Hace muchos años, estando yo al frente del gabinete de prensa del Ayuntamiento de San Fernando de Henares, vino a visitarnos una delegación de alcaldes peruanos pertenecientes a la Izquierda Unida del país andino. En la comida que tuvimos con ellos saqué a relucir mi admiración por Mario Vargas Llosa, de quien por aquel entonces había leído un par de novelas que me causaron gran impacto: Pantaleón y las visitadoras y La ciudad y los perros. Mis interlocutores torcieron el gesto como si les hubiera mentado a la bicha y al punto plegué velas, comprendiendo que ellos preferían quedarse en el terreno del Vargas Llosa político y no del Vargas Llosa escritor.
Este sambenito - el de que la gente le juzgue más por sus ideas que por su literatura o que alaben esta última, pero subrayando siempre a continuación las discrepancias con la ideología que él defiende - ha perseguido toda la vida al novelista de Arequipa. Una situación quizá querida o, cuando menos, provocada por él mismo, ya que se ha dedicado intensamente a intervenir en el debate de las ideas políticas, desde sus posiciones iniciales favorables a la izquierda y a la revolución cubana hasta su defensa actual del liberalismo a ultranza.
Tuve la suerte de asistir el lunes, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a la presentación de su último libro: Sables y utopías. Es una encomiable recopilación de artículos, ensayos, cartas, semblanzas y reportajes que nos llevan por el apasionante recorrido intelectual que ha hecho el autor de Conversación en La Catedral. Vargas Llosa, frente a la despolitización general que se aprecia en el gremio de escritores y creadores, sigue pensando que "el escritor tiene el deber moral de intervenir en el debate cívico, en el debate de las ideas". ¿Y por qué debe intervenir? "Porque la gran diferencia entre Europa y América Latina es que aquí hay instituciones democráticas consolidadas, mientras que allí todo está por definir: todo lo que se ha avanzado puede desaparecer, todo puede dar marcha atrás en América Latina, porque allí no existen los consensos básicos que sí existen en Europa". Para él países como Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia o Nicaragua son claros ejemplos actuales de retrocesos más o menos graves en las libertades democráticas.
Era inevitable que casi todas las preguntas se centraran en las cuestiones políticas y en sus respuestas Vargas Llosa se mostró implacable consigo mismo y con los demás: "Cometí la insensatez de apoyar a las guerrillas en mi país contra un Gobierno que era democrático; me he equivocado muchas veces, pero en mi descargo debo decir que he reconocido esas equivocaciones y he tratado de enmendarlas. He sometido las ideas a la prueba de la realidad y por eso me he hecho liberal, porque el liberalismo no es dogmático y está dispuesto a aceptar la corrección de la realidad". "Lamento mucho que el Gobierno español apoye a Evo Morales, porque está haciendo una gestión no democrática y racista, lo cual es un tema explosivo en América Latina y especialmente en los países andinos". "Lo de saltarse las reglas de juego es una auténtica epidemia en Iberoamérica, Álvaro Uribe, al intentar su reelección por segunda vez, se está saltando las reglas y lo lamento mucho, porque no se pueden cambiar las reglas de la democracia para favorecerse a uno mismo".
En ZD hemos defendido hace algún tiempo que el evangelio liberal de Vargas Llosa necesita el suave cepillado de esa garlopa socialdemócrata llamada imposición fiscal directa. Es un evangelio casi fascinante en su formulación teórica, pero que en su ejercicio práctico viene a resumirse en el repetido grito de guerra que los ricos y poderosos lanzan contra el Estado: Aparta tus sucias manos de nuestros negocios. Pero nobleza obliga, queridos lectores, así que he aquí el credo liberal, tal como lo define el propio autor en su libro: "El liberal que yo trato de ser cree que la libertad es el valor supremo, ya que gracias a la libertad la humanidad ha podido progresar desde la caverna primitiva hasta el viaje a las estrellas y la revolución informática, desde las formas de asociación colectiva y despótica hasta la democracia representativa. Los fundamentos de la libertad son la propiedad privada y el Estado de Derecho, el sistema que garantiza las menores formas de injusticia, que produce mayor progreso material y cultural, que más ataja la violencia y el que respeta más los derechos humanos. Para esa concepción del liberalismo, la libertad es una sola y la libertad política y la libertad económica son inseparables, como el anverso y el reverso de una medalla. Por no haberlo entendido así, han fracasado tantas veces los intentos democráticos en América Latina.
Un libro altamente recomendable, publicado por la editorial Aguilar, más de cuatrocientas páginas para disfrutar a fondo con la prosa de uno de los mejores escritores de nuestro tiempo y para imitarle en una de sus pasiones irrenunciables: la pacífica confrontación de las ideas.
Este sambenito - el de que la gente le juzgue más por sus ideas que por su literatura o que alaben esta última, pero subrayando siempre a continuación las discrepancias con la ideología que él defiende - ha perseguido toda la vida al novelista de Arequipa. Una situación quizá querida o, cuando menos, provocada por él mismo, ya que se ha dedicado intensamente a intervenir en el debate de las ideas políticas, desde sus posiciones iniciales favorables a la izquierda y a la revolución cubana hasta su defensa actual del liberalismo a ultranza.
