viernes, 3 de septiembre de 2010

PRIMARIAS EN EL PSOE DE MADRID: HACIA UNA MISIÓN IMPOSIBLE

Hace quince años la izquierda perdió el gobierno de la Comunidad de Madrid. Estuvo muy cerca de recuperarlo en 2003, pero una conspiración de ramificaciones nunca del todo desveladas –el “Tamayazo”- lo impidió.
Ahora estamos casi a las puertas de un nuevo proceso electoral y los máximos dirigentes del PSOE –en realidad, Rodríguez Zapatero en consulta exclusiva con su almohada y sus encuestas- creyeron haber encontrado un mirlo blanco en la persona de Trinidad Jiménez. La Ministra de Sanidad puede que lo haya hecho bien como titular de un departamento ministerial tan importante, pero lo hizo bastante mal como candidata a la Alcaldía de Madrid frente a un “peso pesado” como Ruíz Gallardón.
En mi modesta opinión, Jiménez sigue sin resolver sus carencias políticas de fondo. El otro día, según los medios de comunicación, se negó a un debate público con su rival alegando que “Bono y Zapatero nunca tuvieron un debate público cuando se enfrentaron en unas primarias”. Puede que sus palabras fueran mal interpretadas o mal recogidas en las crónicas, pero esa frase, por sí misma, demuestra el barullo mental al que suele se propensa esta mujer de insobornable vocación política. Porque, primero, Zapatero y Bono nunca se enfrentaron en unas primarias, sino en un congreso del partido convocado para elegir nueva dirección; y, segundo, sí que protagonizaron un debate público cuando hubieron de defender sus propias candidaturas ante los delegados. Confundir un congreso con unas primarias es grave, tan grave como creer que un partido es una maquinaria electoral que puede gobernarse a base de encuestas e intuiciones o caprichos del líder indiscutible.
A Tomás Gómez, el hombre que ha tenido el coraje o la ambición de obedecer a su propio instinto en lugar de dejarse manejar como un muñeco por su mentor, podría aplicársele una de las famosas “leyes de Murphy”: que todos tendemos a ir subiendo hacia nuestro propio nivel de incompetencia. En general, la gente que hace bien su trabajo –al parecer Gómez lo hacía bien como alcalde de Parla- acaba siendo recompensada con un ascenso en la escala jerárquica de su organización. Gómez pasó de alcalde a Secretario General del Partido Socialista de Madrid por voluntad soberana del Secretario General del PSOE y de los militantes madrileños. Y ahí se topó de pronto el joven alcalde con su nivel de incompetencia. En primer lugar, porque no era diputado regional y esto dificultaba sobremanera su confrontación con Esperanza Aguirre; y, en segundo lugar, porque la ultraliberal Aguirre resulta poco menos que imbatible, dada su popularidad y la contundencia de su discurso.
Tomás Gómez no logrado consolidarse como una alternativa creíble al poder del PP en la CAM, pero se había ganado el derecho a competir con Aguirre y el empeño de Rodríguez Zapatero por apartarlo de la carrera electoral, con argumentos impresentables, es una cacicada. Pero el problema de la izquierda en Madrid no es una cuestión de candidatos, es una cuestión de sociología. Y el más esclarecido de los aspirantes posibles –Alfredo Pérez Rubalcaba- lo ha comprendido con tanta nitidez, que dijo rotundamente no cuando algunos alcaldes fueron a sondearlo.
La prosperidad económica de las últimas décadas ha propiciado un fuerte crecimiento de la clase media y las capas sociales más acomodadas. Tres cuartas partes de la población ocupada están en el sector servicios y eso significa la paulatina desaparición de la clase trabajadora. Incluso los que objetivamente pertenecen a esta clase social, que era el vivero tradicional de votos para la izquierda, tienden a considerarse a sí mismos como miembros de la jaleada, cortejada, castigada y deseada clase media. Y cuanto más crece el sentimiento de pertenecer a una clase más elevada, más crece la aversión a las políticas de igualdad y solidaridad que podría impulsar la izquierda.
A mí no me cabe ninguna duda de que las políticas de Aguirre –las que practica y las que practicará- provocan un aumento de las desigualdades sociales. Pero la mayoría sociológica de Madrid respalda esas políticas en las urnas, quizá porque piensan que ellos no estarán del lado de los perjudicados o porque la izquierda no ha sabido encontrar el discurso adecuado para contrarrestar el avance de la fe liberal. El caso es que estamos muy lejos de aquellas cómodas mayorías izquierdistas que permitieron a Joaquín Leguina gobernar la Comunidad de Madrid durante tres lustros.
Y así llegamos a la conclusión de la misión imposible a la que van a enfrentarse Gómez o Jiménez: ni cada uno por su cuenta ni unidos tienen la capacidad de arrastre necesaria para desbancar a Aguirre. Tendría que ocurrir algo extraordinario que provocase un voto de castigo hacia la Presidenta de la CAM, pero no parece que vaya a caer esa breva.

2 comentarios:

Sergio R dijo...

Impecable y certero el análisis.Lo suscribo en su totalidad.
Sergio R.

Palmiro dijo...

Obró el milagro de las urnas y ahí tenemos a Tomás Gómez, vencedor en una lid que contaba con el interés añadido que siempre alcanza la política cuando tiene su punto de combate de boxeo. Si además, el pez David le pega al bravucón Goliat, mejor todavía. Lo cierto es que tu análisis previo me pareció impecable y si no lo dije hasta ahora es porque no lo había leído. En el día después, añado que me alegro. Que al señor de las encuestas y su almohada encantada se le va diluyendo la buena suerte y que quizá en algún momento el PSOE pueda o quiera recuperar su pulso más allá de los enunciados blandos del señor de la ceja, el entrecejo y las posturistas de divina progresía. Aproximadamente.