Una vez superada la prueba de Valencia, Mariano Rajoy volvió a los datos económicos -sombríos casi todos- en la sesión de control de este miércoles. Y mientras la crisis acentúa sus perfiles día tras día, el Presidente del Gobierno y el líder del principal partido de la oposición escenificaron en el Congreso su desacuerdo total sobre lo que conviene hacer y se emplazaron para debatir a fondo el próximo miércoles, cuando ya no estarán constreñidos por los tiempos tan tasados que rigen en las sesiones de control.
En la de esta semana, que era la última del actual período de sesiones, Mariano Rajoy, jaleado por su grupo y reforzado en su liderazgo por el congreso de Valencia, casi le ha pedido a Rodríguez Zapatero que se haga el harakiri en el Hemiciclo. Hay verdades que matan y el líder popular querría ver al Presidente subiendo a la tribuna para decir verdades como estas: que hay crisis, que las cosas pueden ir a peor, que el déficit exterior está desbocado, que aumentarán el paro, la morosidad y las dificultades de las familias para llegar a fin de mes.
Pero si hay algo que el Jefe del Gobierno no tiene en absoluto es voluntad de autoinmolación, y lo demostró llamando ignorantes a los que critican la directiva europea sobre inmigración y lanzándole a Rajoy un piropo envenenado cuando le dijo que "se alegraba de encontrarle de nuevo en su escaño". Lo que no hará nunca Rodríguez Zapatero -no lo haría ningún gobernante en su sano juicio- es lanzar el grito de sálvese quien pueda y más bien se empleará a fondo en transmitir esperanza y confianza en un futuro cercano y más boyante que la coyuntura actual. Rajoy le acusa de estar despistado, de dar bandazos, de no tener claro lo que hay que hacer y, de definitiva, de estar transmitiendo una sensación de desgobierno. Acusaciones a las que contesta con ironía, asegurando que el comportamiento del Grupo Popular en la Cámara no parece corresponderse con ese nuevo tiempo de diálogo y acuerdos con todos del que se había hablado en Valencia. Y contesta asimismo recordando la rebaja de impuestos que supone la devolución de los 400 euros y la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, y promete que "la atención a los trabjadores, los autónomos y las familias con rentas más bajas serán la prioridad del Gobierno en la política económica y presupuestaria". El líder del PP dijo que "ya no es la hora de las medidas puramente cosméticas, ya no es la hora, como ha reconocido el señor Solbes, de medidas sólo psicológicas; es la hora de decisiones reales, como serían el recorte del gasto público, la rebaja en serio de impuestos y la reducción de los intereses que los ciudadanos tienen que pagar por sus hipotecas". Frente a esas exigencias, Rodríguez Zapatero insistió en que lo que no hará su Gobierno "son decretazos que recorten los derechos laborales, como hicieron ustedes, señores del Partido Popular, ni tampoco congelación de las pensiones mínimas o las becas, como hicieron ustedes".
El próximo miércoles, cuando el Jefe del Gobierno comparezca para hablar de la situación que atraviesa nuestra economía y las medidas que se propone adoptar el ejecutivo, podremos comprobar hasta qué punto se consolida esa sensación de que Rodríguez Zapatero se encuentra en soledad frente a todos los demás, una soledad incómoda con vistas al otoño, aunque de momento lo que tiene por delante es el respiro veraniego.
Rescate, bancos, fortunas y calcetines
Hace 4 años
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