domingo, 10 de enero de 2016

UN PSICÓLOGO PARA RAFAEL NADAL

En todos los órdenes de la vida ha habido y seguirá habiendo personas cuyo excepcional talento se ve ensombrecido por el talento aún mayor de otros contemporáneos suyos que se llevan casi todos los honores  y casi todos los reconocimientos. En la película Amadeus el cineasta Milos Forman retrató con gran maestría un conflicto moral de este tipo: el que se dio en el siglo XVIII  entre dos genios de la música, Mozart y Salieri. Ya en el siglo XX, y en el campo del deporte, cabe mencionar la desgracia que tuvo un ciclista francés de enorme mérito llamado Raymond Poulidor. Pudo haber ganado varias veces el Tour, y de hecho es uno de los corredores que más veces subió al podio. Pero nunca logró la victoria en la ronda gala porque coincidió en el tiempo con dos monstruos, como Jacques Anquetil y el belga Eddy Mercks. Acabó recibiendo el apodo de "eterno segundón".

     Parece que a nuestro Rafael Nadal, un tenista casi irrepetible, de enorme fortaleza física y mental, le persigue esta misma maldición desde hace algún tiempo.  Después de haber ganado 14 títulos de Grand Slam y más Masters 1000 que nadie, Nadal se diluye, se achica, se ofusca, se desorienta cada vez que tiene enfrente al serbio Novak Djokovic. Ambos han protagonizado el más largo enfrentamiento en la historia del tenis, con 47 partidos disputados, muchos de ellos en torneos importantísismos, como la final en el abierto de Australia en 2012, que ganó el serbio  después de 5 sets y más de cinco horas luchando sobre la pista.  Algunos consideran que esta final es el mejor partido que se ha dado en toda la historia del tenis.

     Pero desde hace un par de temporadas Nadal sufre derrota tras derrota cada vez que se cruza con Djokovic. Los dos tienen casi la misma edad, pero el serbio llegó a la plenitud un poco más tarde que el español. De ahí que a pesar de tantas derrotas consecutivas en los últimos tiempos, el balance global entre los dos sea un 24-23 a favor de Nole. El caso es que a Djokovic, pese a su condición de número uno indiscutible, se le ve sufrir e incluso doblar la rodilla frente a otros jugadores, como le sucedió el año pasado en la final de Roland Garros frente al suizo  Stan Wawrinka. Pero frente al balear se despierta su instinto depredador, y arrolla y disfruta. El último episodio triste para Nadal y para nosotros tuvo lugar ayer sábado en la final del torneo de Doha, liquidada por Djokovic en 73 minutos con un tanteo de 6-1 y 6-2. Fue un visto y no visto y de la ofuscación de nuestro héroe da buena idea un lance ocurrido hacia la mitad del segundo set: con toda la pista para él, con el serbio ya batido, Nadal lanzó un presunto golpe ganador justo donde estaba su rival, que no tuvo más que poner la raqueta para que la pelota saliera despedida hacia una de las líneas, muy lejos del alcance del español. Creo que después de esa jugada Nadal debió de sentir deseos de salir corriendo a buscar el consuelo de una ducha caliente en el vestuario. Novak le tiene cogida la medida de tal modo que para él es un suplicio mental salir a la pista y encontrar al otro lado de la red a su más enconado rival. Ojalá tenga la suerte de que otros jugadores  lo quiten de su camino cuantas más veces mejor, porque de lo contrario mucho nos tememos que el ídolo de Manacor no volverá a ganar otro torneo de Grand Slam.

     P. S. Después de lo ocurrido ayer y de lo que va a ocurrir esta tarde en Cataluña, parece que también muchos otros españoles, no sólo Nadal, vamos a necesitar un psicólogo para que nos ayude a explicarnos qué diablos pasa con nosotros mismos.

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