miércoles, 4 de febrero de 2009

¿A OBAMA LE CRECEN LOS ENANOS?

Ya en anteriores ocasiones hemos comentado en ZD las distancias enormes entre lo que parecían prometer los excelentes discursos de Barack Obama y lo que la dura realidad acabaría por traernos. Lo que no podíamos imaginar, sin embargo, es que las decepciones y el consiguiente desgaste de su figura iban a comenzar tan pronto. Parece que en Washington, como en la bíblica Sodoma, es imposible encontrar un hombre justo, alguien con una hoja de servicios inmaculada, alguien digno de ocupar el cargo público que se le ofrece. Parece que junto a las riberas del Potomac es imposible formar un equipo de gobierno no contaminado por esas enfermedades mortales que son el tráfico de influencias y el fraude fiscal.
Primero tuvo que renunciar Bill Richardson -Gobernador de Nuevo México, a quien da gusto oir hablar en español- por un asunto relacionado con adjudicaciones a dedo a una compañía que le había ayudado en su carrera política. Después vino Timothy Geithner, el nuevo Secretario del Tesoro, equivalente a nuestro Ministro de Hacienda, que fue ratificado en el cargo a pesar de sus clamorosos "olvidos" en el pago de impuestos correspondientes al período 2001-2004. De ejercicios anteriores no sabemos nada, porque se supone que, al igual que en España, la defraudación fiscal prescribe con una celeridad que ya quisiéramos ver en otros ámbitos. Con Geithner podríamos decir que Obama, el hombre que quiere renovar la promesa del sueño americano y los ideales de los padres fundadores, ha puesto a la zorra a cuidar el corral de las gallinas.
Y los dos últimos episodios -provocadores de una intensa tormenta de editoriales contra Obama- han sido las renuncias de Tom Daschle y Nancy Killefer, ambas motivadas por el impago de impuestos o de cuotas a la Seguridad Social. Daschle era el elegido para el departamento de Salud y Killefer para la Oficina de Presupuestos de la Casa Blanca. "Quiero mandar un claro mensaje de que no voy a permitir un doble rasero, uno para el público en general y otro para los miembros de mi Administración", dijo el nuevo Presidente después de aceptar las renuncias.
La reacción de Obama ha sido la que cabía esperar, y eso le honra. También debemos reconocer el alto listón de exigencia que plantea el sistema americano antes de dar el visto bueno a un nombramiento importante. Un gran contraste con lo que ocurre en España, donde hemos tenido casos, como el de Luis Roldán o el de Jesús Gil, que se comentan por sí solos. Pero los errores están ahí, el propio Obama los ha reconocido, y suponen el comienzo prematuro del inevitable desgaste que acarrea el ejercicio del poder. Y otra cosa más grave aún: mientras el Presidente dedica esfuerzos a apagar estos conatos de incendio, no los dedica a los problemas más complejos y más acuciantes que afectan al conjunto de los ciudadanos americanos y al conjunto de la humanidad. La política, sobre todo en Norteamérica, se hace con palabras, y tanto mejor cuanto más bellas sean éstas. Pero se hace también con dinero, con mucho dinero. Y, como les oía decir yo a los mayores en la aldea remota, el dinero siempre acaba llamando al dinero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sé a la hora de contrapesar, a que se debe en mayor grado los problemas de Obama a la hora de formar gobierno. Si a que pasado un determindo nivel de capacidad económica o de influencia, tanto monta, monta tanto, encontrar una persona honrada es como la búsqueda de la aguja en el pajar, o bien que el cedazo que se utiliza en EE.UU para filtrar quien puede ocupar ciertos cargos es más fino que los utiliados en España. En este último supuesto, parece que esto es así con Obama pues con Bush no parece que el filtro fuera muy tupido.
Un cordial saludo
M.Sant Macía