". Hoy en día muchas inmobiliarias, y también los concesionarios y fabricantes de automóviles, estarían deseando vender un piso o un coche bajo esa fórmula, pero ya sabemos que el consumo de bienes duraderos es lo que más se resiente cuando llega la crisis. La gente no sabe lo que va a pasar con su empleo, obtener préstamos está más difícil y la psicología colectiva tiende al pesimismo cuando mira hacia el futuro. Se paralizan las decisiones de inversión o de consumo y las estadísticas acaban reflejándolo dramáticamente.
Algunos expertos dicen que esta crisis de ahora tiene pinta de ser tan profunda y duradera como la del 29. Otros, por el contrario, aseguran que no será para tanto, porque las autoridades han sabido reaccionar a tiempo. Lo bonito será, en cualquier caso, que la salud nos acompañe para ver quiénes estan en lo cierto. Hace ochenta años, el Alcalde de Nueva York, abrumado por aquella ruina y desesperación colectivas, imploró a los empresarios cinematográficos que programaran en sus salas películas capaces de infundir optimismo y esperanza en el ánimo de las gentes. No sé si ahora se ruedan películas capaces de conseguir ese efecto, pero yo creo que no hacen falta. Esta mañana, como buen ciudadano, he visitado el centro comercial y he visto con mis propios ojos las colas ante los surtidores de carburante: si no consumimos más es porque no podemos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quedo con la útima frase del comentario del autor del blog. "No consumimos más porque no podemos".
Una frase que según tengo entendido corresponde a Miguel Ángel Aguilar, abunda en esta idea: Ante la pregunta a un ciudadano de cómo le gustaría vivir, este responde, Como vivo pero pudiendo.
Y es que en estos tiempos en los que hasta los más conspicuos ultraliberales están reclamando al Estado un papel que siempre le han negado, se espera de él que resuelva todas las situaciones, incluídas las muy particulares de cada ciudadano. Mas una cosa es la macroeconomía y otra la economía doméstica y esto último es lo que tiene sumido en la desesperación a miles d ciudadanos, no obstante, de esa masa de ciudadanos desesperados por su acual situación, habrá que extraer casos concretos, y no son pocos, a los que hay que preguntarles ¿qué calidad de vivienda ha adquirido? ¿qué modelo de coche está pagando? y ¿qué calidad de empleo es el suyo para meterse en el nivel de endeudamiento en el que se haya inmerso, y de sus respuestas saquemos conclusiones.
M.Sant Macía
Un cordial saludo

Anónimo dijo...

A lo peor llenaban sus depósitos para recorrer empresas entregando currículos. Me temo que no son estos a los que Santiago se refiere. La cosa va por el personal que adquiere combustible con Visa para un coche “estentóreo” que se está pagando en “cómodos plazos” para irnos a disfrutar de un mal llamado puente también a golpe de Visa; mayormente para mortificar al prójimo envidioso.

Un consumo razonado y razonable es lo que yo encuentro a faltar en la ciudadanía en general. Hay que tener la cabeza muy bien ordenada para no sucumbir ante las potentes armas de marketing –alguna de ellas ilegales- que usan la mayoría de empresas. Los denigrantes hábitos de consumo y de los valores que inculcan las TVs a los futuros consumidores. Andanadas de publicidad diabólica, zafia, mezquina.

Los distintos Ministerios de Sanidad y Consumo se han limitado ha hacer pequeñas campañas -por navidad principalmente- para que compremos congelados y para alertar al personal de los peligrosos juguetes del todo a cien. ¡Ah! Y El Presidente Rodríguez creo que una vez recomendó comer el conejo. Aunque haya muchísimos consumidores –cada día mas- que acuden a los mercados sabiendo lo que NECESITAN. Otros muchos consumen de forma desquiciada, trastornada, compulsiva, dirigida. ¡¡Se ven niños/as de ocho años con un móvil pegado a la oreja!!

La bajada de tipos, como bien dice Santiago, no va hacer que un parado adquiera una vivienda ni que los bancos y cajas abran la mano. Pero sin duda ayudará un poco a los que aun tenemos trabajo e hipoteca a no entrar en el atasco general.

Marcelino, ultraliberal y conspicuo me suena a algo parecido a música y militar (aunque hay algunas marchas que me gustan) si se es ultraliberal –a mi entender- no se puede ser conspicuo. Totalmente de acuerdo con usted en que muchos han/hemos accedido a un status que no está en absoluto a nuestro alcance. Pero… ¿No es obligación de los que proporcionan los dineros a estos incautos (entre los que me incluyo) el avisarles de lo que les puede ocurrir por, como decía mi abuela, sacar los pies de la manta? Es mas, creo que ahí está el origen y los responsables del atasco universal.

Saludos cordiales,
José Antonio

Anónimo dijo...

faisePara José Antonio:
De entrada debo aclarar que no sólo no me molesta, sino que agradezco cuando alguien me señala un error que haya podido cometer, sencillamente para corregirlo.Ahora bien, una vez dicho esto, en el caso que nos ocupa me he ido al diccionario y del adjetivo "Conspicuo" dice: Ilustre,visible, sobresaliente.
De ello se deduce que la frase "los más conspicuos ultraliberales" es perfectamente homologable con: los más "ilustres" ultraliberales.
M.Sant Macía
Un cordial saludo

Anónimo dijo...

Estimado Marcelino: ¿Puede ser ilustre un UltraSur?

Saludos
José Antonio