Después del fallido debate de investidura de Pedro Sánchez, en la opinión pública se ha reforzado la impresión de que vamos hacia unas elecciones anticipadas. Casi todos los líderes políticos coinciden en que eso sería un gran fracaso colectivo, pero casi ninguno ha hecho lo que tendría que hacer para evitarlo.
El dirigente que con más acierto ha cumplido el mandato salido de las urnas ha sido el catalán Albert Rivera, quien ha puesto todo de su parte para llegar a un acuerdo con los socialistas y posiblemente habría pactado también con los populares si éstos lo hubieran intentado en serio. También hay que subrayar la buena disposición de los diputados de Coalición Canaria y Nueva Canarias, que votaron a favor de la investidura del candidato socialista.
El gran error de Mariano Rajoy, a mi modo de ver, es haberle dicho que no al Rey cuando le hizo el encargo de formar Gobierno y no haber intentado un pacto con Rivera, a pesar de que dicho pacto habría sido insuficiente si el PSOE mantenía su obstinado no al candidato popular. En este sentido, Pedro Sánchez ha sido más listo y le ha "birlado" la novia.
Pero el gran error del líder socialista va mucho más allá de su persona y de los límites de su partido, porque está sentando un precedente que puede ser peligroso y desalentador para el futuro político de España. Sánchez parece no darse cuenta de que su veto inamovible a Mariano Rajoy y a cualquier otro candidato del PP será pagado en el futuro con la misma moneda, cuando quienes necesiten la abstención de los populares sean los socialistas. Mal, muy mal, vamos si el PSOE y el PP se dedican a bloquearse mutuamente, cuando lo cierto es que las políticas que practican desde el Gobierno están muy próximas.
En el futuro puede que haya otros culpables, pero del bloqueo actual creo que el máximo responsable es Pedro Sánchez, con su empeño en echar a Rajoy cuando no tenía los votos suficientes para ello; y me resulta sorprendente la unanimidad con que los dirigentes socialistas dijeron no, no y no a Rajoy y a cualquier otro candidato del PP. Han llegado tan lejos en su negativa y en su empeño que resulta impensable una posible vuelta a la casilla de salida para negociar una abstención a cambio de que la fuerza mayoritaria - el PP - acepte llevar a cabo una buena parte de los cambios y reformas pactadas entre PSOE y Ciudadanos.
Asimismo es impensable que el PP ( que, como digo, estaría dispuesto a aceptar una gran parte de lo pactado entre PSOE y Ciudadanos ) se resigne a verse desplazado del Ejecutivo, sencillamente porque ellos fueron la fuerza más votada y sienten que tienen más derecho o una cierta "preferencia" sobre los socialistas.
En definitiva, y dado el bloqueo actual, sólo quedarían dos opciones: que una parte de Podemos se avenga a votar a favor del pacto PSOE-Ciudadanos ( no sería suficiente con la abstención) o bien que que PP, Ciudadanos y PSOE encuentren un candidato independiente capaz de formar un Gobierno que tendría el respaldo parlamentario de estas tres fuerzas. Sería la llamada Gran Coalición en su versión más descafeinada. Pero ambas opciones se antojan altamente improbables. El fin del bipartidismo, tan deseado por millones de ciudadanos, tiene estos efectos colaterales y tendremos que irnos acostumbrando a la idea de que repetir las elecciones no es el fin del mundo.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
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