Este pasado domingo, mientras me preparaba mentalmente para la amplia oferta deportiva de la jornada -Alonso en Silverstone, Nadal en Wimbledon y el Tour por tierras de Bretaña-, me topé en la portada del periódico con una noticia que casi me atraganta el desayuno: el sueldo medio de los españoles ha vuelto a caer. En concreto, un 0,7 por ciento a lo largo de 2.006, la segunda mayor caída de los treinta países que componen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.
El dato estaba sacado de un informe de la propia OCDE, que atribuye este descenso de la media a la intensa entrada de trabajadores de baja calificación profesional en sectores como la construcción y los servicios. El caso es que, después de casi una década con los salarios medios creciendo por debajo de la inflación, la OCDE los situa en 18.369 euros brutos anuales. Una cifra bastante alejada de la que ofrecía el Instituto Nacional de Estadística para el mismo año: 20.900 euros brutos anuales.
A la vista de estas magnitudes, y aun suponiendo que la cifra buena fuera la del INE y no la de la OCDE, resulta más incomprensible la machacona insistencia desde algunos sectores en la moderación salarial, como si esta moderación no tuviera ya una larga tradición en nuestro país. Y mientras tanto, los precios en general tirando hacia arriba; y los de algunos productos básicos, desbocados. Uno de los expertos que se citaban en la información ofrecida por el diario El País, el catedrático Antón Costas, cree que la política debe intervenir para homogeneizar un poco las retribuciones "porque desde los años setenta los sindicatos han perdido capacidad de negociación y esto ha provocado una creciente dispersión, es decir, una distancia mayor entre los salarios más altos y los más bajos".
Pero el problema, o si se quiere la injusticia, que estos datos rebelan es que, aparte de esa mayor dispersión, los asalariados no parecen beneficiarse de las ganancias de productividad del sistema y ven como sus retribuciones pierden sistemáticamente poder adquisitivo. No sé si muchos de mis lectores recordarán la anécdota que voy a contar. A finales de los ochenta del siglo pasado, el entonces Ministro de Economía, Carlos Solchaga, ofreció a los sindicatos, en una comparecencia parlamentaria, una ganancia de poder adquisitivo de un punto por año para todos los asalariados del país si se avenían a firmar con el Gobierno un acuerdo para garantizar la paz social. Puede que el navarro Solchaga estuviera jugando de farol, pero lo cierto es que yo me quedé asombrado cuando los sindicatos hicieron oídos sordos a su propuesta y no le tomaron la palabra de inmediato, porque garantizar un punto más de poder adquisitivo por año para toda la masa salarial de un país es una auténtica "machada".
Más bien lo que ha ocurrido ha sido todo lo contrario, es decir, que los sueldos no se hna revisado en la misma proporción en que crecía el IPC. Años y años de subidas con arreglo a unas previsiones de inflación que no se cumplían nunca, cláusulas de revisión que no se aplicaban, congelaciones en aras del mantenimiento del empleo, etc. Contaré lo que ha pasado con el convenio de RTVE, que ha sido la norma por la que se ha regido la mayor parte de mi vida laboral. Supongo que con otros convenios -y desde luego con los empleados públicos en general- ha pasado más o menos lo mismo.
En abril de 1.985, fecha de mi ingreso en RTVE, el salario base que cobraba un redactor recién entrado era de unos 11.000 euros. Según el Instituto Nacional de Estadística, entre enero de 1.985 y enero de 2.008, el Índice General de Precios al consumo ha crecido un 163,7. Esto quiere decir que, para ser equivalente, el salario de entrada de un redactor en 2008 debería situarse en torno a los 29.000 euros. Sin embargo, los jóvenes redactores que están entrando en la Corporación RTVE para sustituir a parte de los que nos hemos prejubilado, lo hacen con un salario base que apenas llega a los 24.000 euros anuales. Esta es la consecuencia de una política deliberada de imponer sacrificios a la clase trabajadora y de una negociación colectiva mal planteada y peor ejecutada. La guinda inconcebible de esa nefasta negociación colectiva fue puesta hace dos o tres años, cuando la mayoría del Comité Intercentros aceptó una propuesta empresarial para mejorar levemente a los que ya estábamos dentro, pero a cambio de un recorte sustancial en el salario de entrada que tendrían los compañeros que vinieran detrás. Visto desde la perspectiva de la necesaria solidaridad de clase, que es la fuente primigenia del movimiento sindical, aquello fue una canallada.
Canallada es, en general, que esta sostenida caída de la cuantía media de los salarios no sea sólo un "efecto estadístico" ocasionado por la entrada en el mercado de trabajo de cientos de miles de trabajadores de baja calificación, sino que se deba también a la política sistemática de revisar los sueldos por debajo de la inflación, a cláusulas de revisión inexistentes o a cláusulas que se aplican tarde, mal y nunca. El Ministro de Economía, acogiéndose al optimismo de oficio que practica el actual Gobierno de España, decía en el reportaje que venimos citando que "si un padre gana 2000 euros y su hijo está en paro, el salario medio en esa familia son 2000 euros. Si el hijo empieza a trabajar y cobra 1000 euros, el salario medio pierde una cuarta parte. Por tanto, una bajada en el sueldo medio es claramente compatible con un aumento en la renta general". Esperemos que los representantes sindicales en las mesas del diálogo social que se están poniendo en marcha no se dejen enredar por estos silogismos y exijan una política que favorezca las ganancias de poder adquisitivo de los salarios, aunque éstas por fuerza hayan de ser muy modestas; una política que evite que los salarios pierdan peso en el reparto de la renta nacional y encima tengan que ser casi la única fuente de la que el Estado obtiene ingresos en concepto de IRPF.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
1 comentario:
M. Sant Macía
Efectivamente si alguen llevado por los signos externos piensa que hoy los trabajadores gozan de un mayor porcentaje en la participación de los beneficios, está en un profundo error.
Lo que expones tú en tu artículo refleja la realidad apoyándote en cifras y desmonta cualquier otro argumento que puedan hacer los responsables de una situación que los números expuestos demuestran que hoy es más dura que ayer, y que de seguir así;mejor que la dse mañana.
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