miércoles, 27 de julio de 2016

DE RONDAS, TEATRILLOS E INVESTIDURAS

Un mes después de las elecciones de junio nos encontramos ante un bloqueo impensable. Aquí os ofrezco un texto escrito para el periódico digital Alcalá Hoy. Ojalá que las pesadillas no acaben convirtiéndose en realidades.


     Este jueves concluye la ronda de contactos de Felipe VI con los líderes de las fuerzas políticas que tienen representación en el Parlamento. La esperanza, dice el refrán español, es lo último que se pierde, pero ya tenemos dibujada en el horizonte, con nítidos y amenazantes perfiles, la peor de nuestras pesadillas: una nueva convocatoria a las urnas, quizás para finales del mes de noviembre. Como tantas otras veces en nuestra historia, nos sobra cainismo y nos faltan un poco de imaginación y una pizca de generosidad. También es verdad que podríamos traer a colación algunos momentos memorables de nuestra historia en los que hemos sido capaces de arrinconar nuestros peores defectos para poner en juego nuestras mejores virtudes. Ejemplos de los que podrían extraer la inspiración necesaria nuestros políticos actuales, y de ahí que aún se atisbe un resquicio de esperanza.

     Lo más incomprensible de nuestro bloqueo actual es que algunas fuerzas políticas (singularmente el Partido Socialista, pero no es el único) se niegan a adoptar decisiones que nos beneficiarían a todos y que redundarían en beneficio propio para ellas. España, la sociedad española, necesita que haya un gobierno cuanto antes y todos coinciden en que unas terceras elecciones serían catastróficas. Luego quien se avenga a facilitar ese bien superior que es que tengamos gobierno y la maquinaria constitucional funcione sin sobresaltos, tendrá el agradecimiento de la gente, agradecimiento que probablemente (no es seguro, pero sí probable) se traducirá en votos cuando llegue el momento.

      Ciudadanos, a quien ahora los socialistas parecen zaherir gratuitamente colocándolos entre los “afines” al PP, ha dado un paso muy importante: siguen sin querer pactar un programa de gobierno conjunto con los populares, pero han anunciado que se abstendrá para dejar vía libre a Mariano Rajoy. Convengamos en que sería mucho pedir que el partido de Albert Rivera, después de haber pactado un programa de gobierno con los socialistas hace solo medio año, lo pactasen ahora con los populares, que encima están procesados por el asunto de Bárcenas y el borrado de ordenadores. Pero con el sí de Ciudadanos no bastaría si los nacionalistas y soberanistas no se avienen a cambiar su voto negativo por una abstención. Cabría pedir un poco de generosidad y visión de estado a los nacionalistas, pero ¿cómo pedir tal cosa a quienes apuestan hoy día por la destrucción de España? Cortesías parlamentarias, las que se quieran, pero con las cosas de comer no se juega, es decir, que nacionalistas y soberanistas tienen que se considerados un cero a la izquierda a los efectos de asegurar la gobernabilidad de España. Al menos mientras se mantengan en sus reclamaciones actuales.

     Miremos ahora a la izquierda, porque toda la presión en demanda de apoyo a la gobernabilidad se ha dirigido hacia el PSOE, pero hay otra fuerza política que también aspira a gobernar España y a la que se le puede y se le debe exigir la misma altura de miras y la misma visión de estado que se están exigiendo al Partido Socialista. Una abstención de los socialistas permitiría desencallar la situación, pero una abstención de Unidos Podemos también. Y, desde un punto de vista puramente institucional, se les podría  exigir la misma responsabilidad que al PSOE.

     Pero Unidos Podemos se está mostrando al menos coherente: su no contribución a la gobernabilidad tiene una buena coartada. Su apuesta es un gobierno de izquierdas presidido por el Partido Socialista y pactado con nacionalistas y soberanistas. Un camino hacia el abismo que numéricamente sería posible, pero de aspecto suficientemente enloquecido como para que los socialistas ni siquiera se lo planteen, aunque algunos de ellos desearían intentarlo.

     Quienes están claramente desnudos, sin una coartada creíble, son una vez más los dirigentes socialistas. Ya lo estuvieron después de las elecciones de diciembre y, pasmosamente, parecen sordos como una tapia al mensaje salido de las urnas. Incurriendo en contradicción insuperable, le piden a Rajoy que negocie con los nacionalistas, cuando ellos mismos,  en su Comité Federal, acordaron que hacer depender el Gobierno de España de los soberanistas era una línea roja que de ningún modo podía traspasarse. Y tampoco es floja la falacia de decir que, como ellos son el primer partido de la oposición, su deber es votar que no y ser la alternativa al hipotético gobierno del PP. Como si una abstención les fuera a inhabilitar para ejercer ese deseado papel de oposición y alternativa.

     Coincidiendo con las consultas del Rey hemos asistido al nuevo desafío lanzado por la mayoría soberanista del parlamento de Cataluña. Una razón más para poner en marcha de una vez la maquinaria constitucional española y que haya un gobierno en condiciones de adoptar las medidas o iniciativas que hagan falta. Vamos a ver si la sensatez consigue vencer al cainismo.
 

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