La extracción del corcho (cada nueve años se "pelan" los troncos de los venerables alcornoques), la caza y la ganadería son hoy las principales actividades productivas en los contornos del Parque. El negocio del carbón, del que vivían muchos cientos de familias, se liquidó hace décadas, con la llegada del gas butano. El quejigo y el acebuche (olivo silvestre) son las otras especies vegetales dominantes; y el corzo y el venado, son las piezas preferidas por los que se dedican a la actividad cinegética.
Conocía desde hace tiempo la existencia de este espacio natural protegido, auténtico paraíso no sólo de la flora y la fauna mediterráneas, sino también de senderistas, buscadores de setas, ornitólogos, cazadores y amantes de la naturaleza en general. Y la oportunidad de visitarlo se presentó este pasado fin de semana de la mano de Jorge Bezares, recientemente nombrado presidente del Patronato rector. Bezares es corresponsal en Madrid del Grupo Joly, que edita una decena de periódicos en Andalucía, y a su buena pluma (ha ganado varios concursos literarios) une la simpatía legendaria de los gaditanos, un dinamismo que parece inagotable y unas dotes extraordinarias para las relaciones públicas. Poniendo en juego todas sus habilidades, Bezares consiguió reunir a un nutrido grupo de periodistas madrileños (algunos aún en activo y otros en la vía muerta hacia el nirvana) para una larga excursión que, además del conocimiento directo de Los Alcornocales, incluía un desayuno con el Ministro Principal de Gibraltar y una lección magistral sobre las perspectivas económicas de la comarca del Campo de Gibraltar, con el puerto de Algeciras como buque insignia.
Varias carreteras, entre ellas la A-381 de Algeciras a Jerez, atraviesan el Parque, pero en mi modesta opinión la forma mejor de conocerlo y disfrutarlo a fondo es programar unas cuantas caminatas por los muchos senderos y pistas señalizados que lo recorren, y a los que se puede acceder sin dificultad desde localidades como Los Barrios, Castellar de la Frontera, Jimena de la Frontera o Alcalá de los Gazules, donde se ha instalado un centro de interpretación. Por desgracia, la escasez del tiempo disponible y las malas condiciones meteorológicas nos
A la belleza del paisaje sorprendentemente verde se unieron las sabias explicaciones ofrecidas por Francisco Blanco, que aprovechó su mandato como Delegado de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía para convertirse, durante los años ochenta del siglo pasado, en el gran artífice de la creación del Parque. Blanco nos aseguró que él no conoce en todo el Mediterráneo una masa forestal de alcornoques tan extensa y bien conservada como esta. Todo lo anterior fue complementado en esta ocasión con el disfrute ininterrumpido de la gastronomía de la zona, con parada especial en Jimena, donde se estaban celebrando unas jornadas micológicas.
En cuanto a la visita a Gibraltar, debo consignar aquí la buena impresión que me causó el socialdemócrata Peter Caruana. Tiene un discurso político muy bien construido y yo siento predilección por la gente de cabeza ordenada. Quiere llevarse bien con España, nos dijo, y buscar caminos que redunden en beneficios para las dos partes, dejando que el histórico litigio jurídico siga su curso por unos cuantos cientos de años más. Algún compañero le preguntó si en su cabeza entraba la posibilidad de que alguna vez Gibraltar vuelva a ser parte integrante de España. Ni lo negó ni lo afirmó, pero vino a decir que no valía la pena embarcarse en especulaciones sobre lo que puedan decidir las generaciones futuras. Entonces yo le pregunté si podía decirnos, como forma de atisbar por dónde puede ir ese futuro, cuántos gibraltareños se habían alegrado con el triunfo de España en la Eurocopa. Me contestó que no podía saberlo, pero añadió que, por primera vez, había sucedido una cosa extraordinaria: en algunas tiendas del Peñón habían aparecido maniquíes vestidos con la camiseta de nuestra selección y nadie había sido abucheado o apedreado por lucir en público la elástica de "la Roja".
El viaje de vuelta aún nos tenía reservado un último placer para la retina: los olivares cubiertos por una fino manto de nieve en el camino de Granada a Jaén.