sábado, 28 de junio de 2008

LA GRAN FINAL DE VIENA: EL FÚTBOL NOS DIVIERTE Y ALEJA LOS NUBARRONES

Llovía intensamente la noche del jueves sobre la pradera vienesa en que nuestros chicos, llenos de fe y de inspiración, "bailaron" por segunda vez a los rusos en esta Eurocopa. Los pupilos de Luis quieren más lluvia para la noche del domingo y no sé si sus deseos serán satisfechos, pero sobre la piel de toro está cayendo un aguacero de malos datos y malos presagios que pasan a segundo plano, porque lo único que importa es que "la Roja" prosiga su carrera triunfal.
Salgo a hacer la compra y veo numerosas banderas colgadas de los balcones, casi se diría que son las fiestas patronales. Pero no, es el orgullo irreprimible por unos triunfos deportivos que históricamente nos han resultado tan esquivos. También veo que la gente hace un cierto acopio (no tanto como cuando la huelga de transportes) de materiales para las fiestas vecinales que están montándose con ánimo de ver la gran final en compañía. Yo mismo estoy invitado a una de estas fiestas, pero no sé si iré porque casi me gusta más verlo en solitario y las grandes exsplosiones colectivas de alegría me dan un poco de repelús.
Todo el fin de semana, pues, con los ojos puestos en lo que pasará el domingo por la noche en Viena, como si ahí se estuvieran jugando nuestro destino o nuestro futuro. Pero el fin de semana nos ha traído también otro repunte de la inflación, que está ya por encima del cinco por ciento, lo cual no deja de ser un argumento poderoso para que el Banco Central Europeo, en los próximos días, le de otra vuelta de tuerca a los tipos de interés. Y el fin de semana nos ha traído no sólo la confirmación del desafío lanzado por el Lehendakari Ibarreche al Estado, sino la incógnita de hasta dónde está dispuesto a llegar. Yo siempre he tenido la impresión de que estaba dispuesto a convertirse en un mártir de la causa del "derecho a decidir de los vascos". El Presidente del Gobierno, siempre propenso a las palabras amables y moderadas, dice confiar en él y estar seguro de que acatará las reglas de juego de la democracia española y, en consecuencia, las decisiones del Tribunal Constitucional. Yo no estoy tan seguro y más bien tiendo a creer que el pulso continuará, aunque no acierto a vislumbrar cómo acabará.
Y más noticias en forma de nubarrones: los índices bursátiles llevan perdido casi un veinte por ciento en lo que llevamos de año, claro que esto también puede ser una excelente oportunidad para los agazapados cazadores de gangas. La luz subirá por segunda vez en el ejercicio y aun así ese mostruo de papel llamado "déficit tarifario" no para de crecer. Pero el Gobierno, en lugar de enfrentarse al monstruo, le endosa la factura a los consumidores con la "ingeniosa" novedad de cobrarla cada mes en lugar de cobrarla cada dos meses.
El miércoles, con la comparecencia de Rodríguez Zapatero en el Congreso, todos estos datos de la cruda realidad, como oportunamente reflejaba la encuesta del CIS, volverán a ser la materia principal de nuestras preocupaciones. Pero antes del miércoles está el domingo y no sólo de preocupaciones vive el hombre: también tenemos derecho a distraernos, a evadirnos, a soñar y a disfrutar. Ojalá de nuevo, sobre la húmeda o encharcada pradera vienesa, nuestros chicos hagan otra demostración de sus mejores cualidades y les den un baño a los Lehman, Ballack y compañía. Si es verdad que somos la octava potencia económica, entonces nos merecemos estar en las finales casi tantas veces como nuestros queridos rivales, los alemanes.

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