El Presidente del Gobierno, en las sesiones de control celebradas ayer y hoy, ha dado a entender que se dispone a ordenar el cierre de la central nuclear de Garoña cuando ésta llegue al término de su vida útil, en 2.011. Sus palabras exactas, en respuesta a una pregunta de Joan Herrera, han sido que "la decisión del Consejo de Ministros será coherente con el programa electoral del PSOE". Este programa, en 2004, se comprometía al cierre de todas las nucleares en un plazo de 20 años, pero en 2008 era mucho más ambiguo, de modo que a lo mejor nos estamos equivocando y al final el Ejecutivo opta por una vía intermedia como podría ser la de permitir el funcionamiento de la central por diez años más, pero destinando una parte sustancial de los beneficios a la investigación e instalación de energías renovables.
Desde el punto de vista del abastecimiento energético, el cierre de la planta burgalesa no plantea ningún problema. Su producción apenas representa el 1,5 por ciento del total de energía eléctrica que consume nuestro país, que actualmente está exportando hacia Portugal y Marruecos una cantidad de kilovatios dos o tres veces mayor. Desde el punto de vista económico, sin embargo, Garoña es casi una máquina de hacer dinero. Aunque el Consejo de Seguridad Nuclear ha planteado unas fuertes exigencias inversoras, lo cierto es que sus instalaciones hace tiempo que están amortizadas y, por tanto, Iberdrola y Endesa obtendrían miles de millones de beneficios extra si obtienen la autorización para mantenerla abierta otros diez años.
Gobernar es elegir y resulta imposible dar satisfacción a todos. Si ZP ordena el cierre obtendrá el aplauso de los ecologistas y del amplio sector de la opinión pública que se opone a la energía nuclear. Si permite la prolongación de la vida útil, los satisfechos serán las empresas eléctricas, el amplio sector de la opinión pública partidario del átomo y aquellos cuyos negocios o puestos de trabajo dependen de Garoña. A estos últimos, en todo caso, cabría recordarles que tienen que prepararse para el cierre de la planta, ya sea en 2011 ó en 2020.
Dentro del propio Gobierno y del propio PSOE las opiniones están divididas, y por eso decíamos al comienzo que a lo mejor ZP opta por el camino de enmedio, es decir, autorizar la prolongación y aprovechar el dinero extra para ir ampliando el mapa de las energías renovables. Pero si tomamos al pie de la letra sus palabras en el Senado y en el Congreso, lo que se deduce es que se dispone a hacer lo mismo que con las tropas en Iraq: más vale una vez rojo que cien amarillo.
Desde el punto de vista del abastecimiento energético, el cierre de la planta burgalesa no plantea ningún problema. Su producción apenas representa el 1,5 por ciento del total de energía eléctrica que consume nuestro país, que actualmente está exportando hacia Portugal y Marruecos una cantidad de kilovatios dos o tres veces mayor. Desde el punto de vista económico, sin embargo, Garoña es casi una máquina de hacer dinero. Aunque el Consejo de Seguridad Nuclear ha planteado unas fuertes exigencias inversoras, lo cierto es que sus instalaciones hace tiempo que están amortizadas y, por tanto, Iberdrola y Endesa obtendrían miles de millones de beneficios extra si obtienen la autorización para mantenerla abierta otros diez años.
Gobernar es elegir y resulta imposible dar satisfacción a todos. Si ZP ordena el cierre obtendrá el aplauso de los ecologistas y del amplio sector de la opinión pública que se opone a la energía nuclear. Si permite la prolongación de la vida útil, los satisfechos serán las empresas eléctricas, el amplio sector de la opinión pública partidario del átomo y aquellos cuyos negocios o puestos de trabajo dependen de Garoña. A estos últimos, en todo caso, cabría recordarles que tienen que prepararse para el cierre de la planta, ya sea en 2011 ó en 2020.
Dentro del propio Gobierno y del propio PSOE las opiniones están divididas, y por eso decíamos al comienzo que a lo mejor ZP opta por el camino de enmedio, es decir, autorizar la prolongación y aprovechar el dinero extra para ir ampliando el mapa de las energías renovables. Pero si tomamos al pie de la letra sus palabras en el Senado y en el Congreso, lo que se deduce es que se dispone a hacer lo mismo que con las tropas en Iraq: más vale una vez rojo que cien amarillo.
1 comentario:
Desdeluego el momento es delicado para tomar una decisión sobre la continuidad o no de la central nuclear de Garoña. En España la necesidad de abrir un gran debate sobre el tema nuclear es evidente, mas, sucede que en este pais abrir un debate profundo y sobre todo sereno sobre cualquier tema resulta imposible y creo sinceramente que a la hora de repartir responsabilidades, al sector de la derecha le corresponde una cuota mayor, pues su tendencia natural es ir al choque sobre cualquier asunto que se plantee. Es verdad que en el PSOE algunas voces se muestran poco fvorables a cierre de la central nuclear, incluso Felipe Gonzále ha declarado en aluna ocasión que había que abandonar la moratoria nuclear que se estableció cuando él era presidente, pro eso no es de extrañar en él,muy propenso a decir digo donde dijo Diego como hizo con la permanencia de España en la OTAN, al fin se trata d una persona cuyo izquierdismo no es más qu una muy ligera pátina.
La cuetión es que Rdríguez Zaptero se ve en una díficil encrucijada. Aunque creo que si se explica bien el problema de los residuos radioactivos y se informa del tiempo que queda de existencias del producto base que es el uranio, la ciudadanía comprendería que entrar en un proceso de abandono paulatino de la generaión de energía eléctrica mediante la fisión del átomo es lo más sensato que se pude hacer.
Un cordial saludo
M. Sant Macía
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