Habíamos llegado hasta aquella aldea perdida -tierras altas del septentrión alcarreño - en busca de un sitio donde rematar la jornada senderista tomando un buen café calentito. Después de un par de vueltas no conseguimos encontrar ni café ni ciudadanos a los que preguntar, pero en cambio nos topamos con una joya impagable. En una de las paredes del viejo frontón, escrita en caracteres grandes e irregulares de un añil muy desvaído por el paso del tiempo, campeaba esta advertencia: Al forastero que venga a pretender, le cuesta la moza 500 pesetas.
He recordado esta anécdota, entrañable y mínima, leyendo las informaciones sobre los disturbios provocados en Pozuelo de Alarcón por jóvenes que hacían botellón. Me parece que hay un hilo conductor entre el comportamiento de estos mozos de ahora (que no saben lo que es pretender ni se les pasa por la cabeza pagar un peaje por ir con el botellón a otra parte) y el de aquellos otros que escribieron hace unas cuantas décadas el citado aviso para navegantes. Y ese hilo no es otro que el de la rebeldía sin causa, la desorientación frente a un mundo que no controlan, la necesidad de transgredir las reglas, el miedo a separarse de la masa, la búsqueda del propio yo bien diferenciado del yo de los mayores, etc.
Juventud y tendencia al gamberrismo han ido e irán siempre de la mano, aunque por fortuna los que cometen actos tan deplorables son una minoría. En Alcalá de Henares, durante las postrimerías del franquismo, eran famosas las peleas entre los estudiantes de la Universidad Laboral y los chicos del barrio que llamaban Campo del Ángel. El motivo: los chicos autóctonos no veían con buenos ojos el peligro de que las chicas del barrio prefirieran ligar con los "laborales". Tampoco era buena la convivencia con los militares de la Brigada Paracaidista. En cierta ocasión, una compañía arrasó literalmente una discoteca en venganza por una pelea anterior en la que ellos habían llevado la peor parte.
Desde hace algún tiempo los chicos y las chicas se dan al botellón. ¿Por qué? No porque sean peores, o más maleducados o más incívicos que los que les precedieron. Lo hacen, en primer lugar, porque es más barato, porque es lo que está más al alcance de sus menguados bolsillos. Los precios que se aplican en terrazas y bares de copas son escandalosos. Por ejemplo, este fin de semana se celebró en la plaza de toros de Alcalá una "Oktoberfest" al estilo de la que tiene lugar cada otoño en las cervecerías de Munich. Pues bien, medio litro de cerveza costaba 3,70 euros, casi un euro más de lo que cuesta tomarse ese mismo medio litro en la cervecería muniquesa donde Hitler hizo sus primeros pinitos como orador de masas. Y con la diferencia añadida de que en Alemania los sueldos son un 20 ó un 30 por ciento superiores a los de aquí.
En segundo lugar, los jóvenes se dan al botellón porque les divierte más beber en grupo -tanto más cuanto más grande sea el grupo - y porque desentonarían si trataran de ocupar o compartir los espacios que normalmente ocupan los ciudadanos de más edad y más dinero en el bolsillo. Es verdad que lo dejan todo perdido, pero tampoco en esto son los únicos: en la misma Alcalá, el espacio donde se instala cada semana el "mercadillo de los lunes" queda al final de la jornada como un campo de batalla, pero nadie se asusta por ello y el Ayuntamiento cumple diligentemente su obligación de enviar una brigada de limpieza.
Por supuesto que debemos hacer lo posible por recuperar la autoridad de los profesores y de las familias, como ha pedido muy oportunamente el Defensor del Pueblo. Eso lo suscribe cualquiera que tenga dos dedos de frente. Y por supuesto que los padres tienen que ser responsables civiles subsidiarios de los daños o desmanes que cometan sus hijos. Pero no nos engañemos: por la vía represiva no se va a acabar con el botellón. Es una forma de convivencia nacida de la necesidad, es el invento ideado por una generación de jóvenes para cumplir el deseo de estar juntos y de espaldas al mundo de los adultos. Es como los guateques de hace medio siglo, en los que también a veces estallaban broncas monumentales. Y desaparecerá cuando otra generación de jóvenes consiga inventar otra cosa para dedicarse a lo mismo de toda la vida.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
4 comentarios:
De acvuerdo con todo, pero tambien es necesaria la "eduación para la ciudadanía", para los mercaderes, los fumadores, los paisanos y los grandes mandamases de no sé qué invento. Y es sencillo: si manchas, pagas... Aprende pues, a no manchar y no porque puedas pagar puedes manchar más, porque entonces sigue siendo un mal ciudadano y eso se paga de otra manera: como el ratero que roba par acomer, el terrorista que atenta para sotener sus ideas. Pensemos...
¿el ratero que roba para comer, el terrorista que atenta/mata para sostener sus ideas? Magnifico paralelismo. Piense usted que buena falta le hace.
Spirit; ¿Tu sabes lo que quiere decir el P.M.Talivan?
Dear Santiago; El botellón es un fiel reflejo de la sociedad. A los botellones van soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra, matones al paño que miran, callan y mal-piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas. Mala gente que camina y va apestando la tierra... también he visto –en los botellones- gentes que bailan o juegan nunca si llegan a un sitio, preguntan adonde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de ron Negrita, y no conocen la prisa ni aun en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino; donde no hay vino, Johnnie Walker Son buenas gentes que viven, botellonean, se llevan a su casa los desperdicios, los reciclan, pasan y sueñan…
¡hip!
McManaman
Si Machado viera el uso que se hace de su poema, seguro que se daba al vino.
M.Sant Macía
Un cordial saludo
¡Ay D. Marcelino!
Pero que serio que es usted. Machado se reiría con buen vaso de vino en sus maravillosas manos. D. Antonio, como toda buena persona, ya gustaba del buen vino. Vea esa estrofa de sus coplas mundanas.
¡¡hip!!
Coplas Mundanas; Machado
…
Pasó como un torbellino,
bohemia y aborrascada,
harta de coplas y vino,
mi juventud bien amada.
¡¡hip!!
No mires el dedo, mira hacia donde señala.
Un cordial saludo.
McManaman
¡¡hip!!
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