Cuando la oferta es gratis, la demanda tiende a ser infinita. Esto es lo que ocurrió el domingo por la mañana -Día de los Museos- frente a la puerta del convento de Santa Catalina de Siena, uno de los monumentos alcalaínos que podían visitarse, junto con las Murallas y los restos romanos de Complutum, con motivo de la citada celebración. Decidimos ir al convento de clausura, habitado por siete monjas dominicas. La cartelería repartida por la ciudad ofrecía un número de teléfono para apuntarse por adelantado, pero también la posibilidad de hacerlo en el mismo momento de comenzar las visitas.
Los organizadores se vieron desbordados por la afluencia de público, y, aunque hicieron gala de la mejor voluntad, estuvieron un poco lentos de reflejos. Al fin y al cabo, no era tan difícil ir confeccionando una lista de espera e ir incorporando a los pobladores de esta lista a los horarios programados. Al final, se fue formando una cola en la que nadie se fiaba de nadie y que desembocó en la anarquía total cuando el Jefe de la Escuela Taller de la Fundación Colegio del Rey, también con la mejor de las intenciones, pidió que nos agrupásemos todos a fin de ganar tiempo en la explicación de los trabajos de restauración llevados a cabo en la portada del convento.
A pesar de las apreturas conseguimos un hueco en una de las visitas y puedo decir que mereció la pena, porque este convento, ubicado en la calle del Empecinado, a dos pasos de la plaza de los Santos Niños, tiene uno de los patios -o claustros- más hermosos de todo Alcalá. El edificio, que data del Siglo XVI, fue inicialmente concebido como casa-palacio de uno de los miembros más destacados de la poderosa familia Mendoza. Lo que ahora es la iglesia en el origen era uno de los salones del palacio, de proporciones más que notables. Y de proporciones y presencia extraordinarias es el patio, presidido por una estatua de Santo Domingo, el fundador de esta orden. La creación del convento fue a raíz de una disposición testamentaria de Juana Zúñiga de Mendoza, cuyos restos reposan en una urna funeraria incrustada en uno de los muros del patio, frente a la estatua de Santo Domingo. Las monjas dominicas se instalaron en sus dependencias a comienzos del Siglo XVII y ahí siguen, aunque ahora, como decíamos más arriba son sólo siete.
La primera de las fotografías que acompañan a este texto es una imagen del ala este del claustro, la segunda es de la portada, en la que se ha practicado una restauración que intenta ser lo más respetuosa posible con lo que era el edificio en su origen, y la tercera corresponde a otro de los monumentos que podían visitarse con motivo del Día de los Museos: los restos de las murallas medievales. La vegetación que se ve al fondo corresponde al Parque O`Donnell, creado a finales del XIX.
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Hace 4 años
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