sábado, 24 de febrero de 2018

HABLEMOS DEL AHORRO Y SUS PENURIAS



¿Cuál sería la reacción de un colegial colocado ante esta disyuntiva: si renuncias a esta apetitosa chocolatina que tengo en la mano, vendré dentro de seis meses y te daré diez chocolatinas? Lo más probable es que nuestro hipotético infante aplicase la vieja sabiduría popular según la cual vale más pájaro en mano que ciento volando.
     El gran problema del ahorro, como el niño frente a la tentación de la chocolatina, es que es un exigente acto de fe. El esfuerzo de voluntad que requiere es real e inmediato, mientras que los frutos sólo se materializan a largo plazo. Se trata de renunciar a una capacidad de consumo actual a cambio de una mayor capacidad de consumo o mayor bienestar en el futuro. 
    El Presidente del Gobierno, ese hombre gris hecho a sí mismo a base de mucho sentido común y muchas precauciones para no meterse en líos, ha tenido a bien recordarles a los ciudadanos españoles la conveniencia de ahorrar con vistas al futuro. Hasta ahí bien, puro sentido común que encaja a la perfección con el sentido común que desde tiempos inmemoriales aplican las familias españolas. Pero, a despecho de tantas y tantas precauciones, el inquilino de La Moncloa se ha metido, como suele decirse, en un jardín: conviene ahorrar – ha dicho – para pagar la educación de los hijos y complementar las pensiones que puedan cobrarse en la vejez.
     ¿Por qué precisamente tenemos que ahorrar para educación y pensiones y no para otra cosa? Inevitable que muchos ciudadanos y muchos portavoces de los partidos de oposición hayan pensado que en las palabras de Rajoy había gato encerrado. Inevitables las sospechas de que los que tanto se llenan la boca con promesas de rebajar impuestos estén pensando en “complementar” dichas rebajas con nuevos y dolorosos tijeretazos en dos de los pilares decisivos del estado del bienestar. Inevitable el barrunto de que Rajoy esté queriendo echarles una mano a esas entidades aseguradoras y gestoras de planes y fondos de pensiones que tanto pelean por captar el dinero de los ciudadanos. 
     Unas entidades, agrupadas en una asociación llamada INVERCO,  que practican a rajatabla la filosofía del “a Dios rogando y con el mazo dando”. Solo que ahora el mazo que han decidido enarbolar puede considerarse abusivo o propio de los aficionados a propinar golpes bajos: se llama Anne Igartiburu. Y está claro que si Anne, con su vestido rojo de presentar las campanadas, nos dice ven, lo dejaremos todo e iremos. No importa que seamos jóvenes o viejos, mileuristas o acomodados, los de INVERCO nos tendrán a sus pies, sin importar tampoco que las cacareadas ventajas fiscales de ahorrar  a través de planes de pensiones sean en gran medida un puro espejismo.
     A los concienzudos esfuerzos para ir “ablandando”  a las frívolas cigarras hispanas han venido a sumarse los técnicos de la Asociación de Analistas Financieros Internacionales con unos cálculos hechos, cómo no, a petición de UNESPA, la patronal de las aseguradoras: entre unas cosas y otras, los ciudadanos que se jubilen a partir de este año perderán hasta 2035 unos 350 euros mensuales de poder adquisitivo y para compensar dicha pérdida deberían acumular como mínimo un capital de 63000 euros con el fin de constituir unas rentas vitalicias complementarias a su pensión de jubilación.
      Muchas voces se han alzado para preguntarse cómo podrán ahorrar las familias con los sueldos y la precariedad que hoy se estilan en España. Por otra parte, la inmensa mayoría de los jubilados son propietarios de la vivienda en que residen, lo cual les proporciona unas rentas implícitas ( el alquiler que se ahorran) mucho mejores que las señaladas por AFI en sus cálculos. Porque muchas décadas antes de que existieran INVERCO, los planes de pensiones, UNESPA y AFI las familias españolas decidieron, con gran intuición en vista de los resultados, que la mejor previsión para la vejez era tener una vivienda en propiedad.
     Así que sería estupendo ver anuncios en los que la bella Anne lanzara a la ciudadanía este mensaje: haga usted el esfuerzo de ser propietario de su vivienda y olvídese de todo lo demás. Lo malo – siempre tiene que haber un lado malo – es que ese esfuerzo hace unas décadas duraba unos 15 años y hoy en día es difícil que baje de los 30 ó 35. Y tampoco podemos olvidar que las separaciones son ahora más numerosas que en el pasado, con las hipotecas añadiendo ruina económica a la ruina sentimental. En fin, que la vida, si uno se pone a pensar en el futuro, se presenta como un gran lío, uno de esos líos que Rajoy recomienda evitar a toda costa.  
 


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