Uno de los economistas lanzados al estrellato planetario por la crisis que nos lleva es Paul Krugman, profesor de la Universidad de Princeton, columnista de The New York Times, gran divulgador al estilo del añorado Galbraiht, y Premio Nobel de Economía en 2008. Krugman es un crítico feroz de los neoliberales, que, con su aversión por todo lo que huela a intervención del Estado en los sacrosantos mercados, han provocado el atolladero en que ahora estamos atrapados. A veces leo sus agudos análisis periodísticos y sus consejos a la Administración de Obama para hacer frente a la recesión, consejos inspirados siempre en el pensamiento de Keynes, del que Krugman es un confesado admirador. Y, como todos los hombres dotados de genio y clarividencia, tiende a cabrearse cuando sus propuestas y recomendaciones caen en saco roto. Para los que puedan estar interesados, recomiendo la lectura del artículo que este martes publica El País, titulado La desesperante política económica, y en el que queda patente la amargura que va apoderándose de nuestro hombre.
El lunes de la semana pasada, es decir, el día 16 de los corrientes, Krugman visitó España y desayunó con Rodríguez Zapatero en La Moncloa. Luego acudió a un encuentro empresarial en el que dijo un par de cosas que me dejaron estupefacto: por un lado, aseguró que las perspectivas de futuro para nuestro país son "aterradoras"; y por otro, abogó por una reducción de los salarios como vía más rápida para salir de la crisis. Me dejó estupefacto porque se supone que necesitamos reanimar el consumo a fin de que la maquinaria recupere su ritmo normal de producción. De hecho, la mayor parte de las medidas adoptadas por los gobiernos y los bancos centrales van en la dirección de aumentar la liquidez (el dinero disponible) que tienen las entidades de crédito, con la esperanza de que este dinero barato (prácticamente al cero por ciento de interés) acabe fluyendo a las familias y las empresas. Se ha llegado al extremo de darle a la máquina de imprimir billetes (como hacía el gran Pancho Villa) para invertir este dinero en la compra de activos hipotecarios y bonos del Tesoro estadounidense.
Ese dinero casi gratis que se entrega a los bancos contrasta tan vivamente con la propuesta de recortar los salarios, que no sé si Krugman estaba en sus cabales cuando la hizo. Porque la masa salarial del país ya se está recortando dramáticamente con el incremento del número de parados. Si además se procediera a un recorte de los sueldos de quienes siguen en activo, caería todavía más la capacidad global de consumo y, por tanto, estaríamos agravando el círculo vicioso en que hemos entrado. Entonces si que sería como predicar en el desierto ese llamamiento tan patriótico que suele hacer Rodríguez Zapatero para que recuperemos la confianza y la disposición al consumo más o menos alegre. Pero Krugman es un experto y yo soy sólo un espectador que teclea en sus ratos libres. Así que, después de darle unas cuantas vueltas al asunto, he llegado a la misma conclusión que Luis Eduardo Aute en una de sus más celebradas composiciones: lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo.
P. S.
Quiero dejar constancia, una vez más, de mi agradecimiento por las visitas y comentarios que merece lo que va apareciendo en ZD. Razones de tipo personal están provocando un cierto descenso en lo que podríamos llamar "ritmo productivo". Proseguirá, no obstante, el esfuerzo por seguir en la brecha.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
1 comentario:
Este ex-asesor de ENRON ya podía practicar algo de su sapiencia en el ramo de la economía en su propio aspecto, se ve claramente que ingiere mas calorías de las que gasta. (inflación metabólica a la vista)
Que buen ojo tienen los de la Fundación Príncipe de Asturias; cuatro años antes de otorgarle el premio del inventor de la dinamita ya vieron que este tipo era una eminencia. No entiendo todavía como es que Clinton, cuando estaba cantado, descartó a Krugman y eligió a Laura Tyson y otros para su equipo de asesores.
Hace unos años (2003) adquirí La Gran Mentira cuyo autor es el ínclito Paul Krugman, y es una sarta de manidas evidencias comerciales. Por cierto; lo compré por que se lo vi a Mariano Rajoy en la mesa de su despacho.
En fin, que por este tipo, los salarios en España deberían de bajar hasta que en el paro se cobre mas que trabajando.
Un consejo que no se aplica a si mismo, bien podría el bueno de Krugman, bajar el pecios de sus bolos. 100.000 euros ha cobrado del Ministerio de Ciencia e Innovación a través de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt). De la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), vaya Ud. a saber, supongo que otros tantos. Dicen las mala lenguas que se ha llevado de España por decir: ...puede ser «un camino doloroso o extremadamente doloroso»
…la situación económica en España es "aterradora"… alrededor 300.000 euros mas gastos.
Como decía Jack Nicholson en mejor imposible: yo ahogándome y tu describiéndome el agua.
Personalmente me quedo con Juan José Toribio o Emilio Ontiveros
Saludos cordiales
José Antonio
Publicar un comentario