Resulta un poco estomagante este culto a
la personalidad desatado en Cuba con ocasión de la muerte de Fidel Castro. Para
ser sincero, debo decir que no veo grandes diferencias entre las colas de gente
para desfilar por delante de su retrato en la Plaza de la Revolución y las que
se dieron aquí hace 41 años con ocasión de la muerte de otro dictador cuyo
nombre no merece figurar en este medio de información y opinión libres.
“La historia me absolverá”, había dejado
escrito Castro a modo de justificación de sus decisiones más controvertidas y
de sus actos más sangrientos. “La historia le juzgará”, ha dicho en estos días
el prudente y templado Barack Obama, haciendo equilibrios para no molestar a
los cubanos y tampoco a la opinión pública de su propio país. Pues bien, quizá
podamos juzgarlo ya hoy, con sus cenizas aún calientes, a la luz de las
palabras dichas por otro gran hombre del siglo XX en la hora de su muerte:
“sepan ustedes, ciudadanos de mi querida patria chilena, que mucho más temprano
que tarde se abrirán las grandes alamedas por las que pase el hombre libre para
construir una sociedad mejor”.
¿Se han abierto en Cuba, durante los
sesenta años de poder castrista, las grandes alamedas por las que pasan los
hombres libres para construir una sociedad mejor? La respuesta,
lamentablemente, es no. Y con eso me parece que está dicho casi todo. Ni la
revolución Bolchevique ni la revolución Maoísta ni la revolución Cubana ni la
revolución Sandinista ni ese adefesio al que llaman revolución Bolivariana han
conseguido hacer realidad los sueños de justicia y libertad que inspiraron a
quienes lucharon y dieron sus vidas por ellas. Algunos, como aquellos
Mencheviques rusos insultados y vilipendiados por Lenin y los suyos, lo tenían
muy claro desde el principio: la toma del poder al asalto y la consiguiente
supresión de las libertades políticas y sindicales no conducirían a la
eliminación de la explotación del hombre por el hombre, sino a la implantación
de una nueva y feroz tiranía.
Pero otros muchos, en muchas partes del
globo, siguieron creyendo – o seguimos creyendo- que el camino para acabar con
las injusticias del capitalismo y del imperialismo era la dictadura del
proletariado, sin darnos cuenta de que una y otra vez tales intentos
degeneraban en la dictadura de un solo hombre que se creía en posesión de la
verdad absoluta. Es verdad que la dictadura cubana no ha sido un horror de
magnitud comparable a la dictadura estalinista, pero lo cierto es que a Castro
tampoco le temblaba mucho la mano a la hora de enviar al paredón a sus enemigos
o a quienes se atrevían a poner en cuestión su poder absoluto en la isla.
Y ahora va el Secretario General de lo que
queda del Partido Comunista de España, José Luis Centella, y nos dice que
“Castro es lo mejor que ha dado América Latina, un ejemplo de comunista”. Y se
atreve a comparar a Castro con el poeta comunista español Marcos Ana,
recientemente fallecido a la edad de 96 años. Eso es poner a las víctimas y a
los verdugos en el mismo plano, querido Centella. Castro pudo haber sido una
víctima, y de hecho lo fue temporalmente, de la dictadura de Batista; pero su
movimiento triunfó y con ese triunfo él acabó siendo un verdugo para muchos. Si
Castro es un ejemplo y un referente para los comunistas, entonces debemos
deducir que el proyecto político del señor Centella es implantar en España una
dictadura como la que padecen los cubanos.
Desde mi punto de vista, lo que se había
demostrado en Cuba, como en otros muchos sitios y desde mucho antes de la
muerte de Castro, es el fracaso gigantesco que ha supuesto el movimiento
comunista, después de haber despertado grandes esperanzas en una buena parte de
la humanidad en los albores del siglo XX. En donde Marx había previsto un
extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas que conduciría a una
sociedad de la abundancia donde cada uno daría “según su capacidad” y recibiría
“según sus necesidades”, lo que ha aparecido es ineficacia económica,
estrecheces materiales y ausencia asfixiante de libertades. No hay mejor
metáfora de lo que ha sido el comunismo y de lo que ha sido el régimen
castristra que esos bellísimos edificios de La Habana cayéndose literalmente a
pedazos.
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