Decía Keynes que "a largo plazo, todos estaremos calvos". A largo plazo, en efecto, la humanidad asistirá al fin del mundo. Y no hace falta ser un gran profeta para aventurar que ese fin ocurrirá antes de que se apague la estrella que nos da la vida con su luz y su calor. Pero que nadie se eche a temblar porque al Sol puede que le queden todavía ocho o diez mil millones de años. Quizá algunos más. A largo plazo, pues, no hay duda: nuestros hijos -o, para ser más exactos, los hijos de nuestros hijos- las van a pasar canutas, aunque a cambio tendrán la compensación de asistir a espectáculos y acontecimientos que hoy no podemos ni siquiera imaginar. La cuestión es cuando el plazo se acorta en unos miles de años y nos planteamos responder a esta pregunta: ¿vivirán nuestros hijos peor que nosotros? (Continuará...es que tengo el pollo haciéndose en el horno)
2 comentarios:
Hombre,Santiago, cualquier tiempo pasado fue mejor... Nosotros hemos vivido de una manera que ahora parece imposible: sin coches, sin carreteras, sin AVE, sin aviones, sin móviles, sin ordenador... y hemos llegado hasta aquí. Nuestros hijos que viven ahora con esas cosas, inventarán otras y arinconarán algunas de éstas. Se me ocurre, por ejemplo: tengo la sensción que la telefonía por cable está descontado los días de su existencia. ¿Significará eso que tendrá que cerrar telefónica? Se adaptará. Pues eso harán nuestros hijos: adaptarse. Tengo confianza en la humanidad y en la inventiva para la adaptación, eso nos ha hecho sobrevivir a guerras y desastres.
Y saca el pollo del horno. Yo tambien te dejo porque tengo la ropa en lejía.
PMT
¡Que envidia me dais! Siempre he querido ser amo de casa.
Cuidado de eso a seguir las peripecias de Belen Esteban hay un milimetro.
Publicar un comentario