Los lectores de Zulema Digital han tenido a bien manifestarse a favor de ciertas reformas en nuestro norma fundamental, siempre que sean limitadas y tengan el mismo grado de consenso que se logró en el 78. En esa postura mayoritaria parecen coincidir con una máxima que el responsable del blog suele repetir a sus compañeros de senderismo cuando se presenta alguna encrucijada y el camino a seguir no está del todo claro: aventuras sí, pero controladas.
Sobre estas reformas ( que seguramente no se harán, porque el Presidente del Gobierno ahora no las considera prioritarias y porque el procedimiento de reforma es ciertamente laborioso) meditaba yo en días pasados mientras daba un largo paseo por la Casa de Campo, que es un parque extraordinario, seis veces mayor que el Central Park de Nueva York, que los habitantes de la Comunidad Autónoma de Madrid ( y también los del resto de Comunidades, claro) podemos disfrutar gracias a una decisión adoptada en 1.562 por Felipe II.
¿Debemos incluir a Felipe II entre los grandes monarcas de nuestra historia? Yo creo que sí, a pesar de la Armada Invencible, de la Inquisición y de la sangría que ocasionaron al Reino sus guerras exteriores, tan parecidas a las de los norteamericanos en la segunda mitad del Siglo XX y lo que llevamos del XXI. Su reinado fue el más largo desde que los Reyes Católicos unificaron los reinos de Castilla y Aragón para formar lo que ahora es España (a don Juan Carlos, por ejemplo, que lleva 33 años en el trono, aún le queda casi una década para igualarse con el Rey Prudente). Y, entre otras muchas cosas, nos legó El Escorial y estas 1.700 hectáreas de encinares, milagrosamente salvadas de la expansión urbanizadora, por las que ahora paseo bien pertrechado contra el viento gélido que llega directo desde las cumbres nevadas del Guadarrama.
La propiedad que hoy conocemos como Casa de Campo fue adquirida por Felipe II a la familia Vargas en 1.562. Dos siglos después, Carlos III llevó a cabo nuevas adquisiciones y ordenó construir la valla perimetral de manpostería, de 16 kilómetrtos de largo. Al otro lado de la valla puden verse los chalets de lujo, que a uno se le antojan como la avanzadilla de un ejército de bárbaros del norte dispuestos a lanzarse al asalto de las murallas. El folleto que entregan a los visitantes en el centro de interpretación ubicado junto al Lago describe este acoso urbanístico con las siguientes palabras: "El paisaje que se percibe desde la Casa de Campo está dotado de gran singularidad debido al fuerte contraste entre el primer plano, formado por un dosel de abundante arbolado, y la gran masa de edificios que se recorta en el horizonte".
Hay multitud de pistas y senderos que atraviesan este pulmón verde de la capital de España. Perderse aquí es imposible, porque hay muchas indicaciones y mucha gente a la que se puede preguntar, pero no está demás coger un plano en el centro de interpretación, aunque sólo sea para guardarlo como recuerdo. Nosotros hicimos un recorrido de unas tres horas, que arranca de las inmediaciones del Lago y va remontando el arroyo Meaques hasta llegar al Puente de la Culebra, llamado así por el sinuoso trazado que le dieron sus constructores. Desde este puente giramos a la derecha por la amplia pista de tierra que discurre paralela a la valla hasta llegar al denominado Portillo de los Pinos. Y desde aquí nuevo giro a la derecha para bajar hacia la zona del Lago por otra pista similar a la que traíamos.
Una ventaja añadida que ofrece la Casa de Campo es que una jornada senderista puede complementarse luego con una jornada gastronómica según las posibilidades de cada bolsillo. A las orillas del Lago funcionan unos cuantos restaurantes que no competirán nunca con Arzak, Adriá o Berasategui, pero que tienen unos menús del día con una relación calidad/precio bastante aceptable.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
3 comentarios:
Estimado Santiago: te pareces un poco a una amiga a la que, cariñosamente, llamamos Lady puñaladita: (En andaluz puñalaita)
…seis veces mayor que el Central Park de Nueva York…
…guerras exteriores, tan parecidas a las de los norteamericanos en la segunda mitad del Siglo XX y lo que llevamos del XXI…
No dejas pasar la ocasión de endilgar la puñaladita al malvado Yankee
Aunque nos duela, no irás a comparar –para nada- el Parque Central de Nueva York con La Casa de Campo. Y que yo sepa, todavía, la administración Buhs no ha quemado a nadie en la hoguera por ser sonámbulo.
P.D.
No he visto “mi” pregunta, la que me hubiese gustado pinchar en la encuesta, por tanto no he participado en la exploración sobre la posible reforma de la constitución. ¿Para que reformar una norma que es violada a diario? ¿Para lo mismo?
Ave Cayo Lara, morituri te salutant
Lo de las seis veces mayor que el Central Park era por buscar un término de comparación. Podría haberla comparado con el Bois de Bologne o con Hyde Park, pero no sabía la extensión de estos dos últimos, mientras que la del parque neoyorquino la recuerdo perfectamente: cuatro kilómetros de largo por 700 metros de ancho.
Son cosas diferentes, desde luego, pero que a lo mejor una de ellas ha sido mitificada en exceso por el cine, la literatura y la propaganda; y la otra no la apreciamos en lo que vale, quizá porque la tenemos demasiado cerca.
Debo reconocer que es posible que el subconsciente me lleve a eso de la puñaladita contra el yanqui, pero siempre he pensado que la decadencia actual del Imperio americano se parecía bastante a la decandencia que sufrió en su día el Imperio español. Una de las razones de esa decadencia es que la economía, entonces y ahora, no da de sí para mantener tanto gasto militar y el Estado se ve en la obligación de endeudarse o exigir más impuestos a los contribuyentes.
Un saludo cordial.
Algo tendrá al agua cuando la bendicen:
Algo tendrá un “simple” parque -Central Park- que llega al cine a la literatura y a la propaganda “en exceso”.
Mas procedente, por cronología y cercanía, –a mi entender- sería comparar La Casa de Campo con el Retiro, y al imperialista rey “prudente” con el Imperio Austro-Húngaro. Pero no. ¡La puñalaita al maligno Yankee… que no falte! Como dice mi amigo Juan: Yo soy yo y mi subconsciente.
Recemos –los creyentes- para que la decadencia Norteamericana no dure mucho, porque en ello nos va la recuperación de la emergente poderosa y pujante Europa.
Saludos cordiales,
El amigo de Juan
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