El comienzo de año nos ha traído el sonado fichaje de José María Aznar por la eléctrica ENDESA para tratar de aumentar su penetración en Iberoamérica. Unos días antes del fin de año se había anuncido el fichaje de Felipez González por Gas Natural/Fesonsa. Se conoce que la dedicación natural de los ex-presidentes es dedicarse a hacer dinero, aunque hasta donde sabemos el "cáché" de Aznar y González queda muy lejos de los que gozan un Bill Clinton o un Tony Blair.
Ya sabemos que para una buena parte de la humanidad -ahora que Benedicto XVI anda tan enredado con el Purgatorio -el camino hacia el cielo pasa por el éxito en el intento de ganar dinero. Pero lo sorprendente en el caso de nuestros ex-presidentes esa la asombrosa capacidad que tienen para acumular diferentes fuentes de ingresos. El Estado les paga una pensión, más los gastos que les ocasiona su seguridad personal y el mantenimiento de su despacho. Además prestan servicios en una pluralidad de tareas: Aznar, por ejemplo, también se dedica, o se dedicaba, a ser consejero de algunos fondos de alto riesgo.
Y, como era de esperar, entre sus múltiples tareas incluyen la de urgirnos a llevar a cabo las reformas precisas para que los pensionistas cobren menos, los parados tengan menos protección, los trabajadores tengan peores salarios y menos derechos, para que haya menos impuestos directos y más impuestos indirectos, etc. ¿Qué hacer contra tanta cara dura? A lo mejor el último refugio es leer discursos como el de Obama en el funeral de Tucson, discursos que infunden esperanza, que nos ayudan a creer en nosotros mismos, ya que en los demás no podemos confiar. Discursos que son sólo palabras -lo sabemos muy bien- pero son palabras que curan, como le dijo una asistente al Presidente de los Estados Unidos. Aquí, por desgracia, no escuchamos palabras que curan, sino que asistimos estupefactos a decisiones y actos que hieren.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
2 comentarios:
Llega un momento (¡este?) en el que se escucha todo y nada escandaliza. Los casos Aznar/Glez son clamorosos. Pasan entre la corriente general de las cosas, en el desfile caótico de una política hecha de tramas... Merecen escándalo e indignación. A mí me los provocan. ¿Cómo extrañarse de que los políticos sean percibidos por los ciudadanos como el tercer problema más grave del país? Lo triste es que pasito a pasito van armándose de argumentos los que aseguran que todos los políticos son iguales. No lo creo, pero no nos refugiemos en el mutismo pasota.
Son ejemplares porque son caducos: ya tienen licencia para ganar dinero, hacer lo que les dé la gana y, además, como dicen que saben mucho, sin acritud y sin complejos, cachondearse de nosotros y de la crisis que los demás padecemos.
Estoy con tu el libro "El conspirador galante". Me divierte.
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