Luego de largas semanas y meses sin publicar nada en este cuaderno de bitácora, vuelvo a la carga para reflexionar sobre el asunto que estos días está en boca de todos: la celebración inminente del referéndum ilegal que
la Generalitat se ha empeñado en convocar y mantener contra viento y marea. Es
verdad que este simulacro de consulta tiene un amplísimo respaldo entre la
opinión pública catalana, pero hace falta ser muy empecinado, muy ciego y sordo
a cualquier tipo de argumento o razones, para no desconvocarla en vista de que
es contraria al Estatuto de Autonomía, a la Constitución española, al derecho
internacional, no cuenta con ningún respaldo en el exterior y también provoca
un amplísimo rechazo entre la opinión pública catalana.
¿Qué esperaban o esperan las autoridades de
la Generalitat llevando la tensión política y social hasta estos extremos?
¿Esperaban acaso que el Estado español no reaccionaría y dejaría hacer para no
agravar aún más el enfrentamiento? Yo creo que lo que quieren es
“internacionalizar” el conflicto a toda cosa, que haya violencia y desórdenes
en la calle, que Cataluña y su milenaria aspiración a “decidir” ocupen las
portadas de los principales periódicos del
mundo. Así que la clave principal
para el futuro que nos aguarda es el comportamiento de la gente, el día
señalado para la votación y el día en que haya nuevas elecciones autonómicas en
Cataluña.
¿Tan difícil es entender que el llamado
derecho a decidir, que no es otra cosa que la autodeterminación, no existe en
ninguna constitución de las democracias occidentales? ¿Tan difícil es entender que
uno de los pilares fundamentales del derecho internacional es la integridad
territorial de los países? ¿Tan difícil es entender que no se pueden confundir
los deseos con la realidad? ¿Tan difícil es comprender que ese presunto derecho
que una parte de los catalanes han decidido atribuirse a sí mismos no tiene en
cuenta los derechos reales del conjunto de los españoles a la soberanía
nacional y a la defensa de la integridad territorial de nuestro país? Parece
que sí es muy difícil para estos compatriotas, porque de modo un tanto
incomprensible se han dejado seducir por los cantos de sirena de un separatismo
que no ha hecho otra cosa que mentir a lo largo de todos estos años.
Pongámonos en lo peor y pensemos que los
secesionistas consiguen agravar el conflicto hasta el extremo de que la
comunidad internacional toma cartas en el asunto. ¿Qué diría o recomendaría esa
hipotética mediación internacional? Yo creo que diría lo siguiente: 1º, que
España tiene derecho a mantener su integridad territorial, eso ni se discute; y
2º, que la comunidad afectada por el conflicto tiene derecho a una amplia
autonomía dentro del marco constitucional. Es decir, la misma situación de la
que ya goza Cataluña, porque nadie en su sano juicio puede negar que este
territorio – llámesele región, nacionalidad o lo que se quiera – ha conseguido
con el llamado régimen del 78 unas cotas de autogobierno como no había tenido
nunca a lo largo de la historia.
Se
habla mucho de la necesidad de diálogo para después del 1 de octubre. Y efectivamente
tendrá que haber diálogo, pero se equivocan rotundamente quienes equiparan
diálogo con nuevas concesiones a los nacionalistas. La estrategia del
apaciguamiento no va a calmar a la fiera, como ya se demostró en Europa durante
los años treinta del siglo pasado frente al expansionismo nazi, que al fin y al
cabo era una forma de nacionalismo extremo. A efectos prácticos, la España de
hoy es un país federal y una reforma de la Constitución en ese sentido no
colmará las ansias de quienes sólo tienen ojos y oídos paras sus propios
derechos (presuntos) y no se dan cuenta de que están pisoteando los derechos
(reales) de los demás.
Vuelvo a lo que decía más arriba. La clave
está en la gente. Si los votantes catalanes recapacitan y atienden más a las razones
que a los sentimientos, si se olvidan de los cantos de sirena, el conflicto
puede ir hacia una solución razonable. Si por el contrario apuestan por las
opciones más radicales, el conflicto se agravará y todos pagaremos las
consecuencias, ellos los primeros.
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