martes, 6 de diciembre de 2016

HASTA LA VICTORIA (DE LA DEMOCRACIA) SIEMPRE

Aquí os ofrezco, queridos lectores de Zulema Digital, el texto publicado hace unos días en el diario Alcalá Hoy, con ocasión de la muerte del líder de la revolución cubana.



     Resulta un poco estomagante este culto a la personalidad desatado en Cuba con ocasión de la muerte de Fidel Castro. Para ser sincero, debo decir que no veo grandes diferencias entre las colas de gente para desfilar por delante de su retrato en la Plaza de la Revolución y las que se dieron aquí hace 41 años con ocasión de la muerte de otro dictador cuyo nombre no merece figurar en este medio de información y opinión libres.
  “La historia me absolverá”, había dejado escrito Castro a modo de justificación de sus decisiones más controvertidas y de sus actos más sangrientos. “La historia le juzgará”, ha dicho en estos días el prudente y templado Barack Obama, haciendo equilibrios para no molestar a los cubanos y tampoco a la opinión pública de su propio país. Pues bien, quizá podamos juzgarlo ya hoy, con sus cenizas aún calientes, a la luz de las palabras dichas por otro gran hombre del siglo XX en la hora de su muerte: “sepan ustedes, ciudadanos de mi querida patria chilena, que mucho más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por las que pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
      ¿Se han abierto en Cuba, durante los sesenta años de poder castrista, las grandes alamedas por las que pasan los hombres libres para construir una sociedad mejor? La respuesta, lamentablemente, es no. Y con eso me parece que está dicho casi todo. Ni la revolución Bolchevique ni la revolución Maoísta ni la revolución Cubana ni la revolución Sandinista ni ese adefesio al que llaman revolución Bolivariana han conseguido hacer realidad los sueños de justicia y libertad que inspiraron a quienes lucharon y dieron sus vidas por ellas. Algunos, como aquellos Mencheviques rusos insultados y vilipendiados por Lenin y los suyos, lo tenían muy claro desde el principio: la toma del poder al asalto y la consiguiente supresión de las libertades políticas y sindicales no conducirían a la eliminación de la explotación del hombre por el hombre, sino a la implantación de una nueva y feroz tiranía.
     Pero otros muchos, en muchas partes del globo, siguieron creyendo – o seguimos creyendo- que el camino para acabar con las injusticias del capitalismo y del imperialismo era la dictadura del proletariado, sin darnos cuenta de que una y otra vez tales intentos degeneraban en la dictadura de un solo hombre que se creía en posesión de la verdad absoluta. Es verdad que la dictadura cubana no ha sido un horror de magnitud comparable a la dictadura estalinista, pero lo cierto es que a Castro tampoco le temblaba mucho la mano a la hora de enviar al paredón a sus enemigos o a quienes se atrevían a poner en cuestión su poder absoluto en la isla.
     Y ahora va el Secretario General de lo que queda del Partido Comunista de España, José Luis Centella, y nos dice que “Castro es lo mejor que ha dado América Latina, un ejemplo de comunista”. Y se atreve a comparar a Castro con el poeta comunista español Marcos Ana, recientemente fallecido a la edad de 96 años. Eso es poner a las víctimas y a los verdugos en el mismo plano, querido Centella. Castro pudo haber sido una víctima, y de hecho lo fue temporalmente, de la dictadura de Batista; pero su movimiento triunfó y con ese triunfo él acabó siendo un verdugo para muchos. Si Castro es un ejemplo y un referente para los comunistas, entonces debemos deducir que el proyecto político del señor Centella es implantar en España una dictadura como la que padecen los cubanos.



     Desde mi punto de vista, lo que se había demostrado en Cuba, como en otros muchos sitios y desde mucho antes de la muerte de Castro, es el fracaso gigantesco que ha supuesto el movimiento comunista, después de haber despertado grandes esperanzas en una buena parte de la humanidad en los albores del siglo XX. En donde Marx había previsto un extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas que conduciría a una sociedad de la abundancia donde cada uno daría “según su capacidad” y recibiría “según sus necesidades”, lo que ha aparecido es ineficacia económica, estrecheces materiales y ausencia asfixiante de libertades. No hay mejor metáfora de lo que ha sido el comunismo y de lo que ha sido el régimen castristra que esos bellísimos edificios de La Habana cayéndose literalmente a pedazos.
 


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