Tuve la suerte de asistir el lunes, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, a la presentación de su último libro: Sables y utopías. Es una encomiable recopilación de artículos, ensayos, cartas, semblanzas y reportajes que nos llevan por el apasionante recorrido intelectual que ha hecho el autor de Conversación en La Catedral. Vargas Llosa, frente a la despolitización general que se aprecia en el gremio de escritores y creadores, sigue pensando que "el escritor tiene el deber moral de intervenir en el debate cívico, en el debate de las ideas". ¿Y por qué debe intervenir? "Porque la gran diferencia entre Europa y América Latina es que aquí hay instituciones democráticas consolidadas, mientras que allí todo está por definir: todo lo que se ha avanzado puede desaparecer, todo puede dar marcha atrás en América Latina, porque allí no existen los consensos básicos que sí existen en Europa". Para él países como Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia o Nicaragua son claros ejemplos actuales de retrocesos más o menos graves en las libertades democráticas.
Era inevitable que casi todas las preguntas se centraran en las cuestiones políticas y en sus respuestas Vargas Llosa se mostró implacable consigo mismo y con los demás: "Cometí la insensatez de apoyar a las guerrillas en mi país contra un Gobierno que era democrático; me he equivocado muchas veces, pero en mi descargo debo decir que he reconocido esas equivocaciones y he tratado de enmendarlas. He sometido las ideas a la prueba de la realidad y por eso me he hecho liberal, porque el liberalismo no es dogmático y está dispuesto a aceptar la corrección de la realidad". "Lamento mucho que el Gobierno español apoye a Evo Morales, porque está haciendo una gestión no democrática y racista, lo cual es un tema explosivo en América Latina y especialmente en los países andinos". "Lo de saltarse las reglas de juego es una auténtica epidemia en Iberoamérica, Álvaro Uribe, al intentar su reelección por segunda vez, se está saltando las reglas y lo lamento mucho, porque no se pueden cambiar las reglas de la democracia para favorecerse a uno mismo".
En ZD hemos defendido hace algún tiempo que el evangelio liberal de Vargas Llosa necesita el suave cepillado de esa garlopa socialdemócrata llamada imposición fiscal directa. Es un evangelio casi fascinante en su formulación teórica, pero que en su ejercicio práctico viene a resumirse en el repetido grito de guerra que los ricos y poderosos lanzan contra el Estado: Aparta tus sucias manos de nuestros negocios. Pero nobleza obliga, queridos lectores, así que he aquí el credo liberal, tal como lo define el propio autor en su libro: "El liberal que yo trato de ser cree que la libertad es el valor supremo, ya que gracias a la libertad la humanidad ha podido progresar desde la caverna primitiva hasta el viaje a las estrellas y la revolución informática, desde las formas de asociación colectiva y despótica hasta la democracia representativa. Los fundamentos de la libertad son la propiedad privada y el Estado de Derecho, el sistema que garantiza las menores formas de injusticia, que produce mayor progreso material y cultural, que más ataja la violencia y el que respeta más los derechos humanos. Para esa concepción del liberalismo, la libertad es una sola y la libertad política y la libertad económica son inseparables, como el anverso y el reverso de una medalla. Por no haberlo entendido así, han fracasado tantas veces los intentos democráticos en América Latina.
Un libro altamente recomendable, publicado por la editorial Aguilar, más de cuatrocientas páginas para disfrutar a fondo con la prosa de uno de los mejores escritores de nuestro tiempo y para imitarle en una de sus pasiones irrenunciables: la pacífica confrontación de las ideas.
3 comentarios:
Impecable artículo Santiago.
Esperanza L.
Comparto tu admiración por Vargas Llosa, quizá el escritor más completo del llamado boom y uno de los mejores del mundo, si es que estas cosas se pueden medir. De antiguo se ha subrayado su paralelismo con García Márquez. Creo que son perfectamente compatibles y fascinantes sus respectivos mundos narrativos, si bien el de Gabo tiene un punto genesiaco que lo hace maravilloso, real-maravilloso. En lo político, aun cuando yo tampoco comulgo con todos los postulados, ni mucho menos, del evangelio liberal, reconozco que Mario es un intelectual de una talla imponente. García Márquez, no, García Márquez en lo político es casi ágrafo y se comporta como un niño encantado de conocer a los grandes hombres que gobiernan el mundo. Su cerrada defensa de Castro se califica por sí misma, sin necesidad de calificativos externos.
Además de las novelas que has citado también leí "La muerte del Chivo" que me parecio imponente. Tengo que añadir que todo lo que he leido de Vargas Llosa me ha sido prestado; nunca he comprado ni compraré una obra suya, la idea de que dinero mío termine en su bolsillo me levanta el estómago, en esto como en otras muchas cosas comparto sentimiento con Manuel Vicent, del que me voy a tomar la licencia de reproducir una pequeña parte de un artículo que dicó al autor peruano hace algunos años. " con cierta ironía y sin ninguna clase de cólera, hace unos días escribí un artículo que iniciaba así:"He aquí una fórmula plástica y superficial de enjuiciar la guerra de Yugoeslabia: Norteamérica bombardea el corazón de Europa ayudada por sus vasayos de la OTAN y bendecida por algunos intelectuales mamporreros". Ha continuación añadía que esta visión era cruda y ue estaba sólo destinada a medirse de forma pareja con los agravios que los pacifistas tenemos que soportar de los belicistas cuando nos tachan de almas blancas, panolis, débiles de carácter, señoritos incontaminados, sostén de tiranos, complices de genocidios".
Del artículo en el que Vargas Llosa nos dedicaba tales flores no guardo copia, pero aún me queda el resquemor, aunque a él se suma el producido por otro artículo en el que a los que estamos en contra de las corridas de toros nos rejoneo con el mismo placer que al parecer siente cuando ve brotar la sangre del toro.
Un cordial saludo
M. Sant Macía
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