
Tengo algunos
amigos que, muy en la línea de lo que escribía Almudena Grandes hace unos días,
dicen sentirse alegres como chico con zapatos nuevos con la expulsión de los
populares y la llegada de los socialistas al poder. No voy a decir que tenga yo
más conchas que un galápago, pero los años me han dejado un poso de
escepticismo y desconfianza que me incapacita para compartir tanta alegría.
Para empezar, resulta que el Secretario General del PSOE se convierte en Presidente
del Gobierno, con los mismos apoyos que horrorizaban a los dirigentes de su
partido hace dos años: los votos de los independentistas que han perpetrado un
golpe puro y duro contra la Constitución española más los votos de quienes no
tenían ningún empacho en justificar las muchas atrocidades cometidas por la
banda terrorista ETA.
Puede argüirse, y esto es muy cierto, que el ambiente había
cambiado por completo después de la sentencia de la Audiencia Nacional, y que
el imperativo moral categórico era echar a Rajoy sin hacer ascos a nadie. ¿De
verdad estaba España ante la emergencia nacional que se nos ha vendido para
justificar la moción? Yo creo que no, y más si tenemos en cuenta, como recordó
Rajoy en el debate, que los hechos a que se refiere la sentencia eran
sobradamente conocidos por la opinión pública cuando se celebraron las
elecciones que dieron la victoria al PP.
Dado que ni él
mismo tenía claro que la moción podía salir adelante, Sánchez ha tardado unos
cuantos días en confeccionar la lista de sus ministros. Más mujeres que
hombres, como característica más sobresaliente. Esto ya constituye toda una
declaración de principios, en vista de la importancia que el movimiento y las
reivindicaciones feministas han cobrado en los últimos tiempos. Gente, en
general, conocedora y experta en las materias que serán de su competencia. Y
algunos nombres de gran impacto, como el del astronauta Pedro Duque o el del
veterano socialista Josep Borrell. La presencia de este último en el Consejo de
Ministros es una garantía de claridad y firmeza frente a las exigencias de
nacionalistas e independentistas. En conjunto, es un equipo sólido y brillante,
equilibrado en cuanto al reparto del poder entre las distintas federaciones
socialistas, y desde luego tiene el perfil de quien ambiciona no ir a las urnas
en unos meses, como dijo el Presidente al presentar su iniciativa. El mensaje
que está enviando Sánchez es que piensa agotar la legislatura pese a solo
contar con el voto asegurado de sus 84 diputados, y si no puede agotarla, su
intención es no convocar hasta el otoño del año que viene.
¿En qué condiciones llegará Sánchez a la cita con las urnas?
Los que dicen sentirse tan contentos como chico con zapatos nuevos, se aferran
al mantra de que la sociedad española es de centro izquierda. Piensan que
Ciudadanos ha quedado fuera de juego y que con media docena de cosas que
Sánchez y sus ministros hagan bien será suficiente para generar una marea de
votos progresistas como la que aupó a Rodríguez Zapatero en marzo de 2004. A mí
me recuerdan a aquella mayoría natural de la que tanto hablaba Manuel Fraga en
los años ochenta del siglo pasado. No creo que exista tal mayoría natural ni a
derecha ni a izquierda, pero las últimas encuestas de opinión vienen detectando
un giro sociológico hacia el centro derecha, posiblemente motivado por la
prosperidad económica y los cambios estructurales en el mundo del trabajo. A
este respecto, me parece muy revelador que los dirigentes de las movilizaciones
de pensionistas se hayan negado a dar protagonismo alguno a los sindicatos de
clase y al mismo tiempo estén defendiendo propuestas de tanto tufo derechista
como que todas las pensiones queden exentas del IRPF.
¿Qué vía elegirá Sánchez para ejercer su tarea de gobierno?
Al tomar posesión del cargo dijo que “escuchar, dialogar y consensuar” tenían
que ser las señas de identidad de la política, no en lo que resta de
legislatura, sino en todo el siglo XXI nada menos. Sorprende ese canto al
consenso en alguien que dimitió de todos sus cargos con tal de no avenirse al
pequeño consenso que le pedían sus compañeros de la dirección socialista en
bien de la estabilidad política de España y de su propio partido. Y si la tarea
de la política es consensuar, ¿con quién preferirá hacerlo Pedro Sánchez: con
quienes le han votado o con quienes son sus adversarios pero al mismo tiempo
aliados en la defensa del orden constitucional? Muy pronto comenzaremos a ver
la respuesta.