miércoles, 3 de septiembre de 2008

PALABRERÍA DE OBAMA

Hace muchos años, cuando el matrimonio Clinton peleaba a brazo partido para desalojar de la Casa Blanca al primer Bush, creí que si ganaban los demócratas la sociedad estadounidense podría experimentar algunos cambios positivos y apreciables. Era lo que repetía una y otra vez el ex-Gobernador de Arkansas con su oratoria brillantísima. Pero las cosas no fueron como Clinton y su equipo habían prometido. No digo que a los norteamericanos o al resto de los habitantes del planeta deba sernos indiferente que haya una Administración demócrata o republicana. Pero lo cierto es que bajo el mandato de Clinton la gestión gubernamental estuvo muy lejos de las ilusiones que se habían despertado. Estados Unidos siguió comportándose como la gran potencia imperial, no mejoró apreciablemente el reparto de la riqueza, no hubo atención sanitaria universal, que era el gran proyecto apadrinado por Hillary, no se modificó la alianza estratégica con Israel, no mejoró la ayuda norteamericana a los países en desarrollo.
Ahora llega Barack Obama, otro orador brillantísimo según dicen los cronistas, y asegura que "ha llegado la hora de cambiar América" y de "renovar la promesa americana y mantenerla viva en el Siglo XXI". No creo que haya nada interesante detrás de esa palabrería. No creo que pueda esperarse gran cosa de un hombre que, cuando vio que su pertenencia a una determinada Iglesia era gravemente perjudicial para sus expectativas electorales, resolvió la cuestión con el anuncio de que se daba de baja y se pasaba a otra Iglesia. No creo que pueda derivarse nada bueno de esa mezcolanza impúdica de religión y política a la que son tan aficionados los políticos norteamericanos.
Y el caso es que Obama parece encandilar no sólo a quienes acuden a sus multitudinarios mítines, sino también a los periodistas que siguen sus actividades. He aquí un ejemplo sacado de una crónica enviada desde Denver: "en un memorable discurso...que será citado durante décadas como uno de los más grandes acontecimientos..." Y más adelante añade el abducido cronista: "todas las dudas quedaron despejadas, Obama se confirmó en una cálida noche de final de verano como un personaje excepcional, como el más visionario y carismático político de la actualidad". Bueno, bueno, bueno, a esto solíamos llamarlo "síndrome de Estocolmo", por su similitud con esa identificación que a veces sufren las víctimas con sus verdugos o secuestradores.
¿Quien se acordará del discurso de Denver si Obama no gana en Noviembre? Cierto que ya ha hecho historia al convertirse en el primer candidato negro y cierto también que esa historia se agrandará aún más si logra hacerse con el Despacho Oval. Pero ese hecho, por sí mismo, no significará más bienestar social ni mejor política exterior ni más justicia social ni nada de nada. Y para colmo de males, esa retórica militarista y un poco ridícula acerca de los "comandantes en jefe". ¿Qué se puede esperar de un país en el que los aspirantes a la Presidencia debaten contínuamente sobre valores morales y religiosos y sobre quién reune mejores virtudes para el puesto de "comandante en jefe"?.
"Cada uno de nosotros -dijo Obama- puede perseguir sus sueños individuales, pero tenemos que seguir juntos como una familia americana para que las siguientes generaciones puedan también perseguir sus propios sueños". Palabras, palabras y palabras. Mientras tanto sigue la ignomia de Guantánamo, la ignominia de la pena de muerte, el sagrado derecho a portar armas de fuego, la ignominia de decenas de millones de personas en situación de pobreza extrema, excluídas de toda atención o protección social. ¿Podría Obama acabar con todo eso? No lo creo; y de John McCain -el viejo héroe de Vietnam echado en brazos de una bella mujer que cree a pies juntillas que el mundo lo hizo Dios en siete días- para qué vamos a hablar. Por cierto, que el inesperado crecimiento de la americana familia de la señora Palin puede desbrozar el camino del senador de Illinois.

1 comentario:

Anónimo dijo...

M. Sant Macía

Hola Santiago:
Interesante tú reflexión sobre el "efecto Obama", no obstante en cierta medida, con la diferencia que imprime las diferencias culturales entre europeos y americanos,lo cierto es que tammbién aqui en Europa, y por supuesto en España, las cosas caminan de forma parecida a como lo hacen en EE.UU. También aquí le es más útil a u partido político un líder con carisma que un buen programa, y sin caer en el exceso de decir que da lo mismo que gobierne uno u otro, porque además de no ser verdad, sería negar la esencia de a democracia, lo cierto es que me gustaría que fuera mayor la diferencia.