miércoles, 4 de noviembre de 2009

EL HAYEDO DE TEJERA NEGRA: UNA JOYA DE LA NATURALEZA CASTELLANO-MANCHEGA


Y cómo huir cuando no quedan islas donde naufragar, dice la canción que cantaba Ana Belén ("Peces de Ciudad", con letra de Sabina, creo) con esa voz suya tan hermosa que tanto nos ha emocionado. He aquí un lugar donde uno desearía naufragar para curarse del asco y el hartazgo de tantas corrupciones grandes y pequeñas, de tantas luchas miserables por el poder y el dinero. Un sitio que conserva toda su espectacular belleza al norte de la provincia de Guadalajara, mientras al sur de la región, por las Tablas de Daimiel, las entrañas de la tierra arden sin control.
El Hayedo de Tejera Negra tiene una superficie de 1641 hectáreas y fue declarado Parque Natural en 1978. Su importancia, según cuenta el folleto que entregan a los visitantes, no reside tanto en su extensión como en el hecho de haberse conservado en el centro de la península, gracias a la especial topografía de los valles umbríos en que se encuentra, lo cual favorece la formación de nieblas y el incremento de la humedad a temperaturas bastante bajas. Se encuentra en la localidad de Cantalojas, a la que se trada en llegar unas 2,5 horas desde Madrid. A la entrada hay un pequeño centro de interpretación y a partir de ahí una pista forestal conduce hasta el aparcamiento. En los días otoñales y festivos la afluencia de visitantes constituye una auténtica romería, pero en días laborables uno puede pasearse sin encontrar demasiada gente.

Hay dos itinerarios posibles, si bien el más recomendable para un paseo tranquilo que permita disfrutar a fondo los atractivos paisajísticos, es la llamada Senda de Carretas, que recibe su nombre del antiguo tránsito de carros que transportaban el carbón que se producía quemando muy lentamente la madera de las hayas y los robles. A lo largo del recorrido (6 kilómetros) encontraremos una reproducción de las antiguas carboneras antes de llegar al extraordinario mirador que constituye la pradera de Matarredonda. Es una ruta circular que discurre primero por la margen derecha del río Lillas (riachuelo, más bien) y luego se separa hacia la izquierda para ir ascendiendo suavemente por la ladera hasta llegar al Collado del Hornillo, desde donde se puede bajar de nuevo al aparcamiento. La mejor época para visitar este santuario de la naturaleza castellano-manchega es el comienzo del otoño, pero vale la pena en cualquier otra estación.

2 comentarios:

PMT dijo...

Bonito paseo, Santiago. Siempre he deseado hacerlo pero por "h" o por "b", siempre lo he dejado para otra ocasión. A ver si esta primavera me decido. Está bien recordar las cosas que están al lado de casa.

Anónimo dijo...

PTM, Abandona lo que estés haciendo por muy importante que parezca, no esperes la primavera. El otoño de este paraje es de una belleza suprema.
Un cordial saludo
M.Sant Macía