Posiblemente sea esta una de las preguntas que muchos ciudadanos se harán antes de volver a las urnas el próximo 26 de junio. ¿Quién tuvo la culpa de que haya que repetir los comicios? Cada ciudadano tendrá una respuesta, y yo también tengo la mía: la culpa estuvo muy repartida, desde luego, pero la parte del león se la llevan el Partido Socialista Obrero Español y su Secretario General. El mensaje salido de las urnas el 20 de diciembre era claro: la sociedad española no quiere mayorías absolutas, pero necesita que os entendáis para hacer frente a los problemas más graves que nos afectan. Frente a ese mensaje, el sectarismo exhibido por Pedro Sánchez ( con el apoyo de todo el Comité Federal del PSOE) resulta descorazonador. No a un gobierno encabezado por el PP ni por activa ni por pasiva, ni con Rajoy ni con ningún otro líder. Y resulta que el PP, pese a la pesadísima mochila de corrupciones que arrastra, había sido el partido más votado por los españoles y había sacado 34 diputados más que los socialistas.
Es verdad que el sectarismo no es privativo de los socialistas; y los populares han dado en el pasado muestras bochornosas. Por ejemplo, el grave problema territorial que tenemos hoy planteado en Cataluña es en gran parte debido al sectarismo de los populares. Se les pidió que retiraran su recurso al Constitucional contra el Estatuto de Cataluña y no lo hicieron por puro cálculo partidista, pese a que ellos mismos promovían en otros estatutos decenas de artículos copiados literalmente del catalán. A despecho de su tendencia a envolverse en la bandera, le hicieron un flaquísimo servicio a España y sólo por eso merecerían que los españoles les hubieran apartado del Gobierno. Pero no lo hicieron y eso es sagrado en democracia, cosa que parecen no haber entendido los socialistas, que se han comportado con un sectarismo imperdonable durante los últimos cuatro meses.
Cuando escribo estas líneas han pasado sólo unas horas desde la publicación de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, que pronostica una nueva victoria del PP (aunque insuficiente) y graves dificultades del PSOE para mantener su segunda plaza frente a la casi segura alianza entre Podemos e Izquierda Unida. De nuevo estaríamos ante un panorama en el que la izquierda, para ver cumplida la obsesión de sacar a Rajoy de la Moncloa, tendría que aliarse con los partidos que, pura y simplemente, desearían ver a España borrada del mapamundi. ¿Está el Partido Socialista dispuesto a participar en un gobierno de esas características? Esperemos que no, porque si tal cosa hiciera sería una grave desgracia para toda la sociedad española y para el propio PSOE.
Y si no hay una mayoría suficiente de izquierdas, ¿vamos a seguir con la matraca de que el PP no ni por activa ni por pasiva? España necesita un acuerdo de fondo entre los dos grandes partidos para los grandes asuntos de estado, pero no sólo para eso: necesita también que si uno de ellos no tiene capacidad para formar una mayoría suficiente, deje gobernar al otro. Lo ha dicho el otro día el propio Felipe González, que de asuntos de gobernanción y de estado entiende algo. ¿Y quién debería haber tenido luz verde tras el 20-D en vista de que el PSOE no podía formar una mayoría alternativa? La respuesta es obvia: el PP, en su condición de partido más votado. Pero Sánchez y los dirigentes socialistas no quisieron ver esto, asustados quizás por la competencia que podía hacerles Podemos por la izquierda, y ahora están a sólo un par de pasos de pagar su pecado en las urnas.
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