Una de las cosas más llamativas de los resultados del pasado domingo en Andalucía es que el presunto castigo que iban a dar los electores a los responsables de la corrupción no se ha producido. No es la primera vez que ocurre, pues ya en comicios anteriores, por ejemplo en la Comunidad Valenciana, el partido gobernante, inmerso en numerosos casos de corrupción, volvió a salir triunfante en la cita con las urnas. En esta ocasión, con la victoria de Susana Díaz, podemos decir que ha quedado políticamente impune la corrupción en Andalucía, de la que el máximo responsable es el Partido Socialista de la señora Díaz.
Según las encuestas últimamente publicadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas, la corrupción era uno de los principales o más graves problemas de España, pero es posible que muchos ciudadanos andaluces, simpatizantes del PSOE, hayan pensado que, pese a todos los pesares, era mejor seguir confiando las riendas del poder autonómico a los socialistas que permitir un posible ejecutivo de centro-derecha encabezado por el Partido Popular. Pudiera ocurrir también que, de puertas para fuera o de "boquilla", los ciudadanos muestren una enorme preocupación cuando les preguntan los encuestadores pero en la intimidad de la cabina electoral este asunto les tenga sin cuidado.
El partido que ha sufrido un mayor desgaste es el Partido Popular, con una pérdida de medio millón de votos, lo que le hace perder 17 de los 50 escaños que tuvo en el anterior mandato. Está claro, desde mi punto de vista, que muchos votantes anteriores del PP han querido castigar no al candidato andaluz, sino al Gobierno de Mariano Rajoy por las políticas que ha llevado a cabo en la presente legislatura. Es evidente que Juan Manuel Moreno no tiene hoy por hoy el tirón popular que tiene Susana Díaz, pero da toda la impresión de que cuanto más ha viajado Rajoy a Andalucía para la campaña, más votos han perdido.
Una parte de los votos perdidos por el PP ha ido a parar sin ninguna duda a Ciudadanos, que consigue un notable éxito, y puede que algunos hayan ido a Podemos, aunque yo creo que los principales graneros del partido de Teresa Rodríguez han sido los antiguos votantes de Izquierda Unida, la bolsa de abstencionistas que en esta ocasión han decidido acercarse a las urnas y los votantes perdidos por el PSOE. Para Podemos, que no ha conseguido hacer realidad sus expectativas, llega la hora de la verdad, la hora de ponerse el mono de trabajo y pisar el fango, es decir, la hora de la negociación, de pedir algo a cambio de algo y, paradójicamente, de permitir que sigan al mando aquellos a los que, según su líder nacional, había que barrer del mapa.
La propia Susana Díaz ha dicho que piensa gobernar en solitario, pero lo primero que necesita conseguir es la investidura y para ello hace falta que en alguna de las votaciones que habrán de celebrarse en el parlamento andaluz tenga más votos a favor que votos en contra, es decir, una mayoría simple. Puede darse por descartado un pacto de legislatura con Ciudadanos y no sería razonable esperar una abstención del PP, puesto que el grupo que encabezará Juan Manuel Moreno es el primero de la oposición y es el llamado a encarnar una posible alternativa de gobierno. Así pues, la única posibilidad, o al menos la que se configura como más probable, es una abstención de los 15 diputados de Podemos. He aquí otra ironía del destino: aquellos que se veían a sí mismos como los que le iban a ajustar las cuentas a "la casta", han sido colocados por las urnas ante la responsabilidad de permitir que siga gobernando en Andalucía el partido que es el máximo responsable de toda la corrupción y todos los fraudes que se han venido dando en aquella tierra. También pueden optar por mantenerse como espíritus puros y decir no a Susana Díaz provocando una posible repetición de las elecciones. Ello nos llevaría a un escenario cuyo análisis no cabe en estas líneas.
Y el otro gran perdedor de la noche del 22 de marzo, junto con el PP, fue Izquierda Unida, a quien una parte de su electorado parece haber castigado por haber mantenido un pacto de gobierno con los socialistas durante la anterior legislatura. El voto es soberano e inapelable, pero las opiniones son libres. Y a mí me parece un poco injusto este resultado, porque a fin de cuentas Izquierda Unida ha promovido una política coherente con el programa que había ofrecido a los ciudadanos y sin duda ha influido para que la política de la Junta virase hacia los más desfavorecidos ( por ejemplo, en el terreno de los desahucios inmobiliarios.) Pero parece que una parte del electorado de izquierdas, quizá los que siempre sueñan con mantenerse como espíritus incontaminados, no comprenden que en la política, en la gestión de la res pública hay que saber competir y al mismo tiempo colaborar cuando las circunstancias lo exigen o son propicias para ello.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
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