Escribo estas líneas poco después de escuchar en la radio que Mariano Rajoy confirma su intención de presentarse a la reelección en el próximo congreso del Partido Popular y reta a sus oponentes a que presenten un candidato. A esto se le llama coger el toro por los cuernos y creo que, por fin, el líder del PP se enfrenta a la situación interna de su partido con acierto, determinación y energía. Sus adversarios -por lo menos una gran parte de ellos- no están planteando el enfrentamiento en términos de debate ideológico, sino más bien al modo de una conspiración golpista que busca la renuncia del líder antes de llegar al congreso.
Estuve el miércoles pasado en la tribuna de prensa del Congreso de los Diputados y desde allí pude ver un detalle que no me gustó nada y que me parece uno de esos famosos errores que con tanto ahínco se están reprochando a Rajoy y sus colaboradores. Estaba el líder sentado en el primer escaño de la bancada popular y a su lado se sentó Soraya Sáenz de Santamaría y a continuación de ésta se sentó su segundo en la dirección del grupo, José Luis Ayllón. No respetaron el escaño de Angel Acebes, que en la pasada legislatura se sentaba siempre al lado del Presidente del partido. Cierto que el Secretario General ya ha anunciado su renuncia y está desaparecido, pero las formas son las formas y deben respetarse para que la vida política discurra con fluidez y sin más chirridos que los estrictamente necesarios. Es sólo un detalle, nimio si se quiere, pero a mi juicio representantivo de esas equivocaciones que está cometiendo Rajoy en las formas.
EL MISIL SAN GIL BAJO LA LÍNEA DE FLOTACIÓN
Así que Rajoy y los suyos no aciertan con las formas más adecuadas y respetuosas, pero lo que tienen enfrente es una ofensiva coordinada que no oculta su objetivo: hundir la candidatura del líder antes de que pueda presentarse a la consideración de los delegados -o compromisarios- elegidos por las agrupaciones locales. María San Gil, la Presidenta del PP vasco, apoyándose en razones tan etéreas como el liderazgo, la confianza y los principios, había dado un plazo de cuarenta días para tratar de superar el desencuentro con el Presidente nacional. Sin embargo, ha incumplido su palabra para proseguir con la estrategia de acoso y derribo. Y a rebufo de San Gil salió a la palestra José Antonio Ortega Lara, el hombre que más tiempo ha pasado en manos de los terroristas, para anunciar a bombo y platillo su abandono de la militancia popular. A José María Aznar y Esperanza Aguirre les faltó tiempo para hacer público su disgusto por los abandonos de San Gil y Ortega Lara y remachar un poco más en sus acusaciones de que algo se está haciendo muy mal desde la dirección nacional de los populares. Todo muy clarito y por su orden, como gustaba decir el ex-Presidente del Gobierno en su época de esplendor.
CREANDO LAS CONDICIONES PARA UN PRONUNCIAMIENTO
La estrategia de los adversarios de Rajoy huye de la confontación ideológica, donde seguramente lo tendrían muy difícil poque el PP sigue defendiendo lo mismo de siempre, aunque el líder y sus colaboradores han comprendido que necesitan hacer algunos cambios,algunos maquillajes, para llevar a cabo una oposición más eficaz y más creíble. Es una estrategia que a mí me recuerda lo que hicieron los líderes políticos y sociales de la extrema derecha chilena para propiciar el golpe de Estado contra el Gobierno de Salvador Allende. Primero se crea una sensación de caos, luego se acusa al gobernante de estar traicionando los sagrados principios de la patria (o del Partido) y finalmente se defiende la necesidad imperiosa de que alguien con las ideas claras restablezca la autoridad, el orden y acabe con el desgobierno. ¿Asistiremos a un pronunciamiento en el Partido Popular en las pocas semanas que restan hasta el congreso de Junio? Yo no lo descartaría. Lo que pasa es que el único que tendría posibilidades de ganar por esa vía es José María Aznar y no estoy seguro de que quiera volver a las andadas de Fraga cuando, cabreado por las erráticas actuaciones de Antonio Hernández Mancha, lo echó de la sede de Génova poco menos que a patadas. Pero podría surgir una candidatura alternativa, tal como reclama el propio Rajoy, apoyada directa o indirectamente por su antecesor. Eso podría ser una gran cosa para el Partido Popular y para la democracia española, después de tantos años de ejercicio del "dedazo" en el seno de la derecha.
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