martes, 15 de julio de 2008

EL ESTALLIDO DE LA "BURBUJA": SE ACABÓ EL PASTEL

Escribo estas líneas bajo el impacto de un titular a cinco columnas en la portada del periódico del día: Martinsa-Fadesa suspende pagos. Me parece un poco exagerado y pienso que al periodismo de hoy en día, bajo la influencia de los periódicos gratuitos y la prensa "amarillista", le está pasando lo mismo que ocurre en ciertas plazas de toros: que se conceden con demasiada facilidad las dos orejas y el rabo. Antes, cuando se buscaba más la información y menos el espectáculo, los titulares a cinco columnas se reservaban para cosas como el descubrimiento de la penicilina, la llegada del hombre a la Luna o las declaraciones de guerra.
Pero, aunque la anchura y el tamaño de los titulares ya no sean muy fiables como vara de medir para la jerarquización de las noticias, es evidente que estamos ante un acontecimiento negativo que puede desencadenar otros aún peores. Mientras escribo, escucho por la radio las caídas que están sufriendo las cotizaciones bursátiles, lo cual parece demostrar que los mercados, o los inversores, o como queráis llamarlos, se apuntan a la idea de que lo peor está por venir. De momento, lo que demuestra este "concurso voluntario de acreedores" -como se denomina técnicamente el asunto- es que existía una "burbuja" inmobiliaria que se ha pinchado. Porque durante meses y meses muchos presuntos expertos insistían en que no se veía tal cosa por ningún lado, a pesar de que los precios de las viviendas habían estado creciendo -durante años- cinco o seis veces más que crecían los salarios y a pesar de que organismos nacionales e internacionales aseguraban en sus informes que los pisos existentes sobre la piel de toro estaban sobrevalorados en un cuarenta por ciento.
¿Qué hacer ahora? No tengo ni idea, aunque me mantengo en mi convicción -ya expresada anteriormente en este cuaderno de bitácora- de que la sociedad española necesitaba esta dolorosa lección. No soy "masoca": yo mismo formo parte de ese ejército millonario de inversores/ahorradores que creyeron en la vivienda como la mejor opción para colocar sus dineros y ahora se ven atrapados en un callejón sin salida, cuyos altos paredones no son otros que la dura realidad del pago mensual de la hipoteca unido a la incertidumbre o al miedo por lo que pueda pasar en el futuro. Como a todos, me hubiera venido bien que los precios siguieran subiendo, pero no estoy tan ciego como para no darme cuenta de que esa escalada sin fin encerraba una terrible injusticia: la de impedir el acceso a la vivienda de quienes la necesitan para vivir y no como un medio para la inversión y la especulación. Tampoco estoy tan ciego como para echar las culpas desesperadamente a otros y no asumir la parte de responsabilidad que me corresponde. Lo último que he leído -y que me parece una acabada representación de esta ceguera- es que la culpa la tienen los bancos, por haberse dedicado a conceder créditos que, al parecer, llegaban a suponer hasta el 120 por ciento del valor de tasación del bien que se iba a comprar. ¿Y el comprador, qué? ¿Era un niño de teta o era un adulto capaz de manejar las cuatro reglas? ¿No sabía lo que estaba firmando? ¿Era un ignorante o era uno más de la gran masa de pequeños especuladores soplando todos al unísono para inflar la "burbuja" cada día un poco más? Ya digo que no tengo ni idea sobre cuáles serían los caminos mejores para salir del atolladero, pero me parece imprescindible el esfuerzo de análisis que debemos hacer para evitar que en el futuro se repitan episodios como el que comentamos. En la próxima "entrada" aportaré mi propia visión de las causas que han ocasionado la "burbuja" inmobiliaria. Mientras tanto, yo recomendaría la lectura de un librito titulado Breve historia de la euforia financiera. Lo escribió el gran economista norteamericano John Kenneth Galbraiht y se publicó en España en 1.991. Decía Galbraiht: ...las adquisiciones de los que persiguen la riqueza fuerzan al alza el precio de los valores, los terrenos o las obras de arte, y por tanto reafirman las expectativas. El proceso continúa hasta que se agotan los recursos de quienes buscan el enriquecimiento o, acaso, hasta que algún suceso externo precipita la grande e inevitable carrera para abandonar...

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