miércoles, 24 de octubre de 2018

PELIGRO: MAYORES "EMPODERADOS" SUELTOS



    Me asombró mucho, en días pasados, ver a una señora de unos aparentes setenta años peleándose con un policía de los que custodiaban las vallas que se habían colocado en el Congreso de los Diputados. Había sido convocada en la Carrera de San Jerónimo una manifestación de pensionistas indignados y, al parecer, la buena señora no estaba dispuesta a esperar hasta las Jornadas de Puertas Abiertas para gritar bien alto su descontento en el hemiciclo.
    No menos asombrado me dejó al día siguiente uno de los portavoces de lo que podríamos llamar “la revolución de los mayores” al asegurar en un programa televisivo: “lo que nos pagan no nos lo regala nadie, es lo que hemos contribuido”.  No pongo en duda la buena voluntad de la señora de la valla (aunque yo le recomendaría otras actividades de menos riesgo) ni la del señor de la televisión, pero esa frase encierra una de las mayores falsedades de cuantas dominan el debate social y político en la España de hoy. Una falsedad forjada por un estado de opinión en el que los sentimientos han desplazado a las matemáticas. 
    La edad media de jubilación en España es actualmente  62,5 años, pese al aumento progresivo de la edad legal de retiro, que llegará  a los 67 años en 2027. Y ocurre al mismo tiempo que nuestro país presenta una esperanza de vida que es la segunda más alta del mundo, solo superada por Japón. Nuestros jubilados viven, por término medio, 20 años más una vez que se retiran. De acuerdo con los porcentajes de cotización a la Seguridad Social y con las reglas actuales para calcular la pensión, se necesitan más de tres años de cotización por cada año de prestación. Pero la media de años cotizados, pese a lo mucho que creen haber contribuido nuestros mayores, no llega a los 40 años. Así que cada pensionista español, por término medio, va a recibir en lo que le queda de vida un 30-35% más de lo que le correspondería de acuerdo con sus aportaciones a las arcas públicas.
     Esto es lo que nos dicen las matemáticas: la sociedad española está siendo muy generosa con sus mayores. Mucho más generosa que la sueca, por ejemplo, donde al decir de algunos los perros son atados con longaniza de payés. Pero, a despecho de lo que nos dicen los números, el sentimiento que parece impulsar las concentraciones callejeras de jubilados es el de estar siendo tratados injustamente. ¿Por qué? Quizá todo se deba a falta de información o a fantasías sobre lo bien que nos iría si el mundo estuviera mejor repartido. Algunos portavoces de los mayores en marcha dirán que la mejora sería sustancial con lo que se llevan los privilegiados, los corruptos y los chupópteros. Pero lo cierto es que con lo de los privilegiados, los corruptos y los chupópteros, aun siendo de todo punto escandaloso e intolerable, no tendríamos ni para pagar la calefacción un solo invierno. Y no me saquen a relucir lo del rescate a la banca, porque ese fue un rescate a todos los ciudadanos, un rescate a nosotros mismos, que nos habríamos ido por el despeñadero si no se llega a efectuar.
     Quizá la explicación sea más prosaica: a todos nos gusta recibir y no contribuir. Es cierto que un buen número de pensiones son muy bajas. Pero ¿acaso fueron altas las contribuciones de quienes padecen esta situación? En el caso de las no contributivas, dichas aportaciones fueron inexistentes o tan bajas que no dieron para generar el derecho a una prestación contributiva.
      Desde el año 2000 la renta per cápita de la sociedad española ha crecido un 60%, pero la pensión media de jubilación ha aumentado un 100%. Quiere decirse que a los pensionistas realmente existentes (muchos que lo eran a comienzos de siglo han dejado de serlo por razones obvias) les ha ido mucho mejor que a la sociedad en su conjunto. Y no olvidemos otro dado crucial: tenemos casi tres millones de pensionistas más que a comienzos de siglo.
     Otra de las falsedades que manejan los portavoces de los mayores “empoderados” es que con sus exigencias de blindajes varios están tratando de asegurar sus pensiones y “las de sus hijos y nietos”. Falso de toda falsedad. Cada nueva concesión que se hace a este poderosísimo grupo de presión se hace a costa de los recortes que inevitablemente habrá que hacer a los pensionistas del futuro. Cada nueva concesión es un paso más hacia el abismo. Ya estoy viendo al Presidente del Gobierno (al que le toque comerse ese sapo) diciendo desde la Tribuna del Congreso: no podemos pagar y no vamos a pagar, cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste.
     Necesitamos apartar de este debate los sentimientos y las razones morales. Necesitamos números y racionalidad. Y no es racional que el factor de sostenibilidad (modular la cuantía inicial de la pensión de acuerdo con la esperanza de vida), que iba a entrar en vigor el próximo año, se haya aplazado de momento hasta 2023. Y recuerden otro factor: el llamado de “sustitución”, que relaciona la cuantía inicial de la pensión con el último salario. Aquí en España, con un gran sentido de la generosidad, llega al 83% por término medio, mientras en la citada Suecia apenas supera el 50%. Necesitamos que alguien tenga el valor de ir retirando el ponche de la fiesta, porque de lo contrario acabaremos como el rosario de la aurora.