En las bolsas no cotizan las realidades, los hechos y datos objetivos. Lo que de verdad cotiza son las expectativas. Las realidades nos remiten a un mundo prosaico y vulgar, donde al pan se le llama pan y al vino, vino. Ese mundo tan transparente, donde cualquiera puede saber de qué se está hablando y tocar con sus propias manos lo que tratan de venderle, no encaja bien con los diseñadores de ingenierías financieras. Las expectativas, sin embargo, les van como anillo al dedo a los hacedores del sacrosanto "mercado". La expectativas son etéreas, inasibles, y nos remiten a un mundo de sueños que a veces se cumplen y otras se tornan en pesadillas. "Compra con el rumor y vende con la noticia", es otra de las frases que aprendí en mi época de informador en el parqué madrileño.
En este Septiembre de 2008 la bóveda celeste ha estado a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas por culpa de las expectativas de grandes beneficios que algunos concibieron a base de emitir deuda respaldada por unas hipotecas que, a su vez, estaban respaldadas por el valor de unas casas que se habían vendido como rosquillas. Se suponía que el precio de las viviendas iba a mantenerse indefinidamente alto, pero sucedió todo lo contrario. Y cuando los ciudadanos que habían contratado los préstamos hipotecarios dejaron de pagar sus cuotas mensuales, todo el tinglado se vino abajo, como un castillo de naipes.
Se ha destacado mucho, en las informaciones de estos últimos días, el coste que puede tener para la Reserva Federal de los Estados Unidos -y por tanto para los contribuyentes- el intento de devolver a los mercados financieros la tranquilidad y la confianza, mediante la compra de lo que se ha dado en llamar los "activos intoxicados" por las hipotecas basura. Lo que no se ha destacado tanto es el coste que tendrían que pagar los ciudadanos en caso de que la intervención de la Reserva Federal no se hubiera producido.
Aunque el paralelismo pueda parecer exagerado, esta intervención del Gobierno de los Estados Unidos me ha recordado la intervención de Banesto por el Banco de España, ocurrida en Diciembre de 1.993. El agujero patrimonial en la entidad que dirigía Mario Conde fue cifrado en 605.000 millones de pesetas. Y los primeros que perdieron todo su dinero fueron los accionistas, puesto que el desfase patrimonial era superior al capital social de la entidad. Hubo de hacerse una ampliación de capital, suscrita en su mayor parte por el Banco de España, con el fin de evitar la quiebra. Posteriormente, la autoridad monetaria -dirigida entonces con mano maestra por Luis Angel Rojo- subastó el nuevo Banesto saneado y ese tiburón llamado Emilio Botín se lo comió al precio de 763 pesetas por título. El saldo final de la operación no fue tan malo, si tenemos en cuenta que al salvar Banesto se evitó un posible desplome de todo el sistema bancario.
Ahora la Reserva Federal va a gastar 700.000 millones de dólares para comprar los bonos que nadie quiere y cuyo valor se aproxima a cero. Pero, a medida que las hipotecas se vayan ejecutando y se vayan vendiendo las propiedades inmobiliarias que las respaldan, el organismo que dirige Ben Bernanke, recuperará una buena parte de ese dinero y las pérdidas, por tanto, serán mucho menores.
Lo que todavía sigo sin comprender es cuál es la razón por la que la caída de los precios inmobiliarios se ha trasladado tan rápidamente, y con tal virulencia, a los balances de los bancos. No he encontrado datos sobre el total de las hipotecas concedidas y el total de las que han dejado de pagarse. En España también se han estancado o han bajado los precios de las viviendas, pero la gente, en general, sigue pagando religiosamente sus cuotas mensuales y el aumento de la morosidad no ha sido demasiado grande. Aquí puede que haya un elemento cultural, casi antropológico, que nos diferencia de los americanos: la gente se aferra a su propiedad y hace lo que sea con tal de evitar que se la embarguen. Puede también que el aspecto especulativo de la inversión en ladrillo fuera aún más fuerte allí que aquí. Y puede, por último, que los préstamos hipotecarios se concedieran allí con menos garantías y más alegremente que aquí.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
4 comentarios:
Estimado Santiago; creo que recibes pocos comentarios porque no se puede estar mas de acuerdo con lo que escribes. Al menos yo digo... AMEN.
José Antonio
El Ejido
Querido José Antonio: qué sorpresa tan agradable descubrir que puedo contarte entre mis escasos lectores. En efecto, recibo pocos comentarios y, por supuesto, me gustaría recibir más,pero este mundo de Internet es como un océano inmenso al que uno arroja una botella con la esperanza de que alguien encuentre el mensaje que lleva en su interior.
A veces pienso que esto que hago a través de los "blogs" de Google es un puro ejercicio de voluntarismo que no lleva a ninguna parte. Pero es una forma de mantener entrenadas las neuronas, y más ahora que me han mandado al limbo de las prejubilaciones. Un abrazo fuerte.
Querido Santiago; te envidio. Estoy loco por el "Limbo" pero no hay manera. Prejubilaciones para los del 55 ¡YA! Seguro que tu sabrás sacarle partido al vendito limbo. Si te aburres mucho -que lo dudo- vente unos días a este rincon del mediterraneo. Vivo en el mismo sitio pero mas cerca del mar... la mar.
Perdona; se me habia olvidado que tu eres de secano.
Publicar un comentario