lunes, 14 de septiembre de 2015

DIADA 2015: LOS INDEPENDENTISTAS SE APROPIAN DE LA FIESTA DE CATALUÑA

Después de lo ocurrido en la última manifestación del 11 de septiembre, ya no puede decirse que la Diada -la fiesta nacional de Cataluña- represente a todos los catalanes, sino sólo a una parte de los mismos, aunque se trate de una parte muy amplia: la mitad y un poco más o un poco menos de los habitantes actuales de la comunidad autónoma. En el escenario donde antes predominaba abrumadoramente la "senyera" hoy ocupa todo el espacio, sin dejar resquicio alguno para otros símbolos, la "estelada".
En el actual estado de cosas, cuando faltan 13 días para las elecciones, parece claro que las emociones, los sueños, la visión romántica del futuro, la irracionalidad en suma, le van ganando la partida a los datos objetivos, los argumentos basados en el pragmatismo y la realidad de una larguísima historia en común, que no nos ha ido tan mal a la vista de lo que hay por el mundo. Parece como si los independentistas nos estuvieran diciendo al resto de catalanes y españoles: si la realidad se opone a mis deseos, tanto peor para la realidad. ¿Puede existir a día de hoy en política algo más enloquecido que enarbolar un poroyecto de secesión cuando ni siquiera está claro que cuentes con el apoyo de la mayoría de la población?
Y en todo caso, ¿no resulta una completa locura que una parte de los catalanes, en nombre de unos fantasmagóricos derechos que se han inventado, quieran privarnos a todos los españoles de unos derechos que son bien reales y bien reconocidos por toda la comunidad internacional?
Debemos respetar, por supuesto, a esos cientos de miles de catalanes que salen a las calles para decir: queremos un nuevo país, que será mejor y más libre y más próspero. Pero desde el respeto tenemos derecho a decirles: habéis elegido el camino equivocado y no es verdad que vuestro país no sea libre y no es verdad que vaya a ser más próspero por el hecho de una hipotética independencia. Con los datos objetivos en la mano, no es posible decir hoy que en Baviera o en Alsacia se viva mejor y se sea más libre que en Cataluña, pero al parecer las razones ponderadas nada pueden frente a las ilusiones que han construido en su cabeza los portadores de las "esteladas". Los independentistas se nos antojan como un gran ejército de quijotes dispuestos a hacer morder el polvo con su fuerte brazo a todos los gigantes que se interponen entre ellos y el paraíso soñado.
¿No resulta patéticamente quijotesco   que el President Mas pretendiera explicar en televisión que la secesión de España no implica la salida de la Unión Europea? Si hemos de creerle, el proyecto que con tanto fervor ha abrazo sólo es una suma de bienes y venturas, sin mezcla de mal alguno. Si finalmente el día 27 una mayoría de electores respaldan ese proyecto en las urnas, se abrirá ante nosotros un largo y penoso camino de espinas.

